El primer día de universidad comienza tal y como me esperaba. Nos han reunido, bien temprano, a todos los alumnos de la facultad y apenas cabemos en el salón de actos. Rebeca y yo hemos ocupado dos asientos que quedaban libres y nos hemos quedado impactadas cuando hemos visto a todos los profesores en el escenario. Se han ido presentando uno por uno y han hablado un poco de su asignatura, además de informarnos de cómo va a ir el curso.
Tras la charla, nos dejan tiempo libre y nos pasamos por el campus en busca de algún club al que unirnos. No sabemos por dónde empezar, ya que hay más de 20 casetas promocionándose. Pasamos por delante de la caseta del club de teatro, luego le sigue la del club de cocina, pero el que más llama la atención a Rebeca es la de voleibol.
—¿Nos unimos? —me pregunta y niego rápidamente con la cabeza, porque en realidad tengo pensado apuntarme a otra cosa, pero cuando quiero darme cuenta, Rebeca ya ha apuntado nuestros nombres en la lista.
—Esta tarde haremos un partido amistoso por si os queréis pasar —comenta una de las chicas que se encuentra detrás de la caseta.
—Cuenta con nosotras —le responde Rebeca y seguidamente, rodea mis hombros con su brazo—. Te vendrá bien hacer deporte —me comenta y avanzamos a otra caseta, pero ninguna de ellas consigue llamar mi atención.
Cuando llegamos a la caseta del periódico del campus, no puedo evitar detenerme. No me lo pienso dos veces y me apunto, Rebeca me imita y hace lo mismo.
—No creo que debamos apuntarnos a más —me recomienda Rebeca, mirando los horarios—. Tenemos todas las mañanas ocupadas. Además de las clases, tres días a la semana tenemos voleibol durante nuestra hora libre. El periódico nos mantendrá ocupadas dos tardes a la semana. Lo tenemos todo cubierto.
—Entonces marchémonos a comer, me muero de hambre —le comento.
De camino a la cafetería de la residencia, pasamos al lado de la caseta del club de boxeo. Me siento tentada a coger un folleto, porque había pensado apuntarme antes de que Rebeca me la jugara y nos uniera a las dos al club de voleibol sin mi permiso.
No sé en qué momento le pareció buena idea a Rebeca unirnos al equipo de voleibol. No he conseguido darle al balón ni una sola vez y cuando veo que se dirige hacia mí, me aparto por miedo a que me dé en la cara.
Además no me ha gustado nada que, nada más llegar, nos hayan obligado a ponernos la equipación. La camiseta de manga corta con el logo del equipo es lo único que se salva, porque los pantalones cortos negros, que llevo puestos debajo, son demasiado ajustados para mi gusto.
—¡Cuidado! —grita alguien, llamando mi atención.
Tal vez tengo buenos reflejos, y no lo sabía, porque consigo apartarme a tiempo antes de que el balón aterrice en mi cara. Lo cojo del suelo y, como si realmente supiera lo que estoy haciendo, le doy un golpe firme con la mano, con tan buena suerte que acaba cayendo en el campo contrario.
—¡Sigue así, Mel! —me grita Rebeca, que se encuentra detrás de mí en su posición, y me levanta los pulgares animándome.
El partido continúa y ya he perdido la cuenta de cuantas veces ha pasado el balón de un lado a otro. Una de mis compañeras lo golpea con fuerza, cuando pasa por la red hasta nuestro lado, y una chica del otro equipo cae intentando golpearlo.
Otro punto para nosotras.
Se levanta del suelo y una pequeña herida comienza a sangrar en su pierna. Hace una mueca de dolor al agacharse a por el balón y lo lanza hasta nuestro parte del campo, con furia. Ninguna estamos pendientes y cae fuera, alejándose rodando hasta el césped.
Viendo que ninguna de mis compañeras se anima a ir a por él, salgo de la pista y lo recojo. El campo de voleibol se encuentra junto a la zona de picnic del campus, una zona ajardinada y con césped, donde la mayoría de las mesas están ocupadas por jóvenes que están disfrutando del sol.
No sé qué hago jugando al voleibol con el buen día que hace.
Estoy por irme cuando mi mirada se detiene en un chico, que llama totalmente mi atención. Está tumbado en uno de los asientos, acompañado por dos chicos, y no me habría fijado en él si no estuviera dejando una fina nube de humo con el cigarrillo, que está fumando.
Aparto rápidamente la mirada cuando percibo que se incorpora. No quiero buscarme problemas si me pilla mirándolo, así que corro hacia el campo y me reúno con mis compañeras de equipo.
Necesito desapuntarme ya de este club.