Otra oportunidad para el amor

6

Tiro los restos de la comida a la basura y me tumbo en la cama             

Tiro los restos de la comida a la basura y me tumbo en la cama. Desde que llegué, Rebeca no ha parado de contarme todo lo que me perdí anoche cuando me marché. Alguien llama a la puerta interrumpiendo nuestra conversación y Rebeca corre a abrirla, Ben pasa y ella recoge su chaqueta de la cama.

—¿Te vas otra vez? —me pregunta.

—Nos vamos a la bolera, ¿quieres venir?

Me lo pienso durante un momento pero rechazó su oferta, no quiero molestarles y quiero adelantar la montaña de deberes que me han mandado esta mañana.

—No puedo —señalo los libros—, tengo deberes.

—Entonces nos vemos mañana —Rebeca se acerca a mí y besa mi mejilla—, no me esperes despierta.

Asiento y espero a que la puerta se cierre, me levanto de la cama y abro la ventana. La brisa inunda mi habitación y disfruto de la sensación, nunca me ha gustado el calor, por eso odio el verano. Me siento en la silla y recojo mi pelo en un moño, los problemas que nos ha mandado el profesor no son muy difíciles pero tardo bastante en hacerlos.

Escucho ladridos en la ventana y no puedo evitar asomarme por ella, en el patio de la residencia hay dos chicos encapuchados, uno de ellos carga en sus brazos a un gran Bulldog que no para de retorcerse en su brazo. No consigo escuchar lo que dice uno de ellos, pero de un momento a otro se detienen y ahora hablan un poco más alto.

—Tenemos que ir a la habitación de Gordon ─ dice uno de ellos señalando la ventana que está al lado de mi habitación─, él lo esconderá hasta el próximo partido.

—Yo no puedo, tengo que irme —le entrega el perro ─. ¿Te encargas tú?

Cuando el chico se marcha me aparto de la ventana y regreso a la silla para retomar los deberes, algo que es imposible, ya que alguien de la habitación de al lado ha puesto la música a todo volumen. Cansada de esperar y desesperada por acabar los deberes, cojo todos los libros y camino hacia la biblioteca que aún está abierta. Ya dentro, me siento en una de las mesas que queda libre junto a la entrada.

No hay mucha gente por lo que supongo que estarán en alguna fiesta, las fraternidades organizan una cada día. Empiezo a escuchar música de nuevo pero esta vez suena fuera de la biblioteca, la música me persigue allá donde voy. Me levanto y dejo mis libros sobre la mesa, salgo de la biblioteca y sigo el ruido que me lleva al gimnasio.

Abro las puertas y miro en su interior, hay un gran ring en la esquina y me doy cuenta de que Nathan está en él. Le da varios golpes al saco de boxeo, aprovecho y me acerco a la cadena de música para apagarla. Eso consigue llamar su atención ya que deja de golpear el saco y me mira furioso.

—No puedo concentrarme con la música —le grito.

Nathan se baja del ring y se acerca a mí, me mira y no se cabrea, tal y como pensaba que iba a hacer.

—Siento decirte que necesito la música para entrenar — vuelve a conectarla pero esta vez en su móvil y la pone más fuerte.

—¡Que la apagues!

—¿Qué me vas a hacer si no lo hago? —dice con un gesto desafiante.

—Lo apagaré a la fuerza.

—Ya claro —ríe.

Nathan se sube al ring y continua golpeando el saco como si no estuviera justo ahí, le sigo y me acerco a él intentando coger su teléfono pero él se da cuenta y lo saca de su bolsillo. Lo pone en alto para que no sea capaz de cogerlo y se ríe con cada uno de mis intentos por alcanzarlo, le pego un pisotón en el pie y lo suelta, agarro el móvil y salgo corriendo.

Cuando estoy a punto de salir de las cuerdas, Nathan me coge del pie y me arrastra hacia el centro del ring. Me coge las dos manos y me deja inmovilizada, coge su móvil y sonríe.

—Suéltame —le ordeno.

—Tú has empezado quitándome el móvil, creo que es hora de que te vayas.

—No me das miedo.

Se acerca a mi oído y me susurra:

—¿Estás segura?

Su cuerpo sigue sobre el mío impidiendo que pueda marcharme, le empujo pero no se mueve. Se quita los guantes y pone las dos manos a mis costados, pasa su dedo pulgar por mi mejilla y recoge un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.

—¿No querías que me fuera?

Asiente y se levanta, vuelve a colocarse los guantes y me empuja fuera del ring.

—Puedo ir yo sola.

Deja de empujarme y vuelve a lo suyo, regreso a la biblioteca y recojo todo. Cuando llego a la habitación compruebo que la ventana este cerrada y me duermo.




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