Otra oportunidad para el amor

10

El despertador me despierta más temprano de lo normal, lo apago y me siento en la cama     

El despertador me despierta más temprano de lo normal, lo apago y me siento en la cama. Froto mis ojos y compruebo que no ha despertado también a Rebeca. Recojo del suelo los shorts que utilice ayer y saco del cajón de mi armario un top deportivo, me abrocho la chaqueta y cojo la bolsa. Antes de ir al gimnasio me paso por la cafetería, me compró un café y un pastel. En lo que llegó al gimnasio ya me he terminado el pastel y tiro el envase del café a la papelera, el conserje me abre la puerta.

Al parecer soy la primera en llegar, dejó la mochila y me envuelvo las manos con la venda. Me paro enfrente del sacó y le doy un golpee, está bastante duro pero le doy otro, aun menos efectivo porque no se mueve del sitio. ¿Por qué no se mueve?, le doy otro y esta vez se mueve. El sonido de la puerta me asusta y me hace gritar, Nathan pasa y deja la mochila en el suelo. Se quita los auriculares y se sube al ring, se venda las manos y calienta.

—Vamos cuanto antes acabemos antes me voy.

Subo al ring y caliento yo también, repito los movimientos de ayer pero al menos consigo esquivar bastantes golpes. Celebro emocionada haber esquivado sus movimientos pero ese dulce momento termina pronto, Nathan pone su pierna en mi camino y me tira al suelo. Vuelve a atraparme en el suelo y pone su codo en mi pecho para que no pueda levantarme.

—¿Por qué siempre me tienes que tirar al suelo?—gruñó.

Sin contestarme, agarra mis caderas y me carga, como un acto reflejo mis piernas se rodean en su cintura. ¿Pero que estoy haciendo?, no hace ningún movimiento hasta que acerca sus labios a los míos, dejándome sin aliento. Cuando está apunto de besarme aparta sus manos de mi cintura y mis piernas vuelven a estar en el suelo.

Se baja del ring y recoge su mochila del suelo, se marcha sin terminar el entrenamiento y lo único que pasa por mi cabeza es que hemos estado a punto de besarnos.

—¡Nathan!, ¿dónde vas?

Tengo que terminar unos cuantos ejercicios pero aún queda tiempo para que suene el timbre, conforme se va vaciando la clase me voy dando más prisa para acabar

Tengo que terminar unos cuantos ejercicios pero aún queda tiempo para que suene el timbre, conforme se va vaciando la clase me voy dando más prisa para acabar. Soy la última en entregar los ejercicios pero estoy segura de que están perfectos. Rebeca me espera en la cafetería para comer juntas y no puedo llegar tarde, recojo todo rápido y me dirijo a la cafetería, pero Nathan se interpone en mi camino antes de salir de clase.

—¿Podemos hablar?

Quiero responder que no, pero él se responde por sí solo y me coge de la mano, salimos del campus y me fijo en que todo el mundo nos mira. Entonces me doy cuenta de que nuestras manos siguen enlazadas, me suelto de su agarre y le sigo. Nos detenemos en la puerta del campus, donde ahora mismo no hay mucha gente.

—¿Qué quieres?

—Quiero disculparme por lo de ayer.

—Tranquilo sé que tienes novia y no puedes besarme.

—No... no es por eso —me responde─ quería disculparme por haberte dejado tirada en el entrenamiento.

Ahora mismo quiero esconderme en un lugar en donde no me encuentre nadie, he malinterpretado totalmente sus disculpas y lo peor es que el parece no haberle dado importancia a nuestro "casi beso".

—No tienes que darme explicaciones.

─Lo sé, pero yo quiero dártelas.

Termino de hablar con el entrenador para explicarle que lo que ocurrió el jueves no volverá a pasar y salgo de su despacho, camino rápido para evitar encontrarme con Nathan y de momento voy bien

Termino de hablar con el entrenador para explicarle que lo que ocurrió el jueves no volverá a pasar y salgo de su despacho, camino rápido para evitar encontrarme con Nathan y de momento voy bien. Paso por los vestuarios y compruebo que la puerta está cerrada, camino decidida hacia la salida pero me choco contra alguien y caigo al suelo.

—¿Estás bien? ─Nathan me ofrece su mano para ayudarme a levantarme, pero la rechazo.

—No intentes hacer como que te importó.

—Pero, ¿por qué dices eso?

—Vamos a hacer una cosa, yo no te conozco y tú no me conoces, así todos somos felices.

Lo piensa un momento, aunque no parece muy convencido, y asiente.

—Por mi bien.

—Bien.

Agarró mi bolso del suelo y salgo del gimnasio, pegó mi espalda al muro de piedra y respiro hondo. Así todo es mejor, nuestros caminos por separado.

Cojo una bandeja y me uno a la cola para pedir la comida, hay bastante gente y el hambre que tengo puede conmigo




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