Otra oportunidad para el amor

17

Han pasado varios días desde que hablé con mi tío para que buscara aquella información, pero aún no he recibido una respuesta     

Han pasado varios días desde que hablé con mi tío para que buscara aquella información, pero aún no he recibido una respuesta. Hace mucho frío esta mañana y no quiero salir de la cama, pero tengo que ir a clase y no puedo faltar. Salgo del pequeño fuerte que he creado con el edredón y las mantas, me aseo y me preparo para salir.

Me pongo un gorro de lana y rodeo mi cuello con una bufanda, por suerte llegó al campus a tiempo, aunque no he podido parar en la cafetería para tomarme el desayuno. Me quitó el gorro y arreglo mi pelo despeinado, llegó a clase y me siento en mi sitio de siempre, cuando llega el profesor nos habla sobre nuestros abuelos y cómo vivían entonces.

—Con esto quiero proponeros que les hagáis una entrevista a vuestros abuelos sobre cómo vivían en su infancia.

Suena el timbre.

—El trabajo es para el lunes, hasta mañana chicos.

Mi abuelo murió hace unos años pero seguro que mi abuela estará encantada de que la entreviste, hace mucho que no la veo y la echo de menos. Me encuentro a Nathan en el pasillo pero siquiera me mira, le sigo hacia el gimnasio. Nunca he ido detrás de un chico la verdad, no sé qué me está pasando, me paro enfrente de él. Nathan se acomoda las vendas y se quita la camiseta, no puedo evitar fijarme en su fantástico abdomen.

—¿Qué quieres?

—Tu madre me contó lo de Brooke, lo siento.

—¿Por qué deberías sentirlo?, fue mi culpa, no la tuya.

—Es mejor olvidar el pasado, puede llegar a ser doloroso, créeme.

—Yo lo tenía más que superado, pero entonces apareciste tú y lo pusiste todo patas arriba.

Sus palabras me pillan por sorpresa y no sé qué decir, ¿siente algo por mí? Nathan me mira y suspira.

—Melissa, siempre que digo algo, ya te sientes ofendida por ello. ¡Maldita sea no todo gira sobre ti!

Oh, ese golpe ha ido directo a mi corazón.

Está muy cabreado y los músculos de sus brazos están tensos, más me vale no estar cuando desate toda su furia.

—Hazme un favor no te enamores de mí, nos irá mejor a los dos —dice acabando la conversación.

—Nunca me enamoraría de un tipo como tú, puedes estar tranquilo.

Me giro y camino a la salida, pero antes de salir le digo una última cosa.

—Borra mi número de tu teléfono, será lo mejor.

No hemos parado de discutir en toda la noche, sabía que ir a aquella fiesta era un error

No hemos parado de discutir en toda la noche, sabía que ir a aquella fiesta era un error. Intento no hablar para no decir algo de lo que me voy a arrepentir, pero ella no para de chillarme desde su asiento.

—¡Eres un miserable! —eso fue la gota que colmó el vaso.

—¡Eres una paranoica!

Su boca se transforma en una gran "O", mira al frente y se horroriza.

—¡Nathan cuidado!

Miró la carretera y abro los ojos, no me había fijado en que íbamos en el carril opuesto y que estamos a punto de chocar contra otro coche. Intento desviar el coche pero es inútil. He perdido el control del coche por el hielo. Chocamos y todo mi cuerpo se paraliza. Siento un tremendo dolor en mi brazo, giro la cabeza e intento moverme hacia Brooke, esta desmayada y tiene bastante sangre.

El sonido de la ambulancia se escucha desde lejos, dos hombres nos sacan a Brooke y a mí del coche, yo estoy consciente pero ella no. Nos meten en la ambulancia y nos llevan al hospital, estamos en habitaciones separadas.

Los médicos han hablado conmigo, yo solo me he roto un brazo, pero Brooke está mucho peor, su cuerpo no aguantó el golpe y se debate entre la vida y la muerte. No me imaginó perderla y pensar que la última palabra que le dije fue: "Eres una maldita paranoica".

El ruido del puño chocando contra el saco me asusta, salgo rápidamente del gimnasio encontrándome con Jess

El ruido del puño chocando contra el saco me asusta, salgo rápidamente del gimnasio encontrándome con Jess.

—¿Mel estas bien? Ven, vámonos fuera.

—Si, por favor.

La sigo hasta la salida, aspiro todo el aire que puedo y después lo suelto, maldito el momento en que me quede encerrada en ese baño con Nathan.

—¡Lo odio! —chillo.

—¿A quién? —dice Jess preocupada—, ven siéntate.

Coge mi mano y nos sentamos en el césped, a nuestro alrededor hay un montón de chicos fumando y descansando, en frente de nosotros hay un chico tocando la guitarra. Se aparta el pelo de la frente y continua tocando, Jess intenta llamar mi atención pero me he quedado prendada con la música.

—¿Qué te ha pasado?

Vuelvo a la realidad y respondo a Jess.

—Todo ha ido mal desde que me encontré con Nathan, es insoportable.




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