Otra oportunidad para el amor

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Cojo mi trabajo de la mesilla y salgo de la residencia hacia el campus, pero como siempre llego tarde    

Cojo mi trabajo de la mesilla y salgo de la residencia hacia el campus, pero como siempre llego tarde. Cuando llego no hay mucha gente pero por suerte no soy la última, la clase se llena rápido y pronto el profesor pide que le entreguemos nuestros trabajos. Coge uno al azar y lee el nombre del afortunado o afortunada.

—Melissa Adams.

Me levanto de la silla y camino hasta pararme donde está el profesor. Abro el cuaderno y comienzo a leer el primer folio.

—Yo en mi niñez no tenía los teléfonos móviles que tenéis los jóvenes de ahora. Nos comunicábamos por vasos de papel con una cuerda. No existía la tele por lo que todos salíamos a la calle. Así pude conocer a mis mejores amigos de la infancia y al que en un futuro sería mi marido. Los jóvenes de hoy en día os habéis perdido muchas cosas, tenéis que vivir y dejar de depender de esos aparatos, solo se es joven una vez.

Cuando acabo muerdo mi labio y miró a la clase. Nadie dice nada pero el profesor rompe el silencio.

—Buen trabajo, Melissa ya puedes sentarte —señala mi asiento—. Me gustaría escuchar el trabajo de los demás pero antes tengo que deciros algo. Al volver de las vacaciones de navidad es tradición en este campus hacer un evento para recaudar fondos. La temática esta vez será los años 80'. Nada de tecnología, solo cine bajo la luz de la luna. Todos tenéis que ir vestidos de la época y podéis comprar ya la entrada.

Mis compañeros, uno por uno, van leyendo sus trabajos y cuando nos queremos dar cuenta ya ha sonado el timbre que indica el final de la clase. Mientras bajamos las escaleras mis compañeros no paran de hablar del evento. Cuando llego a la puerta el profesor me detiene.

—Melissa quiero verte en el evento.

Le miro y alzo una ceja.

—¿Desde cuándo obligar a un alumno está en su lista de tareas?

—Melissa tu trabajo ha sido brillante y creo que estaría bien verte por allí.

—No insista más, iré.

Sonríe satisfecho y me da vía libre para irme. Salgo de la clase y me encuentro con mis amigos en la cafetería.

—¿Os han hablado del evento de los 80'? —digo llamando la atención de mis amigos.

—¡Sí!, estoy deseando ir —dice Rebeca ilusionada, mi mirada va directa a ella y no puedo evitar sonreír.

—Yo llevaré ropa de mi abuelo. Espero que me quede bien, porque él estaba mucho más delgado que yo —ríe Ben.

—¿Sabéis algo de Jess?

—La he visto en clase, pero cuando ha sonado el timbre ha desaparecido.

—Iré a su habitación. Nos vemos chicos.

—Adiós Mel.

Voy directa a la habitación de Jess. Llamó dos veces pero no abre la puerta. Vuelvo a llamar y esta vez sí lo hace.

—Ah, eres tú —Jess desaparece en el interior de su habitación y se tumba en la cama—. Si vienes a hablar de lo del beso pierdes tu tiempo, fue una tontería.

—Vengo porque eres mi amiga y me importas. ¿Ellos lo saben?

—¿Ben y Rebeca? No —suspira—. No puedo decírselo, aún no sé lo que siento y estoy jodidamente confundida —se levanta de la cama y camina de un lado a otro.

—Son tus amigos nunca te juzgarían, al igual que yo no lo he hecho.

—Lo sé. Gracias Melissa, por todo.

Miro la hora y le doy un abrazo rápido.

—Me tengo que ir, no quiero llegar tarde a clase.

—Adiós.

Cuando llego al campus entro corriendo a la clase de matemáticas. Mi sitio está ocupado por el chico que nos sacó del baño en la fiesta. Subo las escaleras con cuidado y me pongo delante de él. Nathan está a su lado y ambos desvían su mirada hacia mí.

—Disculpa, estás en mi sitio —digo con la esperanza de que se vaya.

—Pues ya no, bonita.

—Señorita Adams, por favor, siéntese de una vez —dice el profesor llamándome la atención.

Mis mejillas se tiñen de rojo y ocupo otro asiento. Esto solo me puede pasar a mí. A mi izquierda, mi compañera se pinta las uñas y abajo tengo a una especie de adicto a la música a todo volumen que no me deja escuchar al profesor.

—Por favor, ¿podrías bajar el volumen? —le susurro pero no me oye.

Le doy un golpecitos con mi pie consiguiendo que se gire y empiece a gritarme.

—Deja de molestarme —se vuelve a sentar.

Todas las miradas se centran en mí. Nathan se ríe a carcajadas y su amigo no se queda corto, para colmo el tío de los cascos sigue con la música. Cojo los libros y compruebo si hay algún otro asiento libre que no esté maldito, pero no lo hay. Me siento en las escaleras desde donde se ve perfectamente y nadie me molesta.

Siento como algo golpea mi cuello. Observo el suelo y en él me encuentro una bola de papel. Al parecer el amigo de Nathan se está entreteniendo tirándome bolas de papel. Una golpea al profesor y se gira molesto. Por su expresión diría que está bastante mosqueado.

—¿Quien fue? —nos mira a todos pero nadie contesta.

Cuando el profesor mira en mi dirección me doy cuenta de que estoy rodeada de bolas de papel.

—Señorita Adams, quiero verla en mi despacho después de clase.

—Le prometo que yo no he sido la responsable de las bolas de papel.

—No estoy buscando ningún culpable Melissa, pero tú eres la única con bolas de papel a tu alrededor —hace una pausa—. No tengo un mal castigo para ti, pero creo que te gustara ayudar con el atrezo del musical que van a hacer los alumnos del club de teatro.

El aula se empieza a llenar de las risas de mis compañeros y me doy cuenta de que no apartan su mirada de mí.




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