Otra oportunidad para el amor

22

—¿Mel? ¿Estás ahí?     

—¿Mel? ¿Estás ahí?

Me agacho rápidamente y cojo el teléfono del suelo.

—Tengo que colgar, luego hablamos.

—Mel, ¿estás bien?

—Diviértete y no te preocupes por mí, estoy bien.

Hace frío y siento como las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas. Respiro hondo para recuperarme del duro golpe que acabo de recibir y camino hacia el coche. Cojo mi chaqueta e ignoro las preguntas de mis amigos. No puedo hablarles de esto, todavía no.

Cuando estoy a punto de salir del cine, Nathan se pone en mi camino para que no pueda irme.

—Melissa, ¿estás bien?

De la impotencia empiezo a golpear su pecho sin ningún resultado.

—¡Tú mataste a Trevor! ¡Tú mataste al amor de mi vida!

Intento relajarme y dejar de gritarle, no solucionare nada haciéndolo. Por suerte no hay nadie en esta zona, todo el mundo está viendo la película y solo estamos nosotros dos. No quiero imaginarme qué pasaría si se enterara alguien, mañana podríamos ser el nuevo cotilleo de todos los alumnos de la universidad.

—Espera, ¿qué?—se aparta confundido.

—¿Te enviaron al correccional por matar a dos personas no? Una de ellas fue mi novio Trevor y por muy poco yo.

—Perdí el control del coche, no lo hice queriendo.

—¡Eres un imbécil! Te escondes en el boxeo creyendo que por golpear un saco dejas fuera de tu vida los problemas. ¡Pero no! Hay gente a tu alrededor que se ve afectada, como yo. Sin conocerme ya me jodiste la vida.

Se remueve el pelo y no dice ni una palabra.

—Eres un cobarde. Lo diré solo una vez, apartarte de mí o llamaré a la policía.

Se aparta y me deja el camino libre. Me limpio las lágrimas mientras camino fuera del cine esta vez sin interrupciones. Saco mi teléfono del bolsillo del vestido y llamo a un taxi. El camino de vuelta al campus se me hace eterno, porque no paro de pensar en sus palabras.

Nathan fue el que provocó el accidente que mató a Trevor.

Cuando llego a la habitación, me tiro en la cama y comienzo a llorar aplastando mi cara contra la almohada para silenciar mis sollozos. La puerta se abre y escucho unos pasos que se acercan rápidamente hacia mí. Me da igual que alguien me vea llorar en este momento, es mejor soltarlo todo a reprimirlo durante tanto tiempo como me he acostumbrado a hacer.

Levanto la cabeza de la almohada y me encuentro con Rebeca. Por su expresión diría que está bastante preocupada y confundida. Me incorporo y apoyo la espalda en la pared con el almohadón todavía tapándome la cara.

—Melissa, mírame por favor. No aguanto verte así y no saber cómo ayudarte.

Dejo caer el almohadón y saco la fuerza suficiente para contarle mi historia con Trevor y que tiene que ver Nathan en todo esto.

—¿Entonces lo conocías de antes?

—No, no sabía que fue él el culpable hasta que me lo ha dicho mi tío.

—Antes tampoco te hablabas con Nathan, tampoco veo la diferencia.

—Me duele, pero tampoco puedo culparle de un accidente que pasó porque perdió el control del coche.

—No hace falta que lo perdones por cómo es contigo ahora, pero si puedes perdonarle el pasado. Ocurrió y ya nada puede cambiar. Entonces, ¿por qué martirizarlo por ello?

Le miro y comprendo que tiene razón.

—Y recuerda, él también perdió al amor de su vida en ese accidente.

—Gracias amiga, te quiero mucho.

—Y yo a ti, nunca lo olvides —Rebeca coge mi portátil de la mesilla y lo pone en la cama—. ¿Te apetece que veamos Grease aquí?

—Sí.

Pongo mi cabeza sobre su estómago y ella me abraza por detrás. Acaricia mi pelo y pronto caigo rendida en la cama. El móvil suena varias veces pero sigo durmiendo. Mañana sería un día muy largo.




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