Otra oportunidad para el amor

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Por la mañana Rebeca se ha levantado de la cama, se ha arreglado y ha salido de la habitación para desayunar e ir a clase     

Por la mañana Rebeca se ha levantado de la cama, se ha arreglado y ha salido de la habitación para desayunar e ir a clase. Yo me he quedado en la cama, porque no tengo ganas ni motivos para salir de ella. No me apetece nada ir a clase. Cubro todo mi cuerpo con las mantas y vuelvo a cerrar los ojos para intentar dormir un poco más.

Tras lo que ha parecido una eterna pesadilla me levanto sobresaltada. Miro el reloj y compruebo que ya es la hora de la comida. Como no he desayunado mi estómago empieza a rugir en cuanto pienso en comer algo.

Me levanto de la cama y camino directamente al armario. Me pongo unos vaqueros rotos blancos, un suéter color azul y unas deportivas. Me arreglo el pelo, me aseo un poco y salgo de la residencia para ir a la cafetería.

Cuando llego no hay mucha gente. Cojo una bandeja y me uno a la fila que va avanzando poco a poco. Elijo un plato de pasta, una ensalada y una pieza de fruta. Le doy el dinero a la mujer que se encuentra en la caja y busco una mesa que esté libre. Me siento y miro el móvil ya que he recibido un mensaje de Rebeca.

Me siento y miro el móvil ya que he recibido un mensaje de Rebeca        

Recuerdo que ayer lo estuvieron comentando. Todos van a ir a un combate que van a realizar esta tarde en el gimnasio del campus y quieren que vaya con ellos. No pensaba ir al combate entre Nathan y el Gancho pero no me perdería como le dan otra vez una paliza a Nathan.

He venido tarde a la cafetería y soy la última en terminar de comer. Dejo la bandeja en su sitio y tiro los restos a la basura. Salgo de la cafetería y me reúno con mis amigos fuera del gimnasio.

—Nos habías preocupado, ¿estás mejor? —dice Rebeca mientras me atrapa entre sus brazos.

—Ya estoy mejor, vamos a disfrutar del combate.

Pasamos detrás de un grupo de chicos y nos sentamos en el centro de las gradas. Estamos esperando a que empiece el combate y Ben no para de mirar a un lado y a otro nervioso.

—¿Pasa algo?

—Estoy preocupado por Nathan. El Gancho es uno de los rivales más problemáticos, es famoso por su técnica para dejar inconscientes a sus contrincantes en menos de un asalto. Ha llevado a dos personas al hospital y uno no salió de allí.

Abro la boca sorprendida. ¿Tan bueno es?

La campana suena y el árbitro presenta a los dos luchadores. Observo detenidamente a Nathan y no parece que esté nervioso. El combate empieza y él es el primero en golpear pero falla llevándose un puñetazo directo en las costillas.

El combate avanza y El Gancho está machacando a Nathan. Ha aguantado hasta el segundo asalto pero apenas se puede tener en pie. Todo el mundo se queda en silencio cuando el último ataque de El Gancho deja a Nathan en el suelo y mi respiración se detiene.

Me levanto con rapidez, esquivo a la gente de la grada y bajo corriendo hacia el ring. Alguien intenta detenerme pero me suelto de su agarre, subo y me arrodillo enfrente de Nathan. Pongo mi oreja sobre su pecho y empiezo a ponerme nerviosa cuando veo que no respira.

—¡Qué alguien llame a una ambulancia! —grito preocupada.

—Tienes que irte —el árbitro intenta cogerme del brazo para echarme del ring pero resisto todo lo que puedo.

El entrenador sube al ring y me pide que le acompañe. Tan rápido como llega la ambulancia, le ponen en la camilla y se lo llevan. Intento ir tras él pero Ben no me deja.

—No te preocupes Mel, yo voy con él.

Después de todo lo que ha pasado no tenía ganas de venir a la fiesta que han organizado los del equipo de boxeo, pero Jess y Rebeca han insistido tanto que no he podido decir que no

Después de todo lo que ha pasado no tenía ganas de venir a la fiesta que han organizado los del equipo de boxeo, pero Jess y Rebeca han insistido tanto que no he podido decir que no. Me sirvo en un vaso un poco de refresco y salgo de la cocina. Me siento sola enfrente de la chimenea y cojo rápidamente el móvil cuando empieza a sonar.

—¿Ben?

—Hola, Melissa.

—¿Cómo está?

—Está bien, los médicos dicen que solo se ha roto el brazo y unas cuantas costillas.

—Me alegro de que esté bien —digo con una sonrisa en los labios—. Ben, gracias por llamarme.

—No me des las gracias, sé que en el fondo te importa —empiezo a escuchar mucho ruido de fondo y Ben tapa el micrófono para hablar con alguien—. Mel me gustaría quedarme un poco más hablando contigo, pero te tengo que dejar. Han venido los médicos y tengo que hablar con ellos.

—De acuerdo, adiós.

Guardo el móvil y sonrío cuando veo a Rebeca acercarse a mí. Se sienta a mi lado y apoya su cabeza sobre mi hombro. Me ofrece su vaso con cerveza y niego rápidamente con la cabeza.




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