Mi teléfono no ha parado de sonar desde que me he levantado esta mañana. Todos los mensajes son felicitaciones de gente que se ha acordado de que hoy es mi decimonoveno cumpleaños. Si no llega a ser por ellos, se me hubiera olvidado completamente.
Cuando el timbre suena, salgo de la clase con la esperanza de encontrar a Nathan en la puerta del campus, pero no es así. En el interior de la cafetería tampoco hay rastro de ninguno de mis amigos, así que decido comprarme algo para comer y ocupo una de las mesas que hay al fondo.
Respondo todos los mensajes y compruebo que no tengo ninguno de Nathan. Decido no darle más vueltas, saco los auriculares de la mochila para poner un poco de música y despejarme. Me distraigo viendo pasar a la gente que pide en el mostrador mientras me termino el plato de pasta.
De pronto, unas manos grandes y frías tapan mis ojos y siento su aliento en mi oreja cuando me susurra: «¿Quién soy?».
—¿Nathan?
—Respuesta correcta —aparta sus manos y se sienta a mi lado dejando caer su mochila en la mesa. Rebusca en ella y saca un sobre que coloca enfrente de mí—. Te he traído algo.
Abro el sobre con cuidado y en su interior descubro una carta.
Con la manga de la sudadera me limpio las lágrimas antes de cerrar la carta y dejarla sobre la mesa. Acorto la distancia que nos separa para abrazarle con fuerza y unir nuestros labios.
—Me hubiera gustado comprarte algo más, pero me acabo de enterar que es tu cumpleaños.
—Es un detalle muy bonito, gracias.
—¿Has terminado? —señala la bandeja vacía que hay enfrente de mí.
—Sí, ¿por?
—Nos vamos.
Se levanta de un salto y señala la puerta con la cabeza. Recojo mis cosas y le sigo hasta la salida del campus. Antes de irnos, pasamos por mi habitación y dejamos las mochilas.
Antes, cuando Nathan ha entrado en la cafetería, no me había fijado en que lleva puesto un bañador negro.
—Veo que llevas puesto un bañador, ¿me pongo yo algo?
—Te puedes poner un bikini, aunque también está la opción de bañarte sin nada —alza sus cejas intentando ser provocativo.
—Descartare esa opción de momento.
Al salir, nos paramos enfrente de su moto. Se monta él primero y me ofrece un casco. Lo cojo y me lo pongo antes de subirme detrás de él y rodear su cintura con los brazos. Nathan arranca el motor y nos incorporamos en la carretera.
Cuando vemos el cartel que nos indica que hemos llegado al Beaver Lake, aparcamos y nos bajamos de la moto. Para llegar al lago recorremos un largo camino de tierra, rodeado de hileras de árboles, que parece interminable. Cuando consigo ver las bonitas vistas al fondo, agradezco que Nathan me haya traído aquí.
—Bienvenida a nuestra primera cita.
Desde donde nos encontramos, se puede observar con claridad el lago rodeado por un pequeño terreno arenoso donde varias familias han organizado un picnic y disfrutan de la comida mientras sus hijos corren de un lado a otro en el agua.
Nos situamos bajo la sombra de un árbol y Nathan coloca una manta de cuadros para que nos podamos tumbar sobre ella.
—He preparado una merienda especial para ti —señala la cesta que tengo a mi lado.
—¿Puedo ver que has preparado? —hago amago de abrirla pero Nathan consigue que no lo haga posando su mano sobre mi hombro.
—Tengo una idea mejor —Nathan se tumba en la manta y cierra los ojos—. Vamos a descansar un rato, ha sido una mañana llena de clases y necesito energía.
—¿Energía para qué? —digo e inmediatamente giro la cara para que no pueda ver el rubor en mis mejillas.
—Para nadar, no te sonrojes todavía —su comentario consigue que me sonroje aún más. No debería cerrar los ojos porque soy de esas personas que se duermen con tan solo cerrarlos, pero tengo que relajarme.
Siento como poco a poco mi corazón recupera su ritmo y solo los besos de Nathan consiguen despertarme.
—Vamos a darnos un baño —se levanta de un salto y camina hacia el agua.
Sigo aturdida tras el pequeño descanso, pero he conseguido relajarme. Me tomo unos minutos antes de levantarme y seguirle al agua. Meto primero el pie para comprobar que el agua está muy fría.
Cuando miro a Nathan compruebo que se dirige a mí, dando grandes pasos en el agua, y pronto llega a donde estoy yo. Agarra mi mano y tira de mí hasta el agua.
—¡Nathan espera, está helada!
No me ha escuchado o no me ha querido escuchar porque cuando quiero darme cuenta nuestros cuerpos están cubiertos completamente por el agua helada. Nathan posa sus manos en mi cintura para ayudarme a rodear su cuerpo con mis piernas. Coloco mis brazos rodeando su cuello y le beso despacio, saboreando sus labios húmedos y ardientes.
Mi relación con Trevor fue lo mejor que me ha podido pasar en la vida, lo quería mucho y él me quería a mí. Es cierto que después de perderlo pensaba que no volvería a enamorarme de nadie, pero no consigo quitarme de la cabeza todo lo que me hace sentir Nathan con lo poco que lo conozco.