La gente pasa por delante de mí sin percatarse de lo mareada que estoy tras dar el último sorbo a mi bebida. Cuando sus caras se empiezan a volver completamente borrosas, camino tambaleándome hasta la pared. Me apoyo en ella e intento estabilizarme. La música empieza a molestarme y siento como si la cabeza fuera a estallarme.
Al inicio de la fiesta, los compañeros de fraternidad de Nathan se lo han llevado a por algo de beber y me he quedado sola. Sentada en un sofá y rodeada de dos parejas demostrándose lo mucho que se quieren. Cuando Tay se ha acercado a mí con dos vasos rojos con cerveza, no me ha parecido mala idea aceptar el que me ofrecía.
Confiaba en que a un amigo de Nathan nunca se le pasaría por la cabeza hacerme nada malo, sobre todo rodeados de tanta gente como estábamos. Pero me equivocaba.
Antes de tomar la bebida estaba genial e incluso tenía ganas de bailar con Nathan, ahora solo tenía ganas de cerrar los ojos. El efecto de lo que sea que le ha echado a la bebida actúa rápido y tengo la sensación de que voy a desmayarme en cualquier momento.
—¿Te encuentras bien? —escucho decir a Tay a mi lado—. Voy a buscar ayuda.
¿Ayuda?
Aunque aún sigo mareada, avanzo por el pasillo recibiendo varios empujones de la gente que se dirige al salón. Mi búsqueda termina cuando lo encuentro hablando con dos compañeros del equipo de boxeo en la cocina.
—Nathan... —digo apenas en un susurro.
Nathan abre los ojos asustado al verme en el estado en el que me encuentro. Avanza rápidamente hacia mí y pone sus manos a cada lado de mi hombro.
—¿Melissa, qué te pasa?
—Creo que... —Todo se vuelve borroso antes de que pueda terminar de hablar.
Nathan consigue rodear mi cuerpo con sus brazos sosteniéndome antes de que caiga al suelo y me golpee la cabeza.
Lo primero que descubro al abrir los ojos la mañana siguiente es que la habitación en la que he despertado no es la mía.
Me incorporo en la cama y observo con detenimiento la habitación. En la parte izquierda hay una estantería, casi vacía con algunos libros, y al lado de esta, un escritorio lleno de papeles desordenados que esconden debajo un ordenador. A la derecha, hay un armario de madera viejo y una mochila abierta, que deja ver unos guantes de boxeo rojos.
Eso me da una pista de que estoy en la habitación de alguien que hace boxeo y es entonces cuando me doy cuenta de que posiblemente no este sola y haya alguien más en la habitación.
Giro lentamente la cabeza y descubro un cuerpo de espaldas tumbado a mi lado. No sé quién puede ser y mi cabeza está empezando a colapsarse. ¿Puede ser Tay? Anoche me desmaye porque me echo algo en la bebida, seguramente quería llevarme a su cama y no se le ocurrió otra manera más rastrera de conseguirlo.
Compruebo aliviada que tengo puesta la misma ropa que ayer, por lo que es probable que no haya pasado nada entre el sujeto dormido a mi lado y yo. Aun así, no voy a quedarme a comprobarlo.
Me levanto sigilosamente de la cama, me pongo las zapatillas y camino de puntillas hasta la puerta.
—¿Mel? —Su voz me obliga a soltar el manillar de la puerta y girarme para comprobar que el sujeto de la cama era Nathan. Suspiro aliviada y me acerco de nuevo a la cama, pero me quedo de pie—. ¿Te ibas?
—Sí, digo no —Nathan me mira divertido y en cuanto lo veo sonreír no puedo evitar hacerlo yo también—. Pensaba que eras otra persona, no recuerdo nada después de desmayarme —digo omitiendo el dato de que pensaba que era Tay.
—¿Recuerdas lo que paso anoche?
—Cuando te fuiste y me quede sola, tu amigo Tay me acompaño hasta que volvieras, hasta me ofreció una bebida. Es lo único que recuerdo.
En cuanto esas palabras salen de mi boca todo el cuerpo de Nathan se tensa.
—¿Pasa algo? —pregunto para intentar convencerme de que su cuerpo no se ha tensado porque sea verdad mis sospechas de que Tay metiera algo en mi bebida.
—No, nada. Es solo que me sorprende que Tay se acercara a ti, no sabía que os conocíais.
—Y no nos conocemos.
Nathan se levanta de la cama sin decir nada y se acerca a mí.
—Menos mal que solo fue un susto —acorta la distancia que nos separa y une nuestros labios. Si esta es su manera de desviar mi atención, lo ha conseguido— ¿Tienes hambre?
Asiento dos veces con la cabeza.
Nathan camina hasta la puerta de su habitación y espera a que salga yo para cerrarla. Bajamos las escaleras sorteando los vasos de plástico que hay tirados por el suelo, entramos en la cocina y me siento en uno de los taburetes que hay enfrente de la isla central de la cocina.
Desde mi sitio, observo como Nathan saca una caja de cereales y dos tazas del armario y una caja de leche de la nevera. Pone enfrente de mí una de las tazas con leche y deja la suya a mi lado. Se sienta en el taburete que hay a mi izquierda y me ofrece los cereales moviéndolos de un lado a otro en el aire.
Mientras desayunamos pasamos el tiempo hablando de los exámenes que tenemos en unos días. El lunes tenemos el primero y estoy nerviosa, aunque he estudiado demasiado como para suspenderlos. Nathan los lleva un poco peor, pero estoy segura de que va a poder superarlos y con buena nota.