Otra oportunidad para el amor

27 | 2 de Marzo

El profesor Davis pasa por todas las mesas de la clase, una por una, repartiendo los exámenes

El profesor Davis pasa por todas las mesas de la clase, una por una, repartiendo los exámenes. Una vez que ha repartido el último, regresa a su mesa, que se encuentra al final de las escaleras, y mira su reloj un instante antes de decirnos que podemos empezar el examen.

Nathan me roba un beso, sin que el profesor le vea, y aunque me pilla por sorpresa me ayuda a calmarme y concentrarme en el examen.

Me llevo el lápiz a los labios y con los dedos empiezo a tamborilear en la mesa mientras leo de arriba abajo el examen.

—Tenéis una hora para responder a todas las preguntas —dice el señor Davis desde su asiento—. No recojo ningún examen fuera de hora, así que, sean rápidos si quieren aprobar mi asignatura —Lo único que consigue con sus palabras es ponerme más nerviosa.

No pierdo más tiempo y comienzo a responder las veinte preguntas del examen con rapidez. No me detengo mucho tiempo en las primeras preguntas, ya que son bastante extensas y no me puedo permitir perder el tiempo pensándolas mucho.

Calculo el tiempo que me queda y termino las últimas preguntas a tiempo. Lo repaso dos veces antes de bajar las escaleras y dejar el examen sobre la mesa del profesor. Soy de las primeras en acabar, por lo tanto, recojo mis cosas y espero a Nathan en el pasillo.

Mis compañeros van saliendo poco a poco de la clase y en cuanto mi mirada se cruza con la de Nathan, sé que algo no ha ido bien. Por la expresión de su cara diría que está preocupado por el examen.

Rompo la distancia que nos separa y rodeo su cuerpo con mis brazos. Nathan también rodea mi cuerpo y presiona sus manos en mi espalda.

—Se me ha dado fatal —dice bufando.

Separo un poco nuestros cuerpos para poder verlo mejor.

—Si no apruebas este examen, tranquilo, habrá más oportunidades más adelante. Además, si ves que te cuesta mucho estudiar yo podría darte clases.

—¿En serio?

—Claro, ¿por qué no?—acaricio su pelo con suavidad.

—No sé —encoje los hombros—. Puedo llegar a ser muy molesto cuando estudio, hasta tal punto que suelo terminar con la paciencia de la gente.

—Ojalá no lo hagas. Soy muy mala con la gente que colma mi paciencia —enredo mi mano en su chaqueta y lo acerco a mí.

—¿Qué me harías? —dice divertido.

—Pues...

Alguien tose detrás de nosotros y nos obliga a detener nuestra conversación. Me separo rápidamente de Nathan y observo, con las mejillas sonrojadas, al señor Davis.

—Entiendo lo intenso que puede llegar a ser el amor juvenil, pero por favor no hagáis estas cosas delante de mi puerta.

Nathan y yo nos miramos antes de soltar una carcajada que resuena por todo el pasillo. El señor Davis niega con la cabeza y retoma su camino.

Nathan entrelaza nuestras manos y nos dirigimos a mi residencia. En el camino, comparto con él algunas respuestas del examen, a las que por casualidad hemos respondido igual.

Nos detenemos en la puerta de mi habitación y me apoyo en la puerta quedando frente a Nathan.

—Me tengo que ir ya —se acerca un poco a mí y me da un beso en la frente.

—Yo tengo una idea mejor. ¿Por qué no te quedas a estudiar conmigo?

Nathan se lleva un dedo a la barbilla y se toma su tiempo para responderme.

—De acuerdo, me quedo.

Saco las llaves del bolsillo de mi chaqueta y abro la puerta. Nathan me sigue por detrás y la cierra tras de sí. Dentro de la habitación, no hay rastro de Rebeca y sonrió ante la idea de pasar un poco de tiempo a solas con Nathan.

Dejo el bolso en el mismo sitio de siempre y me tumbo en la cama esperando a que Nathan también lo haga, pero se queda parado observándome desde la puerta.

—Puedes tumbarte a mi lado, la cama es pequeña, pero no muerdo.

Nathan se acerca lentamente a la cama y le hago un hueco a mi lado. Pasamos un buen rato tumbados en silencio hasta que Nathan levanta un poco mi camiseta y comienza a hacer círculos alrededor de mi ombligo.

—¿No íbamos a estudiar? —pregunta con su mirada fijada en mí y una sonrisa en los labios.

—Sí —digo mirando disimuladamente el reloj—. Ya es hora.

Extiendo el brazo por encima de Nathan y alcanzo el libro de cálculo de la mesilla. Me siento en la cama y él hace lo mismo. Abro el libro y conforme voy subrayando todo lo importante, se lo voy explicando a la vez.

—Si te aburres dímelo.

—¿Por qué lo dices?

—Acabamos de empezar y ya has bostezado varias veces.

—Si te soy sincero, no me gusta mucho estudiar.

—¿Entonces que quieres que hagamos?

Nathan me arrebata el libro de las manos, lo deja en su sitio y tira de mi cuerpo de manera que me quedo encima de él. Pego mi frente a la suya y me acerco a sus labios mordiéndolos con suavidad.

—Quiero que sepas que podemos parar en cualquier momento —dice sobre mis labios.

—No quiero parar.

Nathan asiente y atrapa mi camiseta, intenta quitármela pero se me queda atascada en la cabeza. Aunque intento aguantar la risa, mis carcajadas inundan la habitación.

Cuando consigue quitarme la camiseta atrapa mis labios de nuevo, pero esta vez, con más intensidad. Pasea sus dedos por mi espalda, de arriba abajo, y se detiene en los dos enganches del sujetador que desabrocha con una facilidad sorprendente.

Detengo mis manos en el botón de sus vaqueros y jugueteo con él antes de desabrocharlo y meter la mano en su interior. Nathan cierra los ojos y abre la boca ante el contacto de mi piel con la suya.




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