Desde que hemos llegado al gimnasio, Nathan no ha parado de golpear con fuerza el saco de boxeo. Cuando está en el ring es otra persona.
Fijo la mirada en mis piernas y las balanceo de un lado a otro. Me encanta verle entrenar, pero llevo varios días bastante inquieta por las llamadas de mi tío. He intentado ponerme en contacto con él, pero tiene el teléfono apagado.
—Aquí está mi chico —La voz del entrenador, Mark, nos sorprende. Vemos cómo sale de los vestuarios y se acerca a nosotros.
—Hola Melissa, ¿qué tal estás?
—Muy bien —le respondo con una sonrisa—. Gracias por preguntar.
Nathan se quita las vendas de las manos y baja de un salto del ring. Saca de su mochila una botella de agua y se bebe todo el contenido de un trago.
—¿Podemos hablar en privado? —dice Mark dirigiéndose a Nathan.
Nathan asiente con la cabeza y se despide de mí con un beso en la mejilla antes de acompañar a su entrenador hasta los vestuarios. Cuando los veo desaparecer en el interior, saco mi vena curiosa y bajo de las gradas.
Camino hacia la puerta de los vestuarios y me escondo detrás de una pared, desde la cual puedo escucharlo todo.
—Aquí lo tienes.
Me asomo con cuidado y presencio como Mark le entrega a Nathan una bolsa llena de pastillas.
—No quiero seguir con esto, es jugar sucio —dice Nathan en un tono serio. Le devuelve la bolsa y Mark niega con la cabeza.
—Nathan, vamos, no seas tonto. Sabes que sin esto no eres nada.
—Empecé con esta mierda porque estaba hundido, pero no creo que sea lo correcto. Ya no las necesito, puedo ser un buen boxeador sin ellas.
—No me decías lo mismo cuando me suplicabas que te consiguiera más —le responde con una sonrisa bastante inquietante—. Nathan, no quieras que me convierta en tu enemigo —Mark se acerca a él y le aprieta el brazo con fuerza.
Nathan se aparta asustado y coge su mochila del suelo para irse. Se dirige hacia donde me encuentro yo, pero se detiene antes de salir del vestuario.
—Lo dejo —Se vuelve hacia el—. Si alguien va a tener problemas aquí, vas a ser tú.
—Nathan, no digas tonterías, ven aquí.
—Es curioso como la universidad aún no se ha enterado de tus chanchullos secretos.
—Uno tiene sus trucos —Su entrenador se acerca de nuevo y lo encara—. Nathan vas a cerrar tu boca por tu bien, a no ser que quieras que le haga mucho daño a Melissa.
—¿Me estás amenazando?
Intento marcharme sin hacer ruido, pero al salir la puerta se cierra haciendo más ruido del que pensaba.
—¿Sigue ella aquí?—dice Mark nervioso. Escucho pasos que se acercan a la puerta y mi corazón comienza a latir a mil por hora.
—No, ella se ha marchado —Le detiene Nathan—. Te lo voy a decir solo una vez, no te acerques a ella.
—No lo hare si mantienes tu boca cerrada —Le advierte el entrenador.
No aguanto más.
Salgo corriendo fuera del gimnasio y me detengo para recuperar el aire. No debería haber dejado a Nathan solo con él, pero no aguantaba más allí dentro.