En cuanto escuche la puerta de la habitación abrirse, abrí los ojos y me incorpore en la cama. Anoche me acosté tarde esperando una respuesta de Nathan, pero después de revisar por décima vez el teléfono, los mensajes seguían sin respuesta.
Rebeca me mira extrañada mientras deja sus cosas sobre la cama.
—¿No has ido a clase? —me pregunta mientras se acerca a la ventana y abre las cortinas dejando entrar la luz del sol.
—No —niego con la cabeza.
Rebeca me mira con cierta preocupación y se sienta a mi lado en la cama.
—¿Has podido localizar a Nathan?
Le enseño la pantalla del móvil, ella me lo arrebata de la mano y lo deja encima de la mesita de noche.
—¿De verdad vas a pasarte todo el día metida en la cama? Necesitas hablar con él y yo te voy a ayudar.
—¿Cómo?
—Ben tiene que saber algo.
Rebeca saca su teléfono del bolsillo trasero del pantalón y marca rápidamente el número de Ben.
—¿Cariño, estás ocupado?
Desconecto en cuanto empiezan a hablar de Nathan. ¿Por qué no contesta mis mensajes? Sé que está en una situación difícil, pero no tiene por qué pasar esto solo.
—Gracias, nos vemos en un rato.
Rebeca cuelga la llamada y se acerca a mí para sacarme de la cama.
—Voy a buscar el coche, vístete y nos vemos en el aparcamiento.
Me da un beso en la mejilla antes de marcharse y salir de la habitación. Abro el armario en busca de algo que ponerme, saco unos pantalones de chándal gris y una sudadera a juego. Antes de salir de la habitación, cojo las llaves y mi teléfono de la mesilla.
Una vez en el aparcamiento, me acerco al coche de Rebeca, abro la puerta del copiloto y me siento. Miro fijamente como mi amiga introduce la dirección de la casa de los padres de Nathan y Ben en el GPS.
El camino se hace ameno gracias a Rebeca que no para de cantar a pleno pulmón Levitating de Dua Lipa, la ha puesto en bucle desde que salimos del campus.
Rebeca detiene el coche enfrente de la casa y me da un empujoncito para que salga del coche.
—Está solo, así que os dejo intimidad.
—Gracias.
Le doy un abrazo a modo de agradecimiento y salgo del coche. Me espero a que desaparezca al final de la calle y camino torpemente hasta la puerta. Llamo al timbre dos veces, pero no obtengo respuesta, hago un último intento golpeado la puerta dos veces.
Miro por encima de la valla del jardín y compruebo que la puerta está abierta. Recorro el jardín y entro a la casa desde la puerta corredera del salón, salgo al pasillo y compruebo que todo está a oscuras, como si no hubiera nadie.
Subo las escaleras y busco en cada una de las habitaciones hasta dar con la de Nathan. Aunque todo está a oscuras consigo distinguir a Nathan en una esquina de la habitación, está sentado rodeándose las piernas con sus brazos.
—¿Nathan?
Levanta la mirada del suelo para encontrarse con la mía y consigo ver lágrimas en sus mejillas.
—¿Qué haces aquí? Melissa, te tienes que ir. Estar conmigo solo te va a traer problemas.
Me acerco lentamente a Nathan y me agacho enfrente de él.
—Sé que escuchaste el otro día la conversación que tuve con el entrenador.
Asiento con la cabeza e intento acariciarlo para tranquilizarle, pero se aparta.
—No quiero que esto te afecte a ti también, no es el hombre que piensas. Es más peligroso de lo que creía. Estoy preocupado, no quiero que te hagan daño a ti también.
—No te preocupes ahora por eso, lo importante es que saldremos de esto juntos. Te lo prometo.