LA SECUNDARIA
Durante mi último año de secundaria sucedieron muchas cosas fuera de mi entorno escolar. En las calles, cosas malas estaba sucediendo. Creo que nadie habla de esto, las personas que vivimos cosas así intentamos dejarlo atrás pero existimos. Las personas que estamos cerca de crímenes horribles, también somos consideradas “gente común” porque a pesar que no tenemos nada que ver con lo ocurrido, ahí estábamos, de testigos.
Una mujer fue asesinada en un hotel, nunca encontraron al culpable. Luego, en un callejón, una mujer de cuarenta años también fue apuñalada y no encontraron ninguna pista, era como si quien sea que estaba asesinando mujeres, fuera invisible.
La siguiente víctima fue una mujer de sesenta y tres años, sucedió en un campo abandonado. En todos los asesinatos, el responsable les dejaba una marca en el brazo, algo así como su firma. Era un triángulo con bordes irregulares según los reportajes de noticias.
La última víctima fue Janey Furson, mi vecina. Ella tenía tan solo quince años y su cuerpo fue encontrado en una propiedad vieja y abandonada. Janey era tímida y casi no salía pero según sus padres, esa noche salió para visitar a su tía. Se subió a un taxi que jamás fue reconocido y lo siguiente que se supo de ella es sobre sus restos.
Ninguna fue violada, no les faltaba dinero o joyas y todas estaban vestidas. Entonces, ¿Quién les estaba haciendo eso? Aquí es donde la historia se pone oscura.
En mi casa vivíamos ocho personas. Mi casa era relativamente grande así que nuestra familia, que era numerosa, la usaba como hotel gratuito. Permanentemente vivíamos mis dos hermanos, mis padres y mis abuelos pero constantemente llegaban mis tíos con sus hijos, mis tías maternas solteras y así, se alternaban las cuatro habitaciones libres cuando querían.
No me llevaba bien con mi familia fuera de mi familia más cercana, ósea mis hermanos y mis padres. Con mis abuelos me llevaba más o menos, solo mi abuelo paterno me trataba bien.
El punto es que lo problemático de compartir una casa con todas estas personas es que básicamente eran desconocidos. Mis primos y nosotros no nos conocíamos bien, solo cuando nos reuníamos todos para navidad y algunas fiestas. Mis tíos y tías eran distantes y solo se aparecían cuando ya no les alcanzaba para la renta.
La última vez que la casa se llenó fue cuando llegó mi tía Ester con sus tres hijos varones. Uno de diez años, uno de quince y el mayor de mí edad. El de diez años se llama Luke, el de quince se llama Isaac y el último, el de mi edad, se llama Oscar.
Oscar me incomodaba.
Suena asqueroso pero es la verdad. Oscar me miraba de una forma que un primo no debería verte. Eso me forzaba a cerrar con seguro mi puerta todas las noches por si acaso y cuando me duchaba, me aseguraba que la puerta estuviera cerrada. No quería que nada me sucediera aunque parecía inofensivo, solo extraño.
Hasta un día, unos meses antes que acabara la secundaría. Él estaba borracho en la sala y estaba llorando. Su madre lo sostenía y trataba de calmarlo para que no despertara al resto de la familia, ignoraban que yo estaba escondida en la parte de arriba de las escaleras.
—Mamá… ¿Qué haré? —escuché que preguntaba entre sollozos.
Su mamá susurró algo y no entendí. Escuché cuchicheos y finalmente escuché lo que más me impactó:
—Yo no quería matarla… quería hablar con ella, pero se enojó y tuve que callarla, mamá ayúdame por favor no quiero ir a la cárcel.
Mi corazón se detuvo. No sabía de qué rayos estaba hablando. ¿Mató a alguien? ¿Es un asesino? ¿Hay un asesino en mi casa?
Eso no era posible.
Lo he visto en las películas, en la televisión pero… ¿Realmente hay un asesino viviendo aquí? Mi corazón se aceleró, inmediatamente me sentía desprotegida y con mucho miedo.
Entré en pánico, no tenía idea de que hacer. Conocía a mis padres y ellos no me hubieran creído, le hubieran dicho a mi tía lo que les conté y Oscar me hubiera asesinado también.
Tenía que hacer algo, no podía quedarme callada. Tenía que evitar que él hiciera algo más. Tenía que detenerlo de alguna forma.
Me quedé escuchando para tener más detalles, intentando contener mi respiración para no hacer ningún ruido. Mi tía seguía calmándolo y diciéndole que nadie lo sabría ¿En serio está protegiendo a un asesino?
Tengo miedo.
Miedo de esta familia.
Lentamente me regresé a mi habitación, coloqué el seguro como siempre y me senté frente a la puerta. Me quedé la mayor parte de la noche despierta pensando en qué podía hacer, sea lo que sea, tenía que ser rápido. Oscar ya me asustaba y no quería que siguiera viviendo aquí, especialmente ahora que sé de lo que es capaz.
Así que hice lo más que pude, escribí con mi mano izquierda una carta para la policía, distorsioné la letra lo más que pude rogándole a Dios que no fueran capaz de reconocerla y le pagué a un niño diez dólares para que fuera a dejarla, así evitaba que alguien me viera en la comisaria.
El niño entregó mi carta y los policías tomaron cartas en el asunto.
Mi carta decía que Oscar Mennett confesó un asesinato y que debería ser investigado.
Ellos lo investigaron y así dieron en que el asesinato de Janey no fue parte de las víctimas en manos de un asesino loco serial, sino fue asesinada por mi primo raro. Oscar le hizo una marca de triangulo para que la policía creyera que también había sido víctima de otro criminal.
En realidad esto es lo que pasó según su declaración:
Oscar siguió a Janey durante la tarde, mientras ella caminaba a casa de su tía. Ella iba sola y Oscar, según su declaración, solo quería saludarla. Se acercó y trató de conversar, según él. Se salió de las manos todo, la estranguló y murió.
Según la policía, lo que pasó fue diferente. Oscar sí quería abusar de Janey pero ella se defendió, pues tenía signos de haber peleado (pero no había ADN es sus uñas, solo estaban rotas por el forcejeo), Oscar la estranguló para que se calmara pero cuando entendió que la había matado, se la llevó y ahí, le hizo la marca para que toda la atención se desviara.