Otra Vez

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JEREMY.

Hannah es la hermana mayor de Tommy, un chico muy inteligente que aprende piano conmigo. La conocí hace dos años, mientras estaba en una sesión con su hermano menor.

Ella vestía un vestido naranja, su cabello recogido y unas sandalias. Se veía muy linda, es genético supongo. Ellos tienen raíces tailandesas y toda esta familia parece  listos para la pasarela. Incluyendo los más pequeños, tienen más estilo que yo.

Hannah se sentaba en el sofá, en la habitación continua de donde estaba el gran piano familiar, con un libro y una limonada helada. En algunas ocasiones se paraba en el borde de la puerta cuando Tommy se lo pedía, para que viera todo lo que había progresado.

Hannah me llamaba la atención no solo por su belleza externa sino por sus peculiaridades. Leía libros clásicos un día y al siguiente novelas de terror. Le gustaba usar vestidos veraniegos durante cualquier época del año, siempre comía todo con un tenedor, incluyendo las hamburguesas y las pizzas que eran veganas, que eso fue otra cosa que noté. También apreciaba la música clásica, el arte contemporáneo y la historia de las guerras.

Hannah no me hablaba mucho al comienzo, solo saludaba y se iba con su libro pero eventualmente, comenzamos a conversar. Empezamos a hablar de cosas simples y luego compartíamos puntos de vista sobre política, religiones, movimientos sociales. Era una persona inteligente, con opiniones firmes pero sabía escuchar otros puntos de vista.

No me enamoré de ella pero si digo que no sentí nada por Hannah, mentiría. Por primera vez en mi vida después de la secundaria, sentía algo dentro de mí. Me gustaba la idea de invitarla a una cita, pasear por el paseo marítimo en una playa durante el atardecer o simplemente tirarnos en el césped mientras ambos leíamos un buen libro.

Así se sentía con Hannah. Hannah era moda exclusiva, discos de vinilo, limonadas en verano, caminar descalzos en el césped. Era como romantizar la vida.

Si Hannah se hubiera quedado más tiempo, estoy seguro que me hubiera enamorado de ella. Después de un tiempo me contó que se iría a Francia unos meses a estudiar Francés. Ella sabía que yo hablaba el idioma y me prometió que cuando volviera, iríamos a cenar a un restaurante exclusivo y charlaríamos toda la noche en el idioma del amor. Sus palabras, no las mías.

La idea me entusiasmaba, y la estaba esperando. Quería permitirme sentir algo por alguien, había pasado toda mi vida soltero y suponía que era el momento de empezar a explorar ese lado de la vida.

Así que pacientemente, la esperé. Unos meses pasaron y jamás respondió mis cartas. Cartas con simples saludos amigables y nada más. No me contactó por correo electrónico y asumí que quizás ella ya estaba teniendo un romance, con algún francés, lejos de mí.

Así que me rendí. Acepté que Hannah no era más que una fantasía. Un breve momento en mi historia que se percibía como algo único.

Si Hannah no se hubiera ido, quizás ahora mismo estaría a su lado, desayunando fruta fresca y debatiendo sobre las últimas noticias relacionadas con la política. Quizás me contaría sobre su novela favorita mientras escuchamos a Mozart o a Queen, mi banda favorita. Quizás la magia de Hannah es como todo se sentía ficción, idealizado. Como si de pronto cambias a otra dimensión, una donde hay lujos, cultura y arte.

Un mundo que tal vez no era para mí, o tal vez sí. Nunca tendré la oportunidad de saberlo.

Dolly fue mi primer amor pero fue demasiado corto. Claro, después de nuestro reencuentro mis sentimientos han crecido pero volver a ver a Hannah se sintió irreal. Pensé que no volvería a verla pues Tommy terminó las lecciones conmigo y ahora las tomará en una academia exclusiva.

Sin embargo, con Hannah siempre tendré una cita pendiente. En esa cita donde sabría si ella y yo podemos tener algún tipo de futuro juntos o lo mejor es solo dejarlo hasta donde llegamos.

Creo que comienzo a entender la insistencia de Dolly con Jake. Cuando llega alguien que te hace sentir diferente, que te da esperanzas de anhelar un futuro mejor, quieres saber cómo terminará la historia. No quieres asumir, no quieres imaginártelo, quieres la realidad. Quieres saber presencialmente si lo que has soñado es tan bueno como lo imaginas.

Así que, si Hannah me pide una cita, le diría que sí. Dolly está cegada por Jake y durante este tiempo no ha notado mis sentimientos. ¿Tiene algo de malo querer experimentar el romance?

Yo también quiero saber qué es amar.

— ¿Hannah? —la llamó por teléfono, espero que este siga siendo su número.

— ¿Jeremy? —se escucha animada.

—Hola, eh, me preguntaba si quizás, ¿Te gustaría tomar algo conmigo?

Hannah acepta feliz, me comenta sobre una nueva cafetería con estilo barroco en el centro, afirma que hay opciones de postres veganos. Nos ponemos de acuerdo en vernos mañana por la tarde, ella cuelga y mi corazón late rápido.

Tengo un poco de miedo, miedo a estar haciendo algo equivocado. Quizás sigo molesto con Jake, con su confesión y con la manera en que Dolly lo tiene tatuado en su corazón. Quizás estoy resignado que ella y yo, no vamos a estar juntos, no de la forma en que me gustaría.

Dolly no me ha visto jamás como alguien más que un amigo, es hora de seguir adelante. No puedo pasarme más tiempo esperándola. Cuando era joven, la recordaba con cariño y con el deseo de volverla a ver pero ahora que eso ha pasado y que nada ha cambiado, que ella sigue aferrada a Jake y que no me corresponde mi amor, tengo que dejarla ir.

Será más fácil de esa forma ser solo su amigo. Quiero seguir pasando tiempo con ella, por supuesto. Es una gran chica, me divierto todo el tiempo y es buena pero mi vida sigue. No voy a estancarme con ella.

Al menos, eso es lo que quiero creer. La verdad es que aun si Hannah es del tipo de chicas que no cualquiera consigue, de esas chicas que son únicas y que tendría mucha suerte si algo surge entre nosotros, ella no es Dolly.




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