LA SECUNDARIA
EL ACCIDENTE.
Andreé y yo seguíamos nuestra rutina de juntarnos por la piscina hasta que las cosas cambiaron por culpa de Monique.
Ella nos vio un día ahí, solos, sin hacer nada más que hablar y luego inventó un rumor. Dijo que nos vio teniendo relaciones detrás de unos arbustos. La gente empezó a molestarnos de distintas formas, que poco a poco, fue creciendo como una bola de nieve.
Primero eran simples murmureos. Cuando yo caminaba la gente susurraba cosas y aunque sí me hacía sentir mal, trataba de parecer que no me importaba o que no lo notaba.
Luego empezaron a escribir cosas en los baños. Andreé me dijo que en el de hombres escribían cosas como: los raros se (palabra obscena) en los arbustos y gente comentando “asco” “¿En serio?” “¿Los feos?”
Él se veía apenado pero le aseguré que no importaba, que solo teníamos que dejarlo pasar. Faltaba muy poco para que la escuela finalizara, solo debíamos aguantar un poco más.
Hasta que siguió aumentando. Alguien puso varios condones pegados en el casillero de Andreé y en el mío escribieron cosas que prefiero no recordar. En la pizarra todas las mañanas había dibujos obscenos, insultos y palabras crueles. Yo lo ignoraba aunque por dentro quería morirme.
El accidente ocurrió un día que Andreé y yo nos fuimos a la azotea, porque estar en cerca de la piscina podría ser peligroso ahora que sabían en donde nos reuníamos.
Mientras hablábamos de cualquier cosa menos los problemas en la escuela, la puerta se abrió y entró un grupo de quince personas. Entre todos, las toxicas. Daisy también estaba ahí.
Empezaron a preguntarnos sobre el rumor, burlándose y afirmando que nos habían grabado. Andreé habló y les pidió que nos dejaran en paz.
Luciana soltó una carcajada. — ¿Qué pasa? ¿Por qué no lo admiten?
—Solo váyanse —había tratado de defender pero era claro quienes iban a ganar.
Un chico flaco y alto se acerca a él y le susurra algo que lo hace enfurecer. Andreé lo empuja y el chico le devuelve el empujón. Varias personas dan un paso al frente pero no para separarlos, como si quisieran entrometerse y golpear a Andreé.
Entonces doy un paso al frente. — ¿Qué ganan con esto? —Me temblaba la voz—, no estamos haciendo nada malo, déjennos.
Monique silba. —Eres una fácil, Dolly.
Suspiro —Todos esos rumores son una mentira —afirmo.
Ella sonríe —Bueno, tampoco es como si realmente creyéramos que ustedes tienen algo, ¿no? Se nota que son vírgenes y lo serán por siempre.
Mi cuerpo pierde la fuerza pero me obligo a quedarme recta. —Váyanse —miro a Andreé—, mejor nos vamos nosotros.
Le hago una seña y pasamos a un lado de todos ellos pero antes que pudiera salir por la puerta, alguien tira de mi cabello y me hace caer de espalda sobre el piso. Andreé se inclina alarmado y mis oídos zumban, veo que mueve los labios pero no escucho lo que dice.
En ese momento, alguien nos tira un cubo lleno de basura encima. Yo en el suelo y Andreé en cuclillas recibimos una cantidad grande de restos de sándwiches a la mitad, jugos que aún tenían líquido, barras de chocolates derretidas y Dios sabe que otras cosas.
Todos se van luego de eso y el silencio se queda en su lugar. Andreé tiene la mirada hacia abajo y yo no puedo creer lo que acaba de pasar. Como puedo me levanto y él sigue viendo hacia el suelo, con el cabello cubriéndole los ojos. Es ahí cuando noto que sus ojos gotean.
Se me forma un nudo en la garganta, cierro los ojos y suspiro. Aún quedan algunas horas antes que la escuela termine pero no quiero bajar, no quiero ver a nadie en este momento.
Mis ojos empiezan a arder, puede que la basura me haya dado una infección o puede que las lágrimas estén listas para salir. Cierro los ojos con fuerza y me imagino en cualquier lugar menos aquí. Ya tengo suficiente con la confesión horrible que hizo mi primo, con la soledad que vivo todos los días y ahora ellos… han arruinado lo único bueno que tenía.
Andreé y yo ya no tenemos un lugar seguro, ya no estamos a salvo. Ahora si nos ven, dirán cosas de nosotros. No solo del tonto rumores sino de este momento, de esta horrible humillación.
Daisy estaba ahí como espectadora, ¿Acaso nuestra amistad no le importó? ¿Acaso disfrutó verme en esta situación?
¿Qué ganan haciendo esto? No entiendo porque la gente tiene que ser mala. No entiendo cuál es la razón para hacer algo como lo que nos hicieron. No solo lo de la basura, también las burlas y los tontos rumores. ¿Acaso les hace feliz? ¿Tan miserables son?
—Perdón por no hacer nada —susurra Andreé
Niego y lo muevo para que levante su rostro, él lo hace a un lado y yo lo rodeo sobre los hombros. Lo abrazo porque sé que lo necesita tanto como yo. Él me sostiene con fuerza y su respiración es agitada. No sé si está llorando, no le pregunto. Dejo que el abrazo sea lo suficientemente largo como para que nos ayude aunque sea un poco.
Esa fue la segunda vez que abracé a Andreé.
La primera fue en el día de los amigos, la segunda fue aquí, en este horrible momento.
La tercera fue la última vez que nos vimos.