Otra vez tú

Capítulo 3 - Elo

Eloísa no tenía ganas de venir, pero eso nunca había detenido al huracán que era. Con Mara tirándola de la mano, atravesó la puerta del edificio universitario y, sin darse cuenta, ya estaba en modo “compañera de apoyo máxima”. Porque así era ella: imposible de contener, incontrolable y contagiosamente divertida… pero esa noche su energía tenía un propósito concreto: Mara.

—Recuerda, una hora y veinte —susurró Mara mientras se adentraban en la fiesta.
—Sí, sí —respondió Eloísa, aunque sabía que la palabra “hora” se evaporaría antes de los primeros cinco minutos—. Pero no te preocupes, estoy aquí para ti.

Eloísa no estaba en plan de conquistar la fiesta ni de convertirse en el centro de atención. Su objetivo era simple: asegurarse de que su mejor amiga no se escondiera detrás de un grupo de desconocidos ni se quedara paralizada por los nervios. Mara estaba a punto de encontrarse con Andrés, y Eloísa se había autoasignado el papel de “entrenadora de confianza y ánimos”.

Apenas pusieron un pie dentro, Eloísa respiró hondo y lanzó su radar social: no para dominar la noche, sino para detectar cualquier obstáculo que pudiera frenar a Mara.

—Vale, vamos a buscarte a tu príncipe —susurró con una sonrisa cómplice—.

Saludaba con su habitual familiaridad, pero de manera medida. Un guiño por aquí, un comentario sarcástico por allá, suficientes para romper la tensión y hacer que Mara respirara más tranquila.

—¡Hola, Julia! ¡Ese vestido es perfecto! —dijo mientras pasaban junto a un grupo de estudiantes—.

Mara suspiró, había algo cálido en su mirada. Sabía que Eloísa estaba allí por ella, no por la fiesta, y eso hacía que su nerviosismo disminuyera.
—Elo… gracias por esto —murmuró, mientras seguía su mano entre la multitud.
—No hay de qué. —respondió Eloísa, con un toque de teatralidad que hizo sonreír a Mara—. Ahora, vamos a encontrar a tu chico antes de que desaparezca entre la gente.

Y así, el torbellino que era Eloísa se movía con suavidad, equilibrando su energía inagotable con atención y cuidado. Saludaba, animaba y, sobre todo, dirigía a Mara con pequeños empujones de aliento y bromas ligeras que le hacían soltar la tensión acumulada.

—Recuerda respirar —le dijo mientras sorteaban un grupo de estudiantes bailando sin coordinación—. Y si ves a alguien con una bebida en la mano, asegúrate de esquivarlo. Primera lección de la noche: supervivencia universitaria en fiestas.

Mara suspiró, divertida, mientras Eloísa la guiaba. Por momentos parecía que estaban haciendo una coreografía secreta, pasando entre luces intermitentes y música a todo volumen, esquivando cuerpos, charlas ruidosas y vasos voladores.

—¿Ves? No es tan aterrador —dijo Eloísa con una sonrisa—. Solo hay que aprender a fluir con el caos. Y yo estoy aquí para enseñarte.

Mara rodó los ojos nuevamente, pero con una sonrisa. Esa mezcla de nervios y diversión empezaba a relajarse gracias a Eloísa. Cada broma, cada comentario ligero y cada gesto de apoyo le recordaban que no estaba sola. Que, aunque el mundo pareciera un huracán de luces y sonidos, había alguien que la sostenía y la impulsaba suavemente hacia adelante.

Eloísa, mientras tanto, no podía evitar divertirse también. Su energía estaba contenida, pero no reprimida; un torbellino más suave, centrado en Mara. Reía ante los comentarios absurdos de algunos estudiantes, lanzaba pequeñas ironías que sacaban carcajadas y a la vez mantenía el rumbo: ayudar a su amiga a encontrar a Andrés.

—Vamos, que no se nos escape —dijo, agarrando suavemente la mano de Mara—. Y si te tropiezas, no te preocupes. Yo te atrapo… o al menos intento que no sea vergonzoso.

Mara se dejó guiar, confiando plenamente en la intuición de su amiga, mientras Eloísa sorteaba cada obstáculo con facilidad, haciendo que la fiesta pareciera más ligera de lo que realmente era. Entre risas, comentarios rápidos y pequeñas intervenciones para mantener la paz, el dúo avanzaba por la multitud.

En un momento, Eloísa chocó accidentalmente con alguien que llevaba un cubo de hielos. El líquido se derramó por un lado, pero en lugar de enfadarse, soltó un grito teatral y lanzó una broma que hizo reír al grupo cercano.

—¡Atención, damas y caballeros! Este es un ejemplo perfecto de cómo no derramar tu bebida en una fiesta universitaria —dijo con reverencia fingida—. Por favor, tomen nota.

Mara no pudo contener la risa y le dio un codazo juguetón.
—Eres imposible —dijo entre risas.
—Imposible y adorable —replicó Eloísa, guiñándole un ojo mientras la empujaba suavemente hacia el otro extremo de la sala—. Ahora, misión Andrés.

Mientras avanzaban, entre música, luces y conversaciones superpuestas, Eloísa notó que alguien las observaba desde un poco más lejos: un chico con expresión seria, pero con una mirada que parecía seguir cada movimiento. No lo reconoció, y su primer impulso fue pensar que se trataba de otro estudiante curioso. Sin embargo, había algo en la forma en que inclinaba ligeramente la cabeza, casi con atención profesional, que le resultó… peculiar.

No le dio más importancia. Su foco estaba en Mara. A cada paso, a cada saludo, a cada comentario sarcástico o broma ligera, la energía de Eloísa estaba completamente dedicada a su amiga. Era un huracán, sí, pero un huracán con dirección, un torbellino centrado en la felicidad de otra persona. Y por primera vez en mucho tiempo, disfrutar de su propio caos parecía un efecto secundario agradable y totalmente intencional.



#5220 en Novela romántica

En el texto hay: risas, amor, coqueteo

Editado: 14.10.2025

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