Otro san Valentín diferente (relato #2)

Otro San Valentín diferente

Ya ha pasado un año desde aquel día especial. Lo recuerdo con una sonrisa cada vez que pienso en cómo mi vida cambió gracias a Valentina. En aquella ocasión fui yo quien dio el primer paso, pero ahora, es ella la que ha decidido sorprenderme en nuestro aniversario.

Me llamo Joseph y, desde ese día de San Valentín en el que Valentina se convirtió en mi cita, mi vida no ha sido la misma. Sé que algo tiene entre manos, sin embargo, no tengo ni idea de lo que me espera. Ha sido muy reservada y su emoción contenida me tiene intrigado.

El día comenzó como cualquier otro, mas con una energía especial en el aire. Desde que abrí los ojos, noté la diferencia. Mi chica ya no estaba en la cama y, cuando me levanté, encontré una nota en mi mesita de noche que decía: «Prepárate, hoy es un día especial. No preguntes nada y solo sigue las instrucciones. Nos vemos por la noche».

Intrigado, decido seguir el juego. La primera instrucción es simple: «Relájate. Disfruta tu mañana como prefieras, pero asegúrate de estar listo a las seis».

***

Pasé la mañana pensando en nuestra relación, en cómo había pasado de ser un vecino tímido y nervioso, a alguien que finalmente tuvo el valor de invitarla a cenar. Aún recuerdo el sonido de mi corazón martillando en mi pecho cuando se lo pedí, y el alivio que sentí cuando aceptó.

Las horas pasan con una mezcla de emoción y expectación. Es raro, pero puedo sentir la emoción en el aire, como si algo importante estuviera por suceder. Valentina es sorprendentemente buena manteniendo secretos cuando se lo propone.

***

Son las seis de la tarde y ya estoy listo para lo que me tiene preparado. Llevo mi mejor traje, uno que ella siempre decía que me queda “de infarto”. Mi teléfono suena encima de la mesa auxiliar del salón y lo cojo para leer el mensaje de ella: «Baja al portal».

Obedezco con una sonrisa y bajo las escaleras con rapidez. Miro hacia la puerta acristalada del portal y la veo en la acera con una gran sonrisa en los labios. La saludo con un beso y un hombre uniformado nos abre la puerta de una limusina y, sin palabras, nos ofrece una sonrisa amable.

El conductor nos lleva por la ciudad hasta el puerto. Nos deja en el aparcamiento de la playa y Valentina me guía hasta la entrada. Se queda parada, se da la vuelta y saca un pañuelo de su pequeño bolso negro de lentejuelas.

—Confía en mí —me dice mientras me anuda la tela alrededor de los ojos para que no vea nada.

Su mano se entrelaza con la mía y me lleva por el pequeño puente de madera hasta llegar a la arena fina de la playa. Siento la brisa fresca y huelo la sal en el aire. Abro los ojos cuando Valentina me quita el pañuelo y me encuentro enfrente de una mesa adornada con un mantel blanco y velas en el centro.

—¿Te gusta? —me pregunta con una sonrisa nerviosa.

—Es perfecto, Val —respondo al sentir el calor de su esfuerzo y el detalle en cada cosa. Mi corazón late con fuerza al ver cuánto se ha esforzado por hacer de esta noche algo especial para nosotros.

***

La cena transcurre tranquila. El suave sonido de las olas acompaña nuestra conversación ligera y fluida como siempre. Nos reímos de recuerdos compartidos, de pequeños momentos que han definido nuestra relación. Sin embargo, noto que mi chica parece algo distraída. Se muerde el labio de vez en cuando y sus ojos verdes brillan de una manera que no había visto antes.

Después de la cena, me lleva de la mano a la orilla del mar. La luna ilumina el agua y todo parece mágico, como salido de un cuento. Me detengo un momento para mirarla, le enmarco el rostro y le pregunto:

—Val, ¿qué te ocurre?

Mi voz es suave como el terciopelo y casi frunzo el ceño intentando leer lo que pasa por su mente.

Ella respira hondo y clava sus ojos en los míos. Hay algo en su expresión que me hace pensar que lo que está por decir es más grande de lo que me imagino.

—Joseph, hay algo que necesito decirte —empieza con la voz temblando.

Mi corazón se acelera de inmediato, pero mantengo la calma mientras la sostengo por la cintura. No quiero pensar en nada malo. Ella toma una de mis manos y la coloca suavemente sobre su abdomen.

—Cariño, estoy… Estoy embarazada —me dice finalmente con una sonrisa en los labios.

Sus palabras resuenan en el aire como un eco y mis ojos se abren de par en par. Por un momento, el mundo parece detenerse. Es una sensación abrumadora, una mezcla de sorpresa, emoción y miedo, todo al mismo tiempo.

—¿Qué has dicho? —es lo único que puedo contestar, casi sin aliento.

—Vamos a ser padres, Joseph. Lo supe hace unas semanas, pero quería esperar el momento perfecto para decírtelo. Quería asegurarme que todo iba bien antes de soltarte esta noticia —me explica con emoción y ansiedad en su voz.

Miro su rostro, luego mi mano aún apoyada en su abdomen. Un millón de pensamientos me atraviesan la mente. Seré padre. Vamos a ser padres. Y lo primero que siento, más que nada, es una alegría indescriptible.

—Val… No sé qué decir —contesto, aunque las palabras se me escapan torpemente. No hay tartamudeo, solo la pura emoción fluyendo a través de mí.



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En el texto hay: san valentin, secretos, sorpresa

Editado: 14.02.2025

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