La noche en que la vida, y ya puestos, todos los planes que Tony tenía para ella se fueron al demonio, el clima no era particularmente cálido.
Alguien diría que era una curiosa casualidad que la noche en que su frío y hosco corazón volviera a ser recorrido por aquella desesperante y adictiva corriente de necesidad, el clima acompañara su humor con un frío y constante viento.
Le tomaría años preguntarse por qué, cómo y cuándo. Más años le tomaría entender que esas preguntas no tendrían una respuesta más certera que la que obtuvieron tales como: de dónde venimos y a dónde vamos. Pese a que entendería que aquellas preguntas eran tan imposibles de responder como lo era el misterio de los universos paralelos, sería en aquella noche donde encontraría el vestigio de una explicación.
Jamás habría un aquí y ahora, le llevaría toda la vida entender que no existía un por qué en un momento exacto, pero esa noche es cuanto más se acercará a una respuesta.
Una noche donde convergerán sentimientos complejos y necesidades escondidas, que propiciarán el inicio de algo que a futuro llamará destino. Furia, soledad, tristeza, cariño y necesidad se mezclarán con el arrepentimiento, la culpa, el deseo y un joven que siempre fue mucho más que uno del montón.
Claro que Tony no pensará en esto si no hasta años más tarde, esa noche, en su presente, lo único que tenía lugar era atrapar al chico de Queens que se le había escapado y el cuál por muy idiota que parezca, necesitaba abrazar.
El teléfono apenas sonó una vez antes de que su diligente asistente contestara.
—Marks.
—Señor Stark.
—Rhodes va en camino a tu casa —murmuró sobrevolando el edificio donde Peter esperaba sentado bajo el domo electromagnético de contención que había diseñado el propio Bruce.
Diría que se sintió culpable, pero más bien era lo contrario. La furia por su osadía lo recorría demasiado vívida en su interior como para que le diera pena. Nadie en su puta vida lo rechazó y Tony no es que fuera a permitir que ese niño lo hiciera. No. Y no era una cuestión de orgullo. Era una cuestión de criterio. Parker se alejaba de él, no solo físicamente. Permitirle esa distancia era permitirle todo tipo de distancia y la sola idea lo ponía enfermo.
—Ya veo... —dijo la chica vacilando ligeramente— Intuyo que no se trata de una visita del tipo personal.
Tony sonrió al escucharla. Se deshizo del casco en su traje una vez que aterrizó en la solitaria terraza, viendo como Peter seguía allí sin luchar por liberarse. Su imagen lo desconcertó unos segundos y frente a sus ojos las peores pesadillas se volvieron realidad, pues Peter lejos de intentar algo como enderezarse, mirarlo o mandarlo a la mismísima mierda por su irresponsabilidad, se quedó allí sentado, esperando a que él decidiera liberarlo.
Tony sintió el retorcijón en su abdomen y quiso poder destruir aquel edificio con sus propios puños. Ese no era su chico, ese no era el niño que Tony con tanto esfuerzo había dejado tranquilo y a la espera de que, sin su asquerosa intervención, pudiera ser lo magnífico que sería.
«¿Qué te hicieron Parker?», se preguntó con desprecio y dolor. El mocoso que había reclutado hacía años, jamás se hubiera quedado dentro de un domo energético, ni, aunque para salir hubiera tenido que dejarse achicharrar. El chico que él tanto había cuidado desde el anonimato hubiera descubierto la forma de interrumpir el intercambio energético entre los cuatro reactores que lo mantenían cautivo. Ese era su chico, uno que luchaba, uno que peleaba y no se rendía. No aquel, no ese que estaba sentado sin fuerza suficiente para enderezar los hombros.
—Supones bien. —murmuró sabiendo que alargar esa charla lo separaba de su verdadero problema en el suelo, o bueno, en el tejado— Va a llevarte un idiota que acaba de convertirse en el físico en jefe de nuestra planta en América Latina.
—Pero nosotros no tenemos... Supongo que voy a conseguirnos una. —dijo interrumpiéndose sola.
—Que nadie diga que esos años en Harvard no sirvieron.
—Dudo que alguien lo diga, señor. —se mofó.
—Hay idiotas para todo.
Ambos guardaron silencio y Tony esperó partiendo su mente entre la charla e intentar determinar qué hacer con Parker. Obviamente no podía solo dejarlo allí consumiéndose, pero tampoco es que supiera que hacer si lo liberaba en ese preciso momento. Qué le diría, cómo lo despertaría. Porque ese chico necesitaba despertar. Eso era así. Se esforzó tanto por cuidarlo esas últimas semanas que no vio lo malditamente fundamental que era hacer que Parker espabilara.
No solo le había fallado al dejar que lo atrapen, Tony falló haciendo todo mal una vez que lo tuvo bajo su ala. «Voy a hacerme cargo» cuántas malditas veces se lo dijo, ¿cuántas? Tantas que él mismo se convenció de que eso era lo correcto.
Esas mierdas habían osado tocarlo, le habían faltado completamente el respeto al secuestrar a su pupilo y peor, mucho peor, trasgredieron cualquier puñetero límite en el instante en que lo encadenaron. Todo lo que vino después de eso no tenía nombre, pero Tony sabía que era responsabilidad suya asegurarse de que Peter estuviera bien.
Pero no vio, no prestó atención. Eso era lo importante para él y su cabrona mente que no paraba de confundir lo correcto de sus necesidades.
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Editado: 13.07.2021