Our Imperfect Life.

"Puedes contar conmigo" (reescrito)

Russell

Aceptar lo que soy no fue fácil. Decirlo en voz alta… mucho menos.

Marianne fue la primera en saberlo. Y aunque confiaba en ella, parte de mí temía cómo lo habría tomado de verdad. Todavía no sé si debería contárselo a alguien más. No entiendo del todo el mundo al que acabo de entrar, ni lo que realmente siento.

Nunca fui un chico "típico", pero siempre me rodeaban personas. Era popular, llamaba la atención de muchas chicas. Supuse que eso era lo correcto. Que así debía funcionar.

Marianne no fue mi primera novia, pero sí la única que quiso ir más allá de los besos y las salidas. Y aunque me esforcé por corresponderle, siempre había algo que me frenaba. Algo que no entendía.

Hoy necesitaba ayuda. Solo una persona podía escucharme sin juzgarme: Zoel.

Lo conocí de niño, en uno de esos ridículos eventos de nuestros padres. Ambos los odiábamos, y eso nos unió. Con el tiempo fuimos inseparables… hasta que empecé con Marianne. Nos distanciamos, pero sabía que podía contar con él.

Lo llamé. Respondió como si no hubiera pasado ni un día. Quedamos en su cafetería favorita.

A la mañana siguiente desperté temprano. Ayudé a mis padres a empacar. Saldrían de viaje por trabajo.

—Regresamos pronto —dijeron.
Yo sabía que no. Nunca lo hacían.

Tras despedirme, me di un baño y salí. Zoel ya me esperaba, con su sonrisa burlona de siempre.

—¡Milagro que me pidas verme! —dijo alzando las cejas.
—Lo mismo digo.
—Cállate. Tú me abandonaste, traidor. ¿Qué honor tengo hoy para que me busques?

Mi sonrisa se desvaneció. Zoel lo notó de inmediato.

—Terminé con Marianne. Pero… no del todo.
—¿Qué?

Se quedó en silencio, esperando algo más. Y lo solté:

—Creo… que me gustan los chicos.

Hubo una pausa.

—¿Entonces… eres gay?

—Sí.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Súper seguro?

—¡Sí!

—¿Y me citaste porque te gusto y me vas a declarar tu amor?

—¡Que sí! ¡Joder! ¡Sí! ¿Qué? ¡Nooo!

Zoel soltó una carcajada. Igual que siempre.

—Deberías ver tu cara, idiota. Ay, Russell… eres tan divertido.

Lo miré molesto, pero aliviado. Seguía siendo él.

—Intento hablar en serio, carajo.

—Y yo no. Pero ya. En serio. No me esperaba esto. Prepárate para todo el bullying que te voy a hacer.

—Vete al demonio.

La mesera llegó con el pedido. Zoel pidió café, crepas y chilaquiles verdes; yo solo tomé café y una crepa.

—Me halaga que me lo digas —dijo mientras revolvía los chilaquiles—. Es una pena que no me ames. Yo soy perfecto.
—No me jodas.
—Oh, vamos. Me amas.
—No.
—¡Claro que sí! —dijo jalándome las mejillas—. Si me confiesas que eres gay, te declaro mi amor.

Lo miré. Él rió.

—Soy hetero. Pero por ti, mi amor, haría una excepción.
—Por eso te amo, idiota.
—Ya en serio —añadió con voz más baja—. ¿Lo saben tus papás?
—No.
—¿Piensas decirles?
—No lo sé. Ni siquiera saben que terminé con Marianne.

Su expresión cambió, se volvió más serio.

—¿Ella lo sabe?
—Era la única forma de no romperla por completo.

Murmuró algo que no entendí.

—¿Te apoya?
—Eso creo.

—¿Quieres un consejo? —No esperó respuesta—. Es tu último semestre. Tómate tu tiempo. Acepta lo que sientes. No te aventures con cualquier imbécil por “probar”. Y no se lo digas a nadie hasta que te sientas fuerte. De verdad fuerte. No quiero que te lastimen.

No lo esperaba. Pero lo necesitaba.

—Gracias.
—No es nada, hermano.

Desayunamos entre bromas. Le hablé de Dimitry. Se ofreció a ayudar en lo que pudiera.
Al despedirnos, prometimos no alejarnos otra vez.

Caminaba sin rumbo, pensando si debía buscar a Marianne…
cuando vi una figura encorvada, con ojos amielados y llenos de lágrimas.

—¿Lizzy?

Me miró. No dijo nada, solo me abrazó y me pidió que la acompañara.

Nathan

Sabía que tarde o temprano todo explotaría en mi cara. Mentir tanto tiene consecuencias.
La única persona que conoce mi secreto ahora era amiga de la persona que más detesto.

Terminar con Melody fue fácil.
Lidiar con sus amenazas, no tanto.

“Maldito maricón”, “Seguro te gusta que te den”, “Pinche gay de mierda”…
Cada mensaje suyo era una prueba de por qué fingí todo este tiempo. No por vergüenza. Por miedo.

Caminaba sin rumbo cuando lo vi: David.
Cuando me reconoció, dio media vuelta.
Y no pude evitarlo:

—Detente, por favor. Tenemos que hablar.

Marianne

Desperté al lado de Enrique.
Rompí mi propia regla: "No dormir con ellos".

Me vestí rápido y salí antes de que despertara. No podía llegar a casa así.

Marqué a Lizzy. Nada.
Extraño.

Corrí a su casa. Toqué. Esperaba verla a ella.
Pero fue Russell quien abrió.

—¿Marianne?

Me escaneó de arriba a abajo. Mierda. Me descubrió.

—Puedo explicarlo…
—No somos novios, no me debes explicaciones.
—Russell…
—Solo pasa.

Entré, incómoda por su mirada. Y entonces la vi.
Lizzy. Destrozada.

—¿Lizzy? ¿Qué pasó?
—Primero báñate —dijo fría.

Vale, lo merecía.

Quince minutos después, ya cambiada, bajé.
Nos sentamos. Le pregunté de nuevo, y su voz tembló:

Melody descubrió que le gustaba Nathan. La amenazó y la acorraló con un grupo de chicas. Iban a golpearla.
Logró escapar, pero estaba quebrada.

Russell y yo nos miramos.
No dijimos nada. Pero los dos pensamos lo mismo:

Nadie toca a nuestra pequeña.




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