¡ Oye doctor! ¿bailamos?

Capítulo 2

No es una pesadilla, no lo es

 

Calvin Meléndez

 

Como cada domingo me levanto animado, pues iré al orfanato a ver los niños, hoy es día de juegos y diversión.

 

En el lugar hay alrededor de 22 niños entre los 5 y 15 años que son rechazados por tener alguna discapacidad, este sitio es especial para mí pues, todos los niños son especiales a su manera, ya que algunos tienen problemas de conductas y otros pocos han sido devueltos por quienes los adoptan, mi deseo fuera darles un mejor lugar una familia, pero eso sería imposible por lo que colaboro con mi granito de arena, los jueves voy a hacerles revisión y los domingos a jugar y festejar con ellos.

 

Hoy es final de mes, y como cada último domingo llevo un pastel caramelos y celebramos el cumpleaños del mes.

A excepción de diciembre todos los otros meses son sus cumpleaños, por lo que no me pierdo con un regalo para cada niño.

 

—Lo de siempre —me dice la amable señora que ya me conoce, acabo de entrar a la pastelería.

 

—Ya sabe —respondo amable y ella sonríe.

 

Tomo un pastel verde, también venden algunas masas dulces y bocadillos, el establecimiento tiene fama por hacer cosas dulces y saludables de origen veganas.

 

No soy vegano, me gusta la carne y demás derivados, no obstante considero esto una buena opción para darle dulces a los niños, ya que son menos dañinos que el resto.

 

Me detengo en el supermercado y elijo algunas cosas, como frutas y vegetales que los niños necesitan día a día, por supuesto les llevo una golosina a cada uno porque vamos aunque soy doctor, sé que ellos necesitan vivir la experiencia de disfrutar de alimentos con alto contenido de azúcares aunque sea una vez por mes.

 

Uno de los requisitos que les doy a mis internos al finalizar su estancia a mi lado es hacer una especie de brigada e ir a brindar nuestro servicio a centro de ayudas y orfanatos que estén en las afueras y no cuentan con el apoyo necesario del gobierno o autoridades correspondientes.

 

—Llego, llego, llego —la algarabía y gritos de los pequeños al ver mi auto ingresar no tiene precio.

 

—Hola doctor, hoy están felices —menciona una de las encargadas, dos empleadas más se acercan a ayudarme con los víveres que traje.

 

Manzanas, melocotones, peras, uvas, sandia son las frutas que a ellos más les gusta y siempre traigo al menos dos por cabeza para que tengan para toda la semana, esto no lo hago solo, pues tengo varios amigos colegas que cada mes me envían un cheque para ayudar a la causa.

 

Después de varios saludos empezamos a disponer todo en las mesas, colgamos globos y serpentinas, los niños están felices y para mí eso es lo más importante.

 

Luego de comer, jugamos un partido de fútbol, cantamos cumpleaños feliz a los tres del mes y al fin comemos pastel.

 

Cerca de las tres o cuatro de la tarde regreso a mi casa me doy un baño y me acuesto a descansar unas horas, ya que me toca turno nocturno.

 

La semana fue relativamente tranquila, me alegré de que la niña mimada Walker no se apareciera por el hospital, quizás el hecho de que la he ignorado todo el tiempo la hiciera desistir.

 

Desde que la guapa jovencita me conoció no ha hecho otra cosa que acosarme, es un grano en el trasero literal, algunos de mis colegas se ríen o mejor dicho se burlan de mí alegando que aproveche todo ese colágeno porque ya se me ven algunas arrugas.

Son unos ¡idiotas!

Cuando me dispongo a irme escuchó por los altavoces un llamado a sí que vuelvo a colocarme la bata y salgo.

 

Así es mi trabajo, en ocasiones por más cansado que esté el deber llama y jamás dejaría de atender a alguien, pues esto es mi pasión.

 

—Doctor joven con severa contusión craneal al caer de cabeza de… —escucho el informe de la pasante y los métodos que empleo la felicito por tener a su paciente estable y prosigo hacia el otro al aparecer unos chicos se pelearon y terminaron cayendo por un risco no muy alto, pero si les ocasionó fuertes golpes y hematomas que tardaran unas semanas en sanar.

 

Cuando al fin toco mi almohada me siento feliz cierro los ojos y me pierdo en los brazos del señor sueños.

 

Despierto en la mañana relajado y descansado dormí más de doce horas corridas, son casi las 10:30 y voy en camino al orfanato busqué los víveres y llego casi a las 11:30, como siempre me reciben con alegría.

 

—Doctorcito le tenemos novia es una chica linda—dice uno de los preadolescentes, niego divertido desde que me conocen me han querido emparejar con todas las mujeres a su alrededor me dicen que estar solo es malo.

En fin no les hago mucho caso son chicos que no tiene idea de lo complicado que es enamorarse o estar en pareja.

 

—Sí, ella es preciosa sé que te encantara, baila precioso y su sonrisa es como una hermosa estrella—dice otra de las niñas, yo no paro de reír mientras las encargadas me miran avergonzadas.

 

—Ella ¿dónde está?—los cuestiono divertido con la situacion, sus rostros cambian al parecer no está por aquí la flamante mujer.

 

—Aún no llega ella está viniendo los sábados a darnos clases de baile sabe casi todos los ritmos—desde que mencionan baile recuerdo a la niña mimada de los Walker, la más hermosa de sus hijas según mi parecer, su voz es melodiosa y después de buscarla en internet al escuchar que ha sobresalido con su pasión, incluso se habla de que al paso que va será millonaria por cuenta propia antes de tener 20 años, pues desde los 7 años bailaba como los mismos dioses.

 

—Debe estar por llegar—exclaman y los ignoro entrando a la cocina con las dos cocineras, hoy haré una pasta a la boloñesa a los niños les encanta que yo cocine y lo hago cuando tengo tiempo, este es el lugar de mi relajación personal y me alegra que nadie conocido ande cerca.



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En el texto hay: romance, drama, diferenciaedad

Editado: 27.10.2022

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