Era una bulliciosa ciudad a unas horas de que la noche había caído. El sonido de los autos resonaba por todos los lugares. Alarmas y música estridente rompían la tranquila atmósfera que debería de reinar en el lugar.
Me encuentro en la azotea del edificio del gobernador, apreciando la luna en su fase llena, alumbrando una parte del exterior. La ciudad parecía tener vida propia.
Mi ropa está rasgada, mis pantalones están hechos jirones y salpicados de manchas rojas y negras por todas partes. Mi camisa estaba exponiendo una parte de mi torso ante el aire gélido de la noche.
Una especie de tatuaje sobresalía de mi pecho, cerca de mi cuello, con forma de una pieza de un juego de mesa muy popular en los últimos años. Un collar colgaba cerca de la marca.
La razón por la que me encuentro en este estado es porque acabo de salir de una pelea en la que casi muero contra unos tipos extremadamente fuertes. Gracias a que no tenía heridas visibles, podía escabullirme fácilmente en medio de la multitud a mis pies.
Caminé hasta el borde del techo, miré la ciudad debajo de mí, abrí mis brazos, como si pudiera volar, y salté al vacío.
La caída fue más rápida de lo que estimaba, pero alcancé a sobrevivir. Unos pequeños rasguños fueron marcados en brazos y piernas debido a que me estrellé en un árbol cercano. Estaba completamente seguro que impactaría con el suelo y acabaría con mi vida. No me malinterpreten, no soy un suicida.
Después de ver mis heridas, comencé a caminar rumbo al norte. El edificio del gobernador estaba orientado al Este, por lo que simplemente caminé por la acera de enfrente y me pedí en la ciudad.
Mientras caminaba por las calles, volteé hacia atrás y vi una conmoción en el árbol en que había caído. La gente estaba alrededor de él, ya que, las ramas estaban rotas y regadas por el suelo. Además, un rastro de sangre se podía ver.
En el lugar justo donde había caído, un pequeño charco, del tamaño de una manzana, estaba en el suelo. Un hilo de sangre corría hacia mi posición. Parecía que me había hecho una herida lo bastante grande para dejar un rastro.
No era común para un ciudadano normal el ver sangre, así que los entiendo hasta cierto punto, pero, sabía que esto se haría más grande, por lo que comencé a correr. No me veía sospechoso.
En el momento en que comencé a correr, vi las luces de la unidad de la policía llegando al lugar, tenía que apresurarme.
Del auto se bajaron dos tipos uniformados. Uno de ellos, el copiloto, traía algo en una de sus manos. Supe al instante qué era. Un detector de sangre.
Era la última tecnología que la policía había implementado. Era capaz de leer la sangre de algún lugar y compararla con la base de datos y así saber a quién le pertenece. Y su hay rastro, lo sigue con facilidad.
Estaba acabado.
No, esto no podía acabar así. Si me atrapaban, perdería más de lo que puedas imaginar. El simple hecho de haberme lanzado desde esa altura se puede catalogar como un atentado físico en contra de la sociedad, así que podría enfrentar cargos. Además, había golpeado y casi asesinado a un par de guardias que me estaban incomodando.
No lo hacía por placer, ni tampoco por necesidad. No era algo que me gustaba.
Mientras caminaba, los ocupantes de la patrulla estaban leyendo la sangre que había, no tardaría mucho en encontrarme. No pasó más de 20 segundos cuando escuché un fuerte grito a mis espaldas.
–¡Oye tú! ¡Quédate donde estás!
Hice como que le hablaba a alguien más. Volteé a todos lados, pero era el único en la banqueta. Me tenían. Pero, no me dejaría atrapar. Una sonrisa apareció en mi rostro. Creo que me estaba volviendo un poco sádico. Me asustaba, pero era necesario.
Era una lástima que no fuese Reina o Alfil. En este mundo, algo como la magia no existe como tal, pero, había cosas que las clases podían hacer realidad. La gente decía que la Reina era la más fuerte de todas las piezas, pero, yo estaba convencido de que era el Peón.
¿Por qué? Por el simple hecho de que este puede ser coronado como otra pieza. Es decir, al llegar a un lugar específico, puede cambiar de Peón inservible a una Torre, un Caballero, un Alfil o hasta en una Reina.
Pero, había algo que hacía a cada pieza única, algo que no compartían con ninguna otra clase. El enroque de la Torre con el Rey era uno de los movimientos únicos de pieza.
Era de esperar que la habilidad del Peón no fuese tomada en cuenta, ya que ninguno de los maestros en las escuelas sabía de este movimiento.
Mientras corría por la acera, perseguido por al menos una decena de policías de clase Torre, pensaba que todo esto pudo haber sido evitado. Después de todo, bastaría con que mi nombre estuviese bien en el sistema. Yo no era quién decían que era. Mi apellido registrado era un básico de la clase de Peón, pero, mi verdadero apellido es King.
Corría, pero el dolor en mi pierna no me dejaba hacerlo como yo quería. Era imposible que me atraparan en circunstancias normales, ya que mi velocidad es superior a la del promedio de los Caballeros, especialistas en velocidad, pero, debido a las heridas, no puedo usar toda mi fuerza.
Sin duda, me alcanzarán en poco tiempo.