P E Ó N [ #1 - Los Fugitivos ]

Capítulo XIV

Eran las siete de la mañana cuando todo comenzó.

Desde que llegaron un par de personas a la casa de las hermanas Blond, sabíamos que esto no podía terminar bien. Desde que ellas llegaron, han estado en continuo conflicto con nosotros, todo debido a un malentendido.

¿Acaso no lo han superado?

Miles de veces he tratado de acercarme a ellas para pedir perdón, pero no me hacen caso. Es una completa pérdida de tiempo.

Los intrusos llegaron a eso de las cinco o seis de la tarde, por lo que el sol estaba ocultándose en el horizonte. Después que ellos entraran a la casa, llamé a unos cuantos amigos y nos acercamos a escuchar. Teníamos que descubrir lo que tramaban.

No pudimos escuchar la conversación del todo, pero, con lo que entendimos, sabíamos que esos dos eran piezas de una clase aún más alta que la de la mayor de las hermanas, por lo que debería de tratarse de un Rey y una Reina. Esto comenzaba a pintar mal.

Al parecer, ambos habían escapado del ejército, y estaban buscando refugio temporal, por lo que se dirigieron hacia la zona sur, ya que nadie ha puesto sus ojos en este lugar por un buen tiempo.

Escuchamos cosas interesantes, como que uno de los dos ostentaba un alto rango dentro del ejército, y que había perdido a sus compañeros. ¿Eso es importante? Sabes la cantidad de personas que hemos perdido por sus acciones. Creo que es algo de justicia.

No pudimos conseguir las identidades de ninguno de los dos, pero, con la información que teníamos, bastaba. Nos retiramos a nuestras casas e informamos a todos de lo que estaba sucediendo, ellos no querían que se repitiera lo que sucedió hace dos años, por lo que no se pusieron histéricos. No serían rivales para esa pareja.

Decidimos dejarlos por la paz, hasta que, justo a la media noche, algo similar a agua cayó del cielo. Casi nadie le tomó importancia, ya que, de vez en cuando, caía un poco de agua en esta zona. Tan solo unos minutos después, pudimos ver movimiento en las calles. Un grupo de cinco hombres uniformados iban casa por casa, derribando puertas y sacando a las personas. Nuestras sospechas eran correctas, ahora, los visitantes eran los culpables de lo que sucedía.

Los hombres tan solo revisaron las casas más cercanas a la zona centro, y se alejaron, sin molestar a los demás residentes. Eso nos resultó extraño.

Justo cuando el reloj marcó las seis con cincuenta y cinco de la mañana, se escucharon los primeros gritos. Todos nosotros salimos de nuestras casas a ver de qué se trataba, y es entonces cuando vimos el fuego. Una columna de humo era visible, proveniente de la parte donde la zona sur se unía con la centro.

El fuego avanzaba rápidamente, quemando las casas a una velocidad sorprendente. Es en ese momento en que los autores aparecieron. El mismo grupo de anoche volvió, con un integrante más, el cual traía una mochila y un largo tubo de metal en sus manos. No lo logramos identificar hasta que fue accionado, arrojando una llamarada sobre las casas.

Todo encajó.

La llegada, una huida.

La lluvia nocturna, algún líquido inflamable.

El incendio.

Es su culpa.

Inmediatamente salimos de las casas y corrimos hacia una fuente cercana para refugiarnos, solo los primeros que lleguen lograrán sobrevivir.

Cuando yo llegué, había cinco personas dentro, y otras más corriendo hacia acá, todos escapando de las llamas, las cuales avanzaban rápidamente, sin detenerse, cubriendo todo el lugar en poco tiempo.

Todos los que estábamos en la fuente logramos salir completamente ilesos, debido a que el agua hacía de barrera contra el fuego. Era algo útil.

Poco tiempo después, vimos que se abrió la puerta de la casa de las chicas y salió un hombre con la menor de ella en los hombros. Él se dirigía hacia acá. Todos nos preparamos para pelear contra él, pero lo único que hizo al llegar fue bajar a la niña y tomar unos trozos de tela cercanos, mojándolos en el agua y llevándolo a su nariz.

–¿Qué haces?

–Tengo que filtrar el aire que entra a sus pulmones.

–¡Eso es algo imposible!

–Se puede lograr con un poco de agua y tela.

Justo detrás de él, salieron un par de chicas, la mayor de las hermanas, Melissa, si no mal recordaba, y una desconocida. Ambas corrieron hacia la salida al desierto, siendo acompañados por el nombre y la menor. Ellos escaparían sin duda. Esta vez no había error, ellos eran los culpables, no cometeríamos la misma equivocación dos veces.

Justo cuando estaba a punto de correr hacia ellos, un grito nos interrumpió, un hombre corría hacia nosotros completamente en vuelto en llamas. El chico le gritó que se aventara al suelo y que rodara. ¿Quién hace eso para apagar un fuego? Todos saben que el agua es lo mejor.

El hombre cayó al suelo y comenzó a dar vueltas, mientras el chico corría hacia nosotros y llenaba una pequeña cubeta con agua. La chica desconocida también corrió hacia el hombre.

El chico le arrojó el agua para apagarlo mientras que la chica se apresuraba a atenderlo. Tal vez habíamos vuelto a pensar mal de ellos.

–Déjalo, él ya ha muerto.

La voz del chico cortó todas nuestras esperanzas, pudimos ver caer arrodillada a la chica a un lado del cuerpo, parecía que de verdad intentó hacer algo para salvarlo. Puede que todo esto sea una actuación, ¿no es así? Eso no quita que sean culpables de todo lo que nos está pasando.

El chico tomó a la menor, Kaly, y comenzó a caminar hacia el desierto, dejando a las dos chicas atrás, no parecían importarle. Les gritó y simplemente desapareció. Melissa corrió hacia la desconocida y trató de consolarla. Desde nuestra posición, no se podía escuchar lo que le decía.

Poco tiempo después, llegó una tercera persona al lugar, tenía un pelo color rojo y un uniforme de color verde oscuro. Eso era lo único que se podía ver. Él tomó a la desconocida del cabello y llevó un cuchillo a su cuello.



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En el texto hay: clasessociales, combates, apuestas

Editado: 16.08.2020

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