P E Ó N [ #2 - Los Gobernantes ]

Capítulo VII

No pasó mucho tiempo para que el ejército comenzara a buscarme.

Apenas logré llegar a la siguiente ciudad, ubicada a menos de treinta kilómetros por el bosque, cuando comencé a ver el característico uniforme de color verde del ejército, ellos sabía que me dirigía a este lugar. La muerte de mi padre debe estar reportada, por lo que esto no es una simple búsqueda, es una caza, y me toca ser la presa.

Mi ropa estaba completamente manchada de un color rojo, por lo que no podía acercarme a nadie sin llamar la atención. Tenía que buscar una manera de limpiarme para poder acercarme a las ciudades, es un trabajo pesado.

Desde que salí de mi casa, la voz ha estado hablando conmigo en varias ocasiones, enseñandome cosas sobre este mundo y sobre mí, principalmente, mi clase y posición dentro de la sociedad. Según mencionó ella, yo pertenecía a la clase Rey, la más alta posible, además, el color de mi pieza pertenecía a uno de los dos más fuertes, el blanco. También, me dijo que tenía que encontrar al Rey Negro, antes que el ejército lo hiciera.

Tenía que escapar mientras buscaba a una persona, no era muy divertido.

Estaba en medio del bosque, buscando algo que me sirviera para limpiar la sangre seca de mi cuerpo. La voz dentro de mi cabeza era la que me decía qué hacer, me alertaba en caso de que el ejército se encontrase cerca, así como de otros peligros potenciales. Si bien, no hay fauna peligrosa en este lugar, una no puede estar descuidada, este es un bosque, después de todo.

Tardé pocos días en agotar mi energía por completo, cayendo al suelo, acabada por todo el cansancio acumulado. Fue en ese entonces, que encontré un lugar para vivir.

No habían pasado más de una semana desde que salí de casa cuando llegué a una pequeña cabaña, ubicada en lo más profundo del bosque. Se veía antigua, como si estuviese a punto de caerse, aún en esas condiciones, era mejor que simplemente estar a la deriva.

Mis zapatos se habían roto hace tiempo, de tanto caminar. El terreno estaba lleno de raíces, ramas y espinas, por lo que era de esperarse que el calzado no resista mucho tiempo. Mis pies tenían pequeñas heridas, causadas por el suelo del bosque.

Para evitar que me atraparan, tuve que aprender a escalar árboles de manera rápida, lo cual me tomó unos tres días completos en dominar.

Caminé hacia la cabaña mientras mi mano se deslizaba hacia mi pierna, en búsca de mi cuchillo. Sin importar cómo luciera por fuera, era una cosa diferente por dentro, no podía estar segura que que no hay nada en su interior. Vale más estar segura.

Abrí la puerta lentamente, adentrándome al interior de la cabaña. Estaba preparada por si encontraba algo raro.

Había una pequeña sala justo al entrar, una mesa y una silla estaban colocados frente a mi. En el fondo, un mueble con cajones con muchos adornos sobre él. Junto a este, una ventana, los rayos del sol entraban, iluminando todo lo que había. Yo comencé a caminar hacia la sala, podía ver luces encendidas en otras partes de la cabaña.

De pronto, escucho que alguien se acerca, sus pasos resuenan en la madera vieja que conforma el piso. Me volteo y tomo el cuchillo de mi pierta, colocándolo frente a mi en posición defensiva. No sabía a quién me estaba enfrentando, pero que fuera una persona me calmó. Mi voz de la conciencia me había enseñado el manejo de cuchillos, solo que aún no lograba dominarlo. Es imposible que una niña de ocho años aprenda a usar un cuchillo al nivel de un maestro en solo una semana, es la lógica de este mundo. Eso, obviamente, no aplica para las clases superiores, como Reinas y Reyes.

Una sombra apareció frente a mi, gracias a la forma de su silueta, puedo decir que es una mujer de más de cuarenta años, que trae consigo una pequeña cacerola con comida.

–Oh, ¿esos son los modales que te enseñaron en casa?

La mujer se aproxima sin precaución, avanza unos pasos más, siendo iluminada por los rayos del sol. Su cabello es de color completamente blanco, sus ojos son de un gris claro. Puedo ver ojeras en su rostro. Sin duda, es mayor a cuarenta años, pero, parece estar bien conservada.

–¿Quién eres?

–¿No debería decir eso yo? Tu eres la que entraste a mi casa sin permiso.

Ella tenía razón, esta parecía ser su casa, y yo había entrado de manera furtiva. ¿Qué hago ahora? Traté de hablar con mi voz de la conciencia, pero no respondió, era la primera vez que esto me sucedía.

–¿Tratas de hablar con alguien?

—¿Eh?

Esperen un momento, su voz me suena familiar, siento que la he escuchado en algún lugar. Además, ¿cómo sabe ella que trato de hablar con alguien? ¿Se trata a caso de una adivina?

–Tranquila, luego contestaré todo lo que quieras. Solo diré una cosa, ¿te sirvieron mis consejos?

—¿¡EH!?

Estaba en shock. Sabía que la había escuchado en algún lugar, pero, nunca hubiese pensado que fuera en dentro de mi cabeza. No tenía ninguna duda, era ella, era su voz. Ella era mi conciencia. Esa puede llamarse una extraña coincidencia.

La mujer caminó hacia la mesa y dejó la comida, luego se giró y me miró fijamente. Parecía que buscaba algo.



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En el texto hay: combates, clases sociales, pasadostristes

Editado: 25.09.2020

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