P E Ó N [ #2 - Los Gobernantes ]

Capítulo VIII

Fui asignado a la escuadra 31 antes de salir a la misión. Teníamos que atravesar un bosque en lo que solía ser Polonia, en su frontera con Bielorrusia y Ucrania. Era un fastidio. Apenas tenía un año en el ejército y ya había sido asignado a un sinfín de misiones. No me parecía gracioso. Pero, ¿qué podía hacer al respecto? Esto era algo que yo había elegido con tal de ocultar mi verdadera identidad.

No quería ser atrapado con la excusa de ser formado para el Juego.

Es lo malo de ser un Rey.

Estábamos en la plataforma de salida en la base ubicada a las afueras de Eutoria, la única ciudad con una antigüedad mayor a cuatrocientos años en la tierra. Se decía que esta había flotado durante sus primeros años sobre los cielos de lo que era Reino Unido, más específicamente, Londres. ¿Quién iba a creer eso?

Junto a mí, estaban dos tipos, un chico de piel morena, cabello negro corto, tan corto que parecía calvo, con unos ojos de color negro que eran hermosos. Al menos, a mi me gustaban. Su nombre era Riley Martin, Torre. A un lado, un chico de piel muy blanca, con cabello rubio y ojos azules, una cara redonda y ojeras. Parecía una especie de modelo, lo odiaba. Su nombre, Dylan Guillet, Peón A.

No era muy compañero de Dylan, pero sí de Riley, podía llamarlo mi compañero de armas. Era el único en que podía confiar en el ejército, ya que había sido un recluta al mismo tiempo que yo. Estábamos muy unidos.

En ese momento, un hombre mayor, de unos cincuenta años, con un puro en sus labios, se acercó a nosotros. Vestía un uniforme de color verde oscuro, con algunas medallas colgando de su pecho.

–Mayor John.

Los tres nos formamos en una fila e hicimos un saludo. John simplemente se limitó a sonreír.

–Chicos, central ha mandado que salgan en este momento. Cuando lleguen a la ubicación marcada, deben encontrarse con las fuerzas locales e iniciar la búsqueda. ¿Entendieron?

–Si tan solo le dejaran eso a los locales, no tendríamos que hacerlo nosotros –murmuró Dylan. Estaba molesto.

John no pareció percatarse de lo que dijo y siguió hablando.

–Este es su objetivo.

Llevó una mano al bolsillo de su camisa y sacó una esfera, la cual proyectó una imagen en el aire.

–No hay mucha información al respecto, pero se sabe que es una chica de no más de veinte años. Habita en el bosque.

–¿No la convierte eso en la “reina de la selva”?

Dylan soltó un chiste de mal gusto, provocando que John lo golpeara en su estómago. Dylan cayó al suelo mientras trataba de tomar aire. Riley y yo mirábamos cómo se retorcía en el piso, creo que lo tenía bien merecido.

Después de los últimos detalles, los tres, Riley, Dylan y yo subimos al avión que nos estaba esperando, en su interior, se encontraban cinco personas más. Debido a que todos portaban un casco de color negro que cubría su cara, era imposible reconocerlos, junto al característico uniforme color azul de la división de paracaidistas. No hace falta decir que todos traían un paracaídas en la espalda.

Nuestro uniforme era de color verde, correspondiente a la infantería. Una playera negra de interior, cubierta por una chaqueta verde y unos pantalones del mismo color, unas botas y un cinturón negro. Yo traía una bufanda, ya que era necesario cubrir mi cuello para no ser descubierto. Dylan acostumbraba llevar la chaqueta abierta, y Riley, ni siquiera la llevaba puesta, exhibiendo su musculoso cuerpo.

En cuanto los tres abordamos el avión, este comenzó a despegar.

Tras poco más de media hora de vuelo, la división de paracaidistas se paró y comenzó a caminar hacia el final del avión, donde una compuerta comenzó a abrirse. Un faro de color rojo comenzó a brillar en el interior. Riley yo ya habíamos experimentado esto una vez, pero Dylan no, por lo que, al no estar bien sujeto a su asiento, el aire que entró lo tiró al suelo. Riley lo alcanzó a tomar de un brazo y lo sentó. Su fuerza no parecía humana.

—Nunca termina de sorprenderme.

Después de unos cuantos minutos, los cinco paracaidistas saltaron, la compuerta se cerró cuando el último se lanzó. Éramos los únicos en el avión además de los pilotos.

–¿Qué demonios hacías, Dylan?

Y, la paz duró poco tiempo. Todo el trayecto habíamos estado callados debido a que había desconocidos que nos miraban fijamente, sin ese impedimento, Riley y Dylan comenzaron a pelearse.

–¿Eh? ¿A qué te refieres?

–¿Por qué demonios no venías sujeto?

–Yo qué iba a saber, recuerda que nunca he volado junto a paracaidistas.

Dylan tenía un punto. Riley lo sabía, así que decidió guardar silencio antes de que la conversación subiese de tono. Dylan, por otra parte, era un completo idiota.

–¿Y qué querías? Todo esto es una estupidez. ¿Buscar a una chica en un bosque? ¿Acaso somos niñeras?

Riley y yo nos mantuvimos callados mientras Dylan hablaba.

–Esto es una locura, mandar a una escuadra a buscar a la “reina de la selva” ¿Estás jugando conmigo?

Riley no soportó más y, con un solo golpe a la altura de la quijada, noqueó a Dylan, supongo que luego tendremos que explicar porqué lo hizo, por el momento, se lo agradezco, yo estaba a punto de perder la cabeza y hacer lo mismo.



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En el texto hay: combates, clases sociales, pasadostristes

Editado: 25.09.2020

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