Paabanc, leyendas de la nueva Guatemala

Kaxlan winaq (La conquista)

Título: La conquista

Biografía del compositor

Nombre: Joaquín Orellana

Lugar y fecha de nacimiento: Nace en Guatemala, 5 de noviembre de 1930 -

https://youtu.be/7IGHrc7B6nE?feature=shared

“No nos mostréis ante las tribus cuando estemos enojados por las palabras de sus bocas y por su comportamiento […] Venid a darnos un poco de vuestra sangre, tened compasión de nosotros. Quedaos con el pelo de los venados y guardaos de aquellos cuyas miradas nos han engañado. Así, pues, el venado [la piel] será nuestro símbolo que manifestaréis ante las tribus. Cuando se os pregunte ¿dónde está Tohil?, presentaréis el venado ante sus ojos.”

Su ascenso se debió a la tragedia. La muerte de su padre marcaría el inicio de su reinado como al nuevo Ajpop, pero no por sucesión, sino por méritos ampliamente demostrados en el campo de batalla. Su valor, fuerza, inteligencia y habilidad le habían ganado ya el título de Kikab, el grande, a pesar de su relativa juventud.

Así, pues, a pesar de enfrentar la inminente invasión, el pueblo recién asentado en el lugar conocido como Q’umarkaj nombró al que sería el último rey quiché.

La celebración se llevó a cabo como dictaba la tradición. Se convocó a todos los habitantes para asistir a la ceremonia, la cual duraría trece días. La celebración oxlajuj, como le conocían, era tan importante como las trece posiciones del sol, las trece lunas durante un año solar o más aún, por ser el número del sagrado Ajaw, Tojil, el sol de soles.

Previo a su coronación como el nuevo Ajpop, Kikab llevó a cabo de forma solemne el ritual. Los primeros tres días ayunó para purificar su cuerpo y recibir las insignias entregadas por el dios Nakxit en tiempos ancestrales a los consejeros Rajpop Achij.

Del cuarto al sexto día ofrendó su sangre a Tojil. Ayudándose de una afilada piedra de obsidiana, extrajo el líquido escarlata de su lengua, como símbolo del nombre de Dios; de sus muslos, ofrendando la fuerza de sus piernas y finalmente, de su escroto para recordarle a las futuras generaciones el gran nombre.

Luego lo sentaron en un petate finamente ornamentado con piedras de obsidiana verde y plumas rojas de guacamaya, considerada como encarnación del fuego del sol y su espalda se recostó sobre un elaborado dosel de madera tallada con motivos de guerra.

Para el sexto día, finalmente el consejo precedió a entregarle el pisom q’aq’al. Era este un bulto de gruesa y larga tela tejida con vistosos colores elaborada a mano por las mejores tejedoras. Sólo los Rajpop Achij sabían cuáles eran las insignias entregadas por los abuelos de generación en generación.

Procedió Kikab a desenvolver las reliquias en secreto mientras le explicaban el significado de cada una.

—Tabaco: para que tu mente se despeje y puedas tomar sabias decisiones —decían al descubrir el primer objeto —. La calabacilla para tener siempre presente la ofrenda de sangre a Tojil. Las plumas de papagayo en honor al hermano sol. Plumas de garza para obtener agilidad en la batalla. Plumas de quetzal para tener la belleza y gracia de la serpiente emplumada. Garras de jaguar para tener la astucia, fuerza y destreza del balam. Cabeza y patas de venado para la agilidad. La flauta, el t’ot tatam o tobilleras de caracoles que suenan y el chacham o tambor de piel de venado para la celebración de la victoria. Ahora te nombramos a ti, Kikab el grande, como Ajpop Keej, rey quiché.

Acto seguido perforaron el tabique de su nariz y le colocaron un narigal de hueso de venado tallado. Era este el signo distintivo de su nombramiento.

Se vistió el recién nombrado Ajpop con la vistosa estera, utilizándola como capa. A los lados sobresalían las plumas verdes de quetzal y en su espalda relucían las verdes obsidiana entretejidas con las plumas blancas de garza y de papagayo. Calzó sus pies, desde siempre descalzos, con unos xajab’ hechos de cuero. Se colocó, a modo de casco, la cabeza de venado que de ahora en adelante sería su distintivo y salió a mostrarse al pueblo con sus ricos atavíos.

La multitud gritó eufórica. Y mientras comenzaban a sonar los tambores dando paso a la festividad, el Ajpop danzaba al ritmo de la flauta haciendo resonar las tobilleras de caracol. Sus pies golpeaban el suelo al compás de la música, haciendo sonar los caracoles de sus tobillos en una danza enérgica.

Así transcurrieron los dos últimos días de la celebración entre danzas, cantos y bebidas fermentadas. Una vez que finalizó su coronación, debía hacer la guerra como primer acto protocolario. Cojá era el lugar propicio para tal empresa; Ahí había muerto su padre a manos de los invasores; arrasaron al pueblo entero y sobre los cadáveres de los k’ichés habían fundado un pueblo custodiado, según le informaron sus fuentes, por un pequeño grupo armado.

Kikab resolvió, con fiera determinación, una venganza cruel, despiadada y devastadora. Reunió a una legión de los mejores guerreros emprendiendo de inmediato la marcha, pero, a pesar de su triunfo y de haber azotado con crueldad aquella región, también se dio cuenta de las enormes bajas sufridas a manos de unos pocos hombres. Luego de meditarlo por un tiempo, tomó una decisión con cabeza fría. Se dirigió a pedir la opinión de Chibul Kuiy y Mukwitz Chi Ilocab, los consejeros reales.

—¿Es prudente ir a la guerra, oh sabios?

—Ya hemos visto cómo han aniquilado a los guerreros del norte, incluso nos han llegado rumores del sometimiento de los poderosos Mexicas —intervino el abuelo Chibul Kuiy —. Nosotros mismo vimos su ataque en la reciente batalla, pues, a pesar de salir victoriosos, perdimos a muchos de nuestros más experimentados hombres de guerra. Abogo, oh gran Ajpop, por el diálogo con ellos.

Tomó la palabra Mukwitz Chi Ilocab, el segundo consejero, aunque no por eso menos importante:

—Sabemos que esos monstruos van montados en bestias, como demonios del mal, llevando fuego en las manos y cubiertos de eso a lo cual llaman metal. El Hermano Chibul Kuiy tiene razón, la lucha no es el camino a pesar de la demostración que has hecho en el arte de la guerra. Nuevas afrentas conllevarían a la devastación de nuestra gente, terminaríamos sometidos y aniquilados. También yo abogo por el diálogo.



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En el texto hay: leyendas, relatos, terror magico

Editado: 23.09.2024

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