Paciente 314

Capítulo 17: No soy la misma

La lluvia caía con una fuerza irregular sobre el techo del pequeño local donde Cora había detenido su auto. Salía tarde del hospital, el turno se había extendido más de lo habitual y no quiso molestar a Cameron ni a Paula para que la fueran a buscar. Ya no lo hacía. No desde que comenzó a recibir esas cartas.

Tenía la pistola en la bolsa, oculta, segura. Había repasado el protocolo en su cabeza mil veces: evaluar, retroceder si es posible, sólo actuar si no hay otra salida. Lo sabía bien. Y aún así, sentía ese nudo en el estómago.

Abrió la puerta del auto con precaución. Caminó los pocos metros hacia la tienda, solo necesitaba pan y leche. Pero algo se encendió en su instinto apenas pisó el pasillo del supermercado. Alguien la seguía. No era paranoia. Era entrenamiento.

Pasó junto al pasillo de los cereales, y en el reflejo del refrigerador lo vio: un hombre con gorra, demasiado cerca, con un andar que no coincidía con el de un comprador casual. Cambió de pasillo. Él también.

Cora respiró hondo. Caminó hacia la caja, dejando los productos atrás. Pero justo cuando iba a pagar, el sistema se cayó. La cajera se disculpó. Y él se acercó, como si fuera a comprar también.

Demasiado cerca. Demasiado lento.

Ella dejó el billete en el mostrador y salió. Caminó hacia su carro. Lo oyó detrás. No estaba sola. Lo sabía.

Abrió su bolso mientras avanzaba. Cerró la mano sobre el metal frío. La pistola estaba cargada. Respiró. Entrenamiento, memoria muscular, foco.

Cuando llegó al carro y abrió la puerta, él le habló:

—Doctora Castillo... ¿ya no se acuerda de mí?

Ella se giró en seco, con la pistola en la mano, apuntando directo al pecho.

—Un paso más y disparo —dijo, con una voz que no reconocía como suya.

Él levantó las manos, sonriendo.

—Wow... calma. Nadie quiere problemas. Solo vine a dejarte esto.

Del bolsillo sacó un sobre. El mismo tipo de sobre que había recibido otras veces. Lo dejó en el capó y retrocedió.

—Tenés buena puntería, Cora. Pero no sabés todo lo que tenés que saber. Aún.

Y desapareció entre la lluvia, como si nunca hubiera estado allí.

Cora se quedó paralizada por unos segundos. No temblaba. Estaba firme. Miró el sobre como si le hablara.

Lo tomó con guantes cuando llegó a casa. Lo abrió sola. Adentro, una sola línea.

"Te salvaste por ahora, pero ellos no perdonan errores."

Quemó el papel.

Esa noche, no durmió. Pero no lloró. Ya no.

Paula notó su palidez al día siguiente. Le preguntó si estaba bien. Cora solo sonrió, y dijo que tenía sueño. Pero Paula sabía que era más que eso. Porque esa mirada... esa ya no era la de la Cora que conoció en primer año de Medicina.

Mientras tanto, Tadeo recibía una llamada urgente de uno de sus contactos. Las cosas se estaban saliendo de control. Alguien había actuado sin su autorización.

—Te dije que a ella no se le toca —gruñó, apretando el teléfono.

—No fue un toque. Solo una advertencia. Se nos acaba el tiempo, Tadeo.

Y por primera vez en mucho tiempo, Tadeo sintió miedo.

Miedo por ella.

Miedo por él.

Miedo por todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.