Paciente 523

La Primera Crisis

Aquella noche era tranquila y cálida. Claudia había llegado muy noche de la universidad y estaba verdaderamente agotada. Lo único que quería hacer era ver un rato la televisión, cenar un pan con un café ligero y luego irse a dormir.

Mientras se disponía a preparar todo para descansar escuchó un ruido estruendoso. Claudia dió un pequeño brinco del susto.

Instantes después, la calle regresó al silencio absoluto. La curiosidad de Claudia la llevó a asomarse por su ventana tratando averiguar de dónde habia provenido el sonido. Claudia supo en cuanto lo escuchó que había sido un disparo pero su curiosidad la obligaba a continuar viendo cautelosamente por su ventana.

Luego comenzaron los gritos. O más que gritos, a Claudia le sonaron como rugidos desesperados de un animal enorme. Se oyeron un par de disparos más, lo que hizo que Claudia del susto se apartara de la ventana.

Los gritos continuaron durante un par de minutos, para este punto Claudia ya estaba verdaderamente asustada. Ya no se atrevía a mirar por su ventana.

Hasta que la noche volvió a ser silenciosa, fue que Claudia decidió salir a investigar, alguien podría estar herido o necesitar ayuda.

Claudia salió por su puerta principal y caminó por la acera. La calle estaba apenas iluminada por el alumbrado público bañando la banqueta con un resplandor amarillento.

Sus ojos buscaban sin mucho éxito algo que estuviera fuera de lo normal. Sus pies estaban tensos, preparados para hechar a correr ante la menor señal de peligro.

Continuó caminando hasta que alcanzó a distinguir una figura en una casa a unos 15 metros de dónde se encontraba. Era un hombre sentado de espaldas a ella sobre el césped, Claudia podía distinguir que el sujeto estaba masticando algo que no sabía que era porque lo estaba tapando con su cuerpo.

Claudia intentó acercarse y hablarle, para averiguar si necesitaba ayuda, pero no dió más de dos pasos antes de distinguir el cuerpo que reposaba junto al tipo. Era una mujer de cabello que podría haber sido castaño o negro, Claudia no podía saberlo tanto por la escasa iluminación como porque el pelo estaba repleto de sangre.

Claudia quiso decir algo, pero sus palabras se ahogaron en un pequeño chillido. Eso llamó la atención del hombre quien volteó a verla lentamente. Claudia pudo distinguir sus ojos inyectados en sangre, una mirada asesina y silenciosa, y también, pudo ver los intestinos que el hombre estaba devorando.

Claudia no lo pensó dos veces, simplemente de un momento a otro se encontraba corriendo (o más bien volando) en dirección a su casa.

En cuanto entró cerró la puerta con llave. Claudia intentó tranquilizarse pero terminó vomitando sobre el piso todo lo que tenía en el estómago. Cuando hubo terminado corrió a la cocina y tomó el cuchillo más grande que encontró.

Con el cuchillo en mano y sin dejar de ver la puerta, tomó el teléfono y llamó a la policía.




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