Paciente 523

Paciente 523

Mi madre trabajó como enfermera durante muchos años en un hospital psiquiátrico. Ella me contó que el hospital se dividía en varias secciones, ella trabajaba en la sección B, ahí le tocaba lidiar con pacientes menores de edad, generalmente entre 12 y 17 años.

Mi mamá me hiso ver que los hospitales psiquiátricos no son como las películas los pintan. Los pacientes eran muy callados y reservados, hay que entender que son personas completamente normales, pero que simplemente han pasado por cosas horribles. El empleo era muy muy tranquilo y mi madre realmente lo disfrutaba, al punto de que llegó a desarrollar algo de afecto hacias sus pacientes.

Ella pasó un par de años trabajando en la sección B, hasta que la dirección del hospital decidió que lo mejor sería trasladarla a la sección E.

La sección E se trataba de un complejo de edificios bastante retirados de la ciudad, mi mamá tenía que tomar dos autobuses para poder llegar. Ella cuenta que la sección E no era muy diferente de la sección B, el edificio tenía una pinta muy moderna y muy bien cuidada. Para el primer día que llegó a ella ya le habían informado que en la sección E se trataban a los pacientes más severos, aquellos con enfermedades verdaderamente grabes.

Desde el primer día que llegó se le dió una capacitación sobre los pacientes que le asignaron. Le dijeron sus nombres, su padecimiento, su comportamiento, las medicinas que toman y muchas otras cosas. Era muy importante que conociera perfectamente a las personas que iba a tratar.

Ella trabajó en la sección E durante 6 meses solamente y después del incendio la reasignaron a otra sección, pero me cuenta que nunca va a olvidar esos 6 meses que la paso trabajando ahí pues fueron los meses en que conoció al hombre al que ella llama Paciente 523.

Mi madre nunca me dijo su nombre real, por supuesto que ella lo sabía pues es parte de las reglas que las enfermeras se refieran a sus pacientes siempre por su nombre, sin embargo ella me dice que esa clase de información es enteramente confidencial y por eso siempre se refería a él por su número de identificación.

En aquel tiempo, la rutina de trabajo de mi madre constaba de llegar a las 8am, leer todos los comentarios de los enfermeros de la noche anterior y después atender a sus pacientes, ella junto con un auxiliar se encargaba del aseo y tenía una pequeña plática con ellos, esto para saber cómo se sentían, si se habían sentido nerviosos, si habían tenido problemas con otros pacientes y si participaron en las actividades.

Mi madre me cuenta que todos los pacientes que a ella le tocaba tratar no eran muy distintos a los que atendía en la sección B, tranquilos y reservados, aunque es cierto que tenían arrebatos violentos (o mejor dicho "crisis" que es el término correcto) con mayor frecuencia, pero ella junto con el resto del personal estaban muy bien capacitados para contenerlos aunque siempre es muy triste hacerlo.

Ella hace mucha incapié en qué esas personas no son malas, simplemente están enfermos y no pueden controlarse, por eso para los enfermeros era muy importante primeramente entenderlos.

Sin embargo, ella siempre dice que el 523 era especial. A diferencia de los otros, el 523 siempre era muy abierto con el como se sentía. Al platicar con él no mostraba de ninguna manera su condición, era como hablar con una persona perfectamente sana. A ella durante los 6 meses que estuvo laborando jamás le tocó tener que contenerlo físicamente.

Siempre que hablaban, el 523 se dirigía a ella de forma muy respetuosa y educada, como si le estuviera hablando un elegante príncipe. Lo que sí me cuenta es que él tenía la extraña costumbre de agudizar la voz, en algunas ocasiones ella sentía que en lugar de estar hablando con un señor, lo estuviera haciendo con un niño de 8 o 9 años.

El paciente 523 era un hombre de unos 41 años de cabello negro y esa es toda la descripción que puede darme. Está vez no es por un tema de confidencialidad ni nada por el estilo. Es solo que simplemente no conoce más sobre su apariencia.

Me explico. En un hospital psiquiátrico es muy común que se lleven a cabo actividades en forma de talleres. Talleres donde los pacientes pueden distraerse un poco, pero sobre todo desarrollar sus capacidades motrices. Es muy importante que los pacientes asistan a esos talleres, sin embargo nunca debe ser en contra de su voluntad. Cuando uno habla de hospitales psiquiátricos se le viene a la cabeza cuartos acolchados, camisas de fuerza y camas con cuerdas para amordazar a los pacientes, pero eso es muy alejado de la realidad. Lo cierto es que a los pacientes se les deja con mucha libertad dentro del hospital, pues es muy necesario que vivan una vida lo más normal posible, por lo que esas cosas se usan solo cuando es estrictamente necesario.

El caso es que el 523 desde el día que llegó, que fue unos meses antes de que mi mamá trabajará ahí, se la pasaba todo el tiempo callado, nunca respondía a nada que le dijeran los enfermeros y se negaba a participar en las actividades. Simplemente quería estar solo en su cuarto y por eso también era muy difícil darle su medicamento puesto que en ese entonces sí se comportaba muy agresivo.

Todo esto cambió una mañana de Mayo. Aquel día en el hospital se organizó un taller de artes plásticas. Los pacientes fabricaron todo tipo de manualidades de papel y cartón, por supuesto todo perfectamente supervisado para evitar que se hicieran daño o trataran de herir a otros.

Para sorpresa del personal, el 523 si decidió participar esa vez. Salió de su habitación y fue al taller, no dijo palabra alguna en ningún momento. Ese día tomo un globo, lo infló y con engrudo pegó trozos de papel periódico en la mitad de su superficie y cuando secó lo reventó. Le hiso dos agujeros a la altura de los ojos, lo pintó, con un marcador negro le dibujó una sonrisa y finalmente le pegó un elástico. De esa forma el paciente 523 fabricó lo que sería su rostro hasta el día del incendio.




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