La noche prometía ser una batalla campal, vestida de seda y amenizada con el tintineo de copas. Y así fue, pero no del todo como Valeria, lo había planeado. El suelo, que había elegido como su campo de batalla personal, resultó ser sorprendentemente cómodo después de una ducha revigorizante y, sobre todo, después de haber contemplado la exhibición involuntaria de los músculos de Damon bajo una toalla estratégicamente colocada. La simple imagen de sus pectorales definidos, salpicada por gotas de agua que descendían por su mandíbula hacia un abdomen, esa hermosa V que desafiaba la gravedad, había prendido una chispa incómoda en la precisión de su mente. Una chispa caliente, irritante, que no tenía nada que ver con la competencia profesional ni con el aroma a colonia cara que ahora flotaba en el aire.
Respiró hondo, inhalando el perfume amaderado y algo mentolado de su 'enemigo' y un ligero aroma a jabón colonial. Cerró los ojos, intentando evocar su lista de tareas pendientes para el día siguiente: el informe de mercado, los KPIs del proyecto X, la presentación para el comité de dirección, la llamada con el *coach* de productividad… Todo lo lógico, lo predecible. Pero la imagen de Damon, luciendo peligrosamente atractivo, persistía, burlándose de su orden mental.
Su guerra en la oficina, marcada por sarcasmos afilados y competividad feroz, siempre había sido una contienda de intelecto y estrategia. Esto era… diferente. Era visceral.
El sonido de un teléfono vibrando sacó a VALERIA de su introspección. Era el suyo. Un mensaje de texto del sr. Patterson, el ejecutivo que les había tendido esta trampa hotelera.
`Sr. Patterson: ¡Buenos días a la parejita! Espero que hayan tenido una noche de ensueño. Recuerden, hoy a las 10h les espero en el salón 'Primavera' para una sesión de fotos y una breve charla sobre 'la historia detrás de mi pasión' para la prensa local. ¡Sonrían mucho!`
Valeria se retorció sobre la manta improvisada. ¿Una sesión de fotos? ¿Les llamó ‘parejita’?
“¡Maldición!”, susurró. Se incorporó de un salto, decidida a enfrentarse a la jornada con la máxima profesionalidad, o al menos, con la menor cantidad de contacto visual posible con Damon.
Al otro lado de la habitación, el sonido de la ducha se detuvo. Unos minutos más tarde, Damon irrumpió en el dormitorio principal. No llevaba puesta la toalla, ¡gracias al cielo!, pero sí unos pantalones cortos de seda negros y una camiseta gris que se ceñía a su torso casualmente. Su cabello castaño húmedo le caía sobre la frente, dándole un aire despreocupado y juvenil que contrastaba con la seriedad tácita de la mañana. Se frotó los ojos, y luego la miró, una sonrisa perezosa curvando sus labios.
“Buenos días, robot. Aún viva, ¿eh? Pensé que quizás el suelo de mármol te hubiera absorbido durante la noche.”
Valeria se puso de pie, cruzando los brazos con firmeza. “Buenos días, ‘irresponsable’. El suelo es más confortable que tu ego inflado, que ya es mucho decir.”
Damon rió, una risa plena y contagiosa. “Oh, aquí vamos. El espectáculo matutino por el que el cliente nos paga fortunas. Me encanta. ¿Sabes? Podríamos patentar esta rutina. El ‘abrazo de oso’ de despedida y el ‘choque de hielo’ de buenos días. Muy original.”
“Cállate, Damon. Lo primero es que Patterson espera algo. Fotos y bla bla bla. Tenemos que aparentar que nos mordemos los labios cada vez que nos miramos, no escupirnos veneno”, dijo ella, su voz tensa. La idea de tener que fingir más, de tener que montar un espectáculo ante extraños, la ponía nerviosa. No era su estilo. Su estilo era el control absoluto, no la improvisación ante una cámara.
Damon se encogió de hombros, acercándose a la mesa donde su móvil y portátil esperaban. “Relájate, pequeña robot. Es marketing. Tu especialidad, ¿no? Método, precisión,… pero yo soy el alma de la fiesta, ¿recuerdas? La chispa que enciende al público. Esto es pan comido. Solo tienes que sonreír y asentir mucho.”
“¿Sonreír?”, repitió ella con incredulidad. “No sonrío a la gente que se viste como si fuera a una noche de fiesta perpetua.”
Se acercó a él, su mirada fija en la pantalla de su móvil. “Necesitamos un plan. Algo más allá de las apariencias. ¿Qué demonios le decimos a esa gente? ¿Cómo hacemos creíble que ‘Valeria’ y ‘Damon’…”, se detuvo, maldiciendo internamente por utilizar sus nombres reales en esa farsa. “...que esta pareja, de repente, ha decidido dedicarse a la cursilería?”
Damon se giró, su sonrisa se desvaneció, reemplazada por una seriedad inusual. “Por eso te necesitamos, robot. Tú eres la que planifica. Yo te doy la energía y el *glamour* que ellos quieren ver. Dime tú qué historia contamos, y yo la haré sonar como la epopeya moderna más cautivadora que el mundo haya escuchado.”
Se miraron, y por un instante, el aire crujió con una electricidad diferente. No era solo la antigua enemistad. Era la conciencia de que, en esa habitación, atrapados por un pacto contra natural, eran los únicos que podían salvar la carrera del otro. Una alianza incómoda, nacida del odio y alimentada por la necesidad.
♡♧♡
El salón ‘Primavera’ del resort era un despliegue de colores pastel, arreglos florales exuberantes y mobiliario que gritaba ‘lujo relajado’. En el centro, Patterson, impecable en un traje blanco que le hacía parecer un ejecutivo sacado de una revista de moda, les esperaba con una sonrisa radiante. A su lado, dos fotógrafos y un hombre con un micrófono que parecía más un presentador de televisión.