🤍Valeria🤍
El ascensor bajó a la planta principal del hotel a una velocidad que se sentía tortuosa. Cada piso que pasábamos era un recordatorio de que nos alejábamos del refugio de la mentira —la suite— y nos acercábamos al campo de batalla: la sala de conferencias de Patterson Global. Me puse mi máscara de ejecutiva de hierro con una eficiencia casi dolorosa. La vida es una serie de ecuaciones, y en este momento, la única variable permitida era el éxito.
Damon estaba a mi lado, envuelto en su chaqueta de corte impecable, emanando esa confianza que me irritaba y atraía a partes iguales. Después del roce "accidental" en su espalda, el aire entre nosotros se había cargado aún más, como una tormenta eléctrica que se niega a descargar. Podría haber sido mi imaginación, pero juraría que noté la rigidez en su postura después del contacto. Un pequeño triunfo para mi subconsciente.
—Recuerda: amor a primera vista en la sala de juntas. Me enamoré de tu espíritu libre, no de tu sonrisa —murmuré, manteniendo la vista fija en las puertas de latón del ascensor.
—¿Y yo de tu disciplina fiscal y tu fanatismo a las hojas de cálculo? —respondió Damon con sorna. Su voz, ahora menos ronca, tenía su habitual filo.
—No. Yo soy la rígida, tú el caótico que encuentra un ancla en mi orden. Es nuestro leitmotiv. Léetelo, Damon. Está en la página cuatro del guión.
—Me sé la historia de memoria, robot. Pero te recuerdo que el público sabe que la química no se inventa. Por eso funciona la historia: porque es creíble.
Me giré hacia él, furiosa por la mención implícita de anoche.
—La credibilidad se basa en nuestra actuación profesional, no en... las libertades que nos tomamos.
—Las libertades que tú te tomaste también, para luego negarlas.
El ascensor se abrió con un ding molesto, salvándome de tener que responder a esa verdad incómoda.
La sala de conferencias de Patterson era todo mármol frío y vistas impresionantes de Florencia. El equipo de Patterson, liderado por la imponente Sra. Eleanor Vance, ya estaba sentado. Vance era una mujer de negocios formidable, conocida por su escepticismo.
Nos sentamos, uno junto al otro, y la representación comenzó.
Damon tomó la palabra primero, como estaba planeado. Su explicación sobre la proyección de crecimiento fue brillante, clara y carismática. Lo miré con una mezcla de admiración profesional y un renovado resentimiento personal. Era bueno, condenadamente bueno.
—Y, por supuesto, Damon y yo hemos tenido que fusionar dos culturas muy diferentes —intervine en el momento exacto. Adopté una expresión de afecto profesional—. Él con su enfoque de riesgo calculado, y yo con mi precisión milimétrica. Pero, al final, hemos encontrado una armonía que, si me permite decirlo, Sra. Vance, es el verdadero valor de esta fusión.
Mientras hablaba, mi mano fue a parar a su brazo. Un toque suave, "cálido", justo como habíamos ensayado. Pero al hacerlo, sentí su músculo tensarse bajo mi palma. Lo que se suponía que iba a ser un acto de menos de un segundo, una herramienta para la coherencia, se alargó. Lo miré y sus ojos estaban fijos en mí. Por un instante, el silencio de la sala se volvió absoluto, y volví a ver la urgencia de anoche.
Retiré la mano, casi quemándome.
—Como Valeria dice —Damon retomó el hilo, con una voz un poco más profunda de lo normal—, la verdadera fortaleza es la complementariedad. Yo soy el soñador que ella aterriza. Y ella es la realidad que hace que mis sueños sean... rentables.
El cumplido se sintió genuino, y la Sra. Vance asintió, visiblemente impresionada por la química. ¡Estaban comprando la historia! Pero la palabra "rentable" me devolvió a tierra.
Cuando terminó la reunión, Vance se puso de pie, con una sonrisa fría.
—Es una presentación impecable. Y la historia de su sociedad... es muy convincente. Me da la sensación de que es mucho más que una sociedad laboral.
Mi estómago se encogió. Era la prueba de fuego final.
—Es un compromiso, Sra. Vance —respondí con la firmeza de un diamante—. Un compromiso con la excelencia.
Damon se adelantó un paso, poniendo su mano en el pequeño hueco de mi espalda, justo por encima de mi cintura. El contacto era posesivo, íntimo. No estaba en el guión.
—Lo que Valeria quiere decir es que cuando dos mentes tan competitivas se encuentran, el resultado es explosivo —dijo Damon, mirándome con una intensidad que era demasiado real para la sala de juntas—. Es una fuerza que no se puede cuantificar. Y, sinceramente, es la fuerza que queremos poner al servicio de Patterson Global.
El ardor en mi espalda era innegable. Su mano se quedó ahí hasta que Vance dijo, "El sr. Patterson les dará su respuesta al final del día. Ha sido un placer".
🖤Damon🖤
Salir de esa sala fue como escapar de una prisión. El aire se sentía más ligero, pero la presión en mi espalda, donde la mano de Valeria me había tocado, era un recuerdo persistente. Y luego, mi propia estupidez al tocarla a ella. No era profesional; era un acto de provocación.
Mientras caminábamos por el pasillo de vuelta a los ascensores, Valeria estaba silenciosa, hirviendo a fuego lento.