Pacto con el enemigo

Capítulo 19

🤍Valeria🤍

La puerta de la suite se cerró con un eco sordo, un sonido final que sellaba el destino que habíamos elegido en el Ponte Vecchio. Me apoyé en la madera, sintiendo la adrenalina ceder el paso a una urgencia mucho más profunda. Los números habían desaparecido. Solo quedaba la geometría de él y yo.

Damon no se acercó de inmediato. Me dio un momento, reconociendo la magnitud de mi rendición. Cuando lo hizo, sus ojos no eran arrogantes, sino curiosos y reverentes, como si estuviera viendo la única pieza del código que nunca había logrado descifrar.

—Esto es inaceptable —repetí, pero la risa se ahogó en mi garganta.

—Es el colapso de tu sistema —susurró, y al fin, acortó la distancia.

Sus manos se posaron en mi cintura, no para arrastrarme, sino para sostenerme con firmeza. El beso que siguió no fue una pregunta; fue una afirmación de todo lo que habíamos negado, o más bien, que yo había estado negando. Desabrochó mi chaqueta con calma y ternura, el tejido de lana cayó al suelo, un símbolo de la armadura que por fin me quitaba.

La pasión fue una mezcla intoxicante de ternura y ferocidad. Yo, la mujer de la lógica inquebrantable, sentía que cada centímetro de mi piel era un receptor sensible, que mi mente no podía hacer más que registrar el placer no cuantificable de sus caricias. Sus dedos exploraban mi espalda con una paciencia que contrastaba con la prisa de sus labios, un equilibrio de control que solo él podía darme.

En algún momento, me encontré sentada en el borde de la cama, observándolo quitarse la camisa. La visión de su torso fuerte y bien definido era una variable estética que mi mente registró como "peligrosamente deseable." Al verlo, sentí un torrente de calor y una rendición absoluta. No solo me estaba entregando a él; me estaba entregando al caos y a la ineficiencia que él representaba.

Cuando sus labios volvieron a encontrar los míos, la urgencia se apoderó de nosotros. Nuestros cuerpos se buscaron, conociendo al momento el lenguaje que nuestras mentes habían prohibido. Él se movía con una atención exquisita, enfocándose en la respuesta que cada uno de mis susurros provocaba. Yo me aferraba a él, la precisión de mis dedos trazando la línea de su hombro, buscando anclarme en la única certeza que quedaba: la verdad de nuestra conexión.

Él no solo me poseyó; me reorganizó. Me hizo sentir que el placer era la nueva forma de la productividad, que mis gemidos eran las métricas más importantes. En la oscuridad, ya no había rivales, solo dos personas que se habían encontrado en un punto de inflexión, creando una sinergia de alto riesgo que lo consumía todo.

El despertador, milagrosamente, no sonó.

Me desperté con la luz de Florencia filtrándose por las cortinas, y el primer pensamiento coherente que tuve fue: Mi calendario no tiene una entrada para "Despertar al lado de Damon, sintiendo un placer infinito".

Abrí los ojos y me encontré la realidad. El brazo de Damon estaba firmemente envuelto alrededor de mi cintura, su respiración suave en mi cuello. Estábamos entrelazados de una forma que desafiaba toda la geometría que había aprendido. Sentir el peso de su cuerpo, la solidez de su cadera contra la mía... era una ineficiencia sublime.

Mi mente de ejecutiva se activó con la desesperación de un virus. Necesitaba un informe de daños.

* Pérdida de control: Total.

* "Lapso estratégico" de 24h: Actualizado a "Colapso completo del sistema".

* Nivel de riesgo: Catastrófico y absolutamente seductor.

Intenté moverme, deslizarme fuera de su agarre con la precisión de un ninja corporativo, pero él simplemente me apretó más contra su pecho.

—Cinco minutos más de ineficiencia, robot —murmuró Damon con voz pastosa, sin abrir los ojos.

—Damon, son las ocho menos diez. Perdimos el vuelo.

—Reservé uno para las cinco de la tarde. En algún momento, entre las once y las dos de la mañana, mientras estabas detallando la proyección de ingresos con tu dedo en mi espalda.

Me sonrojé hasta las orejas. ¿Cómo podía recordar eso?

—Eso fue... análisis poscoital —intenté defenderme.

—Claro. Y el informe final lo escribiste con besos. Mueve tu análisis poscoital hacia aquí.

Me rendí. Me giré en la cama para quedar frente a él. Damon finalmente abrió los ojos, y la mirada que me dio no tenía ni una pizca de burla. Era íntima, satisfecha y extrañamente vulnerable. Esa mirada me desarmaba más que cualquiera de sus sarcasmos.

—Buenos días —dije, sintiendo que mi voz sonaba demasiado suave para ser yo.

—La mejor mañana de mi vida que no requiere una hoja de cálculo.

—No te acostumbres. Tenemos que establecer reglas antes de volver a la realidad. No podemos permitir que esto afecte la fusión.

Damon soltó una carcajada profunda que hizo vibrar su pecho.

—Valeria, acabamos de desmantelar meses de tensión y animosidad en una noche. ¿Y quieres empezar a hablar de reglas de compromiso ahora? ¿Vamos a crear un checklist para los besos?

Me senté, cubriéndome con la sábana.




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