El Learjet privado de la corporación aterrizó sin problemas en el Aeropuerto Internacional Midway. El viaje había sido una mezcla de eficiencia ejecutiva y coqueteo palpable. Sentados uno frente al otro en los sillones de cuero, habían repasado gráficos de flujo de efectivo y estrategias de relaciones públicas, pero la mano de Damon siempre encontraba el camino hasta la rodilla de Valeria, y las miradas compartidas duraban lo suficiente para hacer arder el aire entre ellos.
Al bajar del avión, los recibió el frío y cortante viento de Chicago, un recordatorio de que habían cambiado la calidez artificial del ático de Damon por una realidad más expuesta. Valeria vestía un traje de pantalón de lana gris que gritaba «poder tranquilo», mientras que Damon lucía un traje de corte moderno que lo hacía ver peligrosamente atractivo. Se tomaron de la mano al bajar la escalerilla, un gesto que ya no era una actuación para la prensa, sino un automatismo reconfortante.
"El hotel nos espera", susurró Damon al oído de Valeria, mientras un asistente se apresuraba a tomar sus maletas. "Y con 'el hotel' me refiero a la suite presidencial que tiene dos habitaciones. Un pequeño error logístico que podemos... corregir".
Valeria sonrió, sintiendo un escalofrío que no era por el clima. "Un error logístico que se corrige con una llamada rápida al servicio de habitaciones. O, alternativamente, nos apegamos al plan de 'pareja de negocios que respeta los límites en el ambiente laboral'".
"Valeria, el concepto de 'límites' se quemó junto con la farsa en Florencia. Y el beso en la sala de guerra fue el incinerador", bromeó Damon, apretándole la mano. "La gente espera que durmamos juntos. Y para ser creíble en la cena de esta noche, debemos tener ese brillo post-intimidad".
"Tu lógica es impecable, pero soy una profesional. Y la cena de esta noche es la validación final. No podemos arriesgarnos a un lapsus por falta de sueño", replicó ella, pero su tono carecía de convicción. La realidad era que no podía esperar a estar a solas con él.
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El salón de baile del hotel de lujo era un mar de lentejuelas, trajes de etiqueta y burbujas de champán. El ambiente era de euforia contenida, la calma antes de la fusión que consolidaría dos grandes imperios. Valeria y Damon eran, innegablemente, el centro de atención. La "pareja de oro" del mundo corporativo.
Valeria había optado por un vestido de seda negro, sofisticado y minimalista, que contrastaba con los elaborados adornos de las esposas de los otros ejecutivos, reafirmando su identidad de mujer de negocios por encima de todo. Damon, a su lado, era su ancla y su tentación.
Mientras socializaban, su interacción era la coreografía perfecta de una pareja enamorada en la esfera pública: Damon le susurraba comentarios ingeniosos, y ella se reía con una espontaneidad que sorprendía incluso a sí misma. Él nunca quitaba su mano de la pequeña de su espalda o la cintura, un toque sutil pero constante de "propiedad".
La 'prueba de fuego' llegó con la inevitable aparición de Isabella. La consultora de marketing no estaba invitada oficialmente, sino que se había colado astutamente, alegando que había un 'asunto urgente de branding' con Damon.
Isabella, con un vestido rojo que parecía esculpido en su cuerpo, se acercó a ellos con la confianza de quien se sabe aún deseada.
"Damon, tesoro", dijo, deslizando un dedo por el brazo de él, haciendo que Valeria sintiera un escalofrío de irritación. "Necesito tu opinión sobre la campaña de adquisición. Es crucial".
"Isabella, estoy 'off the clock'", replicó Damon con una sonrisa pulcra, sin inmutarse, pero su cuerpo se tensó sutilmente.
Isabella ignoró a Damon y se dirigió a Valeria, con esa condescendencia que ya le era familiar. "Valeria, me alegra verte aquí. Damon solía odiar este tipo de eventos, ¿sabes? Solo venía por compromiso. Pero parece que tú lo has 'domesticado' un poco. O al menos, lo has convencido de que la formalidad es la nueva adrenalina".
Valeria sonrió, una sonrisa tan afilada como un cuchillo. "La formalidad no es la nueva adrenalina, Isabella. Es simplemente la estructura necesaria para construir un futuro. Damon y yo no estamos aquí por compromiso. Estamos celebrando nuestro éxito. Y, francamente, las 'aventuras caóticas' que solo ofrecen adrenalina a corto plazo no son una inversión viable para el futuro que estamos construyendo".
La respuesta no estaba en el guión. Era puramente de Valeria: la analista, la dueña de las cifras, la mujer que había encontrado la manera de cuantificar el valor de su relación con Damon.
Antes de que Isabella pudiera replicar, Damon dio un paso al frente, interponiéndose entre las dos mujeres. Puso una mano firme en la cintura de Valeria y la atrajo hacia él con una posesividad que hizo que su corazón se acelerara.
"Isabella, la conversación de branding puede esperar hasta mañana, a las 9 AM. No antes. Ahora, si nos disculpas, Valeria y yo tenemos que terminar una 'negociación privada' de alto riesgo".
Damon no esperó una respuesta. Inclinó la cabeza hacia Valeria, mirándola profundamente a los ojos, e hizo algo aún más audaz que el beso en la sala de guerra. Con la mano en su cintura, la levantó ligeramente y giró sobre sí mismo, haciendo un giro de baile improvisado en medio de la sala. Fue un gesto juguetón, inesperado y completamente posesivo.