El Ford Bronco, ruidoso y completamente ajeno a cualquier concepto de insonorización, se adentraba en el corazón rural de Illinois. El cielo era un lienzo grisáceo, y el paisaje se había transformado de rascacielos a extensiones desoladas, salpicadas por granjas y silos. El aire dentro del coche, sin embargo, era cálido, denso con la quietud y la anticipación.
Valeria iba sentada con los pies en el salpicadero, una postura que jamás habría adoptado antes de Damon. Llevaba unos jeans gastados y un jersey de punto grueso que le había robado de su maleta. Damon, con una cazadora de cuero que le daba un aire de forajido moderno, conducía con una mano relajada sobre el volante, la otra entrelazada con la de ella.
"Según el plan 'Cero Eficiencia', deberíamos haber llegado hace media hora," observó Valeria, su tono ahora juguetón, libre de cualquier juicio real. "Este coche debe estar consumiendo más combustible por kilómetro que un Boeing 747".
Damon sonrió, apretándole la mano. "Estamos en el plan perfecto. El plan 'Cero Estrés de Tiempo'. La idea es desaprender el control, Valeria. El universo corporativo no nos necesita hoy. De hecho, a las 5 PM, seremos oficialmente las dos personas más libres y ricas del planeta. ¿Podemos permitirnos un poco de caos en la logística?"
"Sí," admitió ella, mirando el paisaje. "Es extraño. El contrato está sellado. La fusión es un hecho. La presión de la farsa ha desaparecido... y aun así, siento que la parte más importante del riesgo comienza ahora."
Damon se puso serio por un momento, captando su vulnerabilidad. Detuvo el coche en el arcén de una carretera de grava, apagando el motor. El silencio se precipitó sobre ellos, roto solo por el viento.
"Tienes razón. La farsa era nuestro escudo. Nuestro plan de negocios para protegernos de los sentimientos reales. Ahora, no tenemos nada más que esto," dijo, girándose para mirarla. Sus ojos, normalmente llenos de chispas de malicia, estaban serenos y profundos. "La gran pregunta, Valeria, la variable no controlable de nuestro futuro, es si la mujer de las cifras puede construir una vida con el chico del caos sin que uno destruya al otro."
Valeria retiró los pies del salpicadero y se acercó a él, su mano acariciando la línea de su mandíbula. "Tú no eres solo caos, Damon. Eres ingenio, eres pasión, eres la única variable que hace que todo mi esfuerzo en la vida valga la pena. Y yo ya no soy una 'robot' gélida. Tú has reescrito mi código."
"Y yo he reescrito el mío. Las aventuras caóticas me aburrieron. Quería una estrategia a largo plazo, y esa eres tú. Una vida de números, pero con un corazón que solo late por mí," dijo, su voz grave.
Se besaron en la quietud del Bronco, un beso tranquilo y sin prisas, una promesa sellada sin testigos ni contratos legales.
"Volvamos al plan, Capitán del Caos," susurró Valeria. "El itinerario 'Irreversible'."
•••
La cabaña era exactamente como Damon la había descrito: un refugio rústico al borde de un lago semi-congelado, sin vecinos a la vista. El nombre era kitsch, la decoración era anticuada, y el aire olía a madera húmeda y chimenea.
Valeria se rió al ver un tapete tejido a mano con la frase "Hogar Dulce Hogar" en cursivas. "Definitivamente, 'Cero Sofisticación', Damon. Me gusta."
"Es un contraste deliberado," explicó él, encendiendo la chimenea con una facilidad sorprendente. "Necesitaba sacarte de cualquier ambiente que pudiera recordarte un consejo de administración. Tienes que respirar. Hoy te prohíbo analizar cualquier cosa que no sea la calidad de este vino tinto."
Se instalaron rápidamente. Él puso música suave de jazz en un viejo reproductor de casetes que encontró. Ella se puso su ropa más cómoda y, por primera vez en años, no sintió la necesidad de revisar su correo electrónico. El teléfono de Damon estaba en modo avión, en un cajón.
Se sentaron juntos en el viejo sofá de cuero frente a la chimenea, el calor llenándolos.
"¿Qué hacemos ahora?" preguntó Valeria, sintiendo un vacío extraño. La adrenalina de la fusión y el juego había terminado, y ahora solo quedaba la realidad de estar juntos.
"Nada," respondió Damon, entrelazando sus piernas con las de ella. "Solo ser nosotros. Y hablar de lo que viene después. No el negocio. Sino... ¿nosotros? ¿Dónde ponemos nuestro ancla?"
Valeria apoyó la cabeza en su hombro. "Ancla. Una palabra bonita. Supongo que tendremos que unir nuestros mundos. No solo corporativamente. ¿Vives en mi loft? ¿Compramos una casa? ¿Trabajamos juntos, o nos damos espacio para respirar?"
Damon besó la parte superior de su cabeza. "Me gusta la idea de que mis desorganizadas cosas invadan tu ordenado loft. Y me gusta la idea de trabajar juntos. No en el mismo departamento. Pero ser el 'uno para el otro' en las grandes jugadas. Ser el filtro de las decisiones. Tú, mi lógica; yo, tu locura."
"Me gusta.", sonrió Valeria. "Y sobre el espacio para respirar... creo que ya me he vuelto adicta a tu desorden."
Pasaron horas en una burbuja de conversaciones sin prisa, risas suaves y silencios cómodos. La fusión de sus vidas parecía mucho más fácil que la fusión de sus trabajos.
Mientras Valeria miraba las llamas, Damon se levantó y regresó con una caja de madera antigua que había sacado de su bolsa de viaje.