Era un paisaje hermoso, cientos de árboles de pino adornaban los costados de la carretera. A la distancia, la niebla se paseaba sobre la cima de las montañas que se veían tras las ventanas de la furgoneta. Samuel, se encontraba al volante, dirigiéndose a las frías montañas para allí, en compañía de su novia y de sus amigos cercanos, pasar el fin de semana para descansar del trajín citadino y así regresar a sus labores con las energías renovadas.
Jenny estaba sentada a un lado de Samuel en el puesto del copiloto, llevaba puestos unos audífonos mientras escuchaba con deleite una canción que le recorría el alma. En la parte trasera de la furgoneta, viajaban sus amigos. Wilson permaneció la mayor parte del camino en silencio mientras miraba a su novia Victoria, disfrutar de una amena conversación con el fornido y guapo Fabián. A ella se le veía sonreír y ensortijar sus cabellos con sus dedos mientras miraba gustosa al hombre que viajaba en frente de ella. Fabián le guiñaba el ojo y sin importarle que el novio de la hermosa rubia Victoria, estuviera a un lado de él, lanzaba picarones coqueteos.
Wilson al no poder soportar más la descarada escena, tomó a Victoria de la mano, la jaló hacia sí para sentarla a su lado.
―Dijiste que te quedarías a mi lado ―dijo Wilson a Victoria, difícilmente le sostenía la mirada. Intentó mostrarse pasivo pero era evidente la rabia que sentía―. Creí que este viaje sería para disfrutar entre los dos.
―Ay, no empieces ―respondió Victoria un tanto molesta―. Vinimos juntos a este viaje, eso no quiere decir que estaremos todo el tiempo juntos, creo que podemos darnos nuestro espacio y disfrutar de la conversación con nuestros amigos. No deberías ser tan posesivo, más bien intégrate con los otros chicos y trata de conversar.
―Me prometes que estaremos juntos ―dijo Wilson casi a manera de súplica a su novia―. No quiero pasar todo el fin de semana alejado de ti.
―Déjame respirar, en serio ―respondió Victoria con algo de tensión, al sentir en las palabras de Wilson, un claro indicio de acoso ―. Habíamos acordado algo ―prosiguió, elevando el tono de su voz. Sus amigos volvieron su mirada a ella y tras un gesto de desapruebo por sus palabras, regresaron a lo que estaban haciendo―, yo podría compartir con mis amigos y tú harías lo posible por socializar. Si eres demasiado tímido o no sé qué sea, ese es tu problema, no me vas a arruinar el viaje.
―No te preocupes Vicky, comparte con tus amigos, yo estaré bien y buscaré con quien hablar ―contestó Wilson tratando de calmar los ánimos de Victoria―, la vamos a pasar muy bien amor.
Victoria le sostuvo una fría mirada a Wilson por unos cuantos segundos, paso seguido le dio la espalda y continuó conversando con Fabián, intentando con calma, retomar su grata conversación. Detrás de la silla en la que estaba sentado Fabián, estaba recostado sin gana alguna o pudor, Julián, hablando sin parar. Sus palabras y tono de voz era molestos para Catalina, quien miraba por la ventana aburridísima, con la mirada perdida entre la frondosa vegetación que se veía a un lado del camino.
Regresó su mirada a Julián y sonrió, solo por mero compromiso, intentando que no se diera cuenta que ella no le estaba prestando atención. Recostó su rostro sobre su mano, elevó la mirada a la parte delantera de la camioneta, miró a Samuel y tras un profundo suspiro, se acomodó en las sillas, intentando recostarse para dormir.
―Voy a dormirme vale ―dijo Catalina a Julián ―no pude dormir muy bien anoche. Ojalá lleguemos rápido a la cabaña para descansar. Seguimos conversando ahorita, ¿te parece… amor?
―No vieja, a mí no me saca el cuerpo ―reclamó Julián con un tono alto de voz―, no me va a dejar mirando por la ventana todo el viaje.
―Te va a tocar, porque en serio estoy cansada ―contestó Catalina.
―Haga lo que quiera entonces. ―Julián dio la espalda a Catalina y se unió a la conversación de Victoria y Fabián.
Victoria y Fabián se indispusieron al ver que había un nuevo integrante en su conversación, la cual ellos esperaban fuese privada. Se dieron cuenta que eso sería imposible. Lo mejor sería esperar a tener la oportunidad de estar solos.
Un fuerte golpe se sintió, sacudiendo con fuerza la camioneta. Por un instante Samuel perdió el control, el automotor zigzagueó por la carretera, las llantas rechinaron contra el asfalto dejando su bruna marca. Catalina se despertó aterrorizada y con sus manos se aferró con fuerza a la silla que estaba delante de ella. Todos estaban exaltados, con los músculos tensionados. Gracias a la pericia de Samuel al volante, logró frenar la camioneta pocos centímetros antes de estrellarse contra el grueso tronco de un árbol que había a un costado de la carretera. Lograron salir ilesos, pero sus corazones y respiración estaban agitados, sus ojos estaban aguzados y las manos temblorosas.