Fue un largo camino desde Bogotá. Por fin, después de tantas horas, llegamos a este lugar tan olvidado por el gobierno. Los políticos corruptos del país, como siempre, se adueñan del dinero de los impuestos y por ello es que muchos pueblos al igual que este, viven en extrema pobreza.
Me doy cuenta que solo Bogotá y las ciudades principales tienen grandes construcciones, agua potable, museos y cosas por el estilo. Simplemente porque necesitan mostrar a los demás países, que Colombia es próspera, ocultando la verdad de sus ojos, al no hacer de estos pequeños pueblos y caseríos, un destino turístico.
Las carreteras están en muy mal estado, la pobreza es extrema. Las ropas de los habitantes están sucias, roídas por el tiempo y desgastadas por el trajín de su cotidianidad. Llegué al pueblo acompañado por un representante de la ONG para la que trabajo y por una amplia escolta militar quienes velaran por nuestra seguridad. Solo porque somos “importantes” nos dan protección, saben que si nos sucede algo malo los medios los acabaran.
La población civil no corre con la misma suerte, casi nunca ven al ejercito rondar por el pueblo, están desprotegidos a merced de la guerrilla. Creo que mi llegada en algo sirvió, al menos ahora hay ejército resguardando el pequeño pueblo.
En cuanto llegamos a la casa en la que me estoy alojando, el representante de la ONG a la que yo pertenezco me dejó instalado y se regresó de inmediato a su tan amado país europeo. En aquel instante me di cuenta de la hipocresía de estas organizaciones no gubernamentales; llegan al lugar, toman fotos, entrevistan unos cuantos campesinos y cuando tienen todo el material requerido, regresan a sus lugares de origen para entregar las fotos y los datos necesarios a los encargados. De esta manera dan su misión “humanitaria” como terminada. Dejando a la gente de nuevo sumida en la miseria y en el olvido, quedando ante su país como héroes filantrópicos que se desviven por el bienestar de la población vulnerable.
Ya no necesitan volver, ya han reunido el dinero que necesitaban a costa de las evidencias de la miseria y han llenado sus bolsillos de riqueza. Tienen todo lo que necesitan para poder mostrar a la comunidad que han ayudado al necesitado, siendo todo solo una excusa para poder cumplir con requerimientos y después de eso olvidarse de las personas.
Yo me estoy quedando en una de las casas que hay poco antes de llegar al pueblo, una casa bastante humilde en la que viven 5 personas: doña Hortensia, don Alduvino de Jesús (su esposo), el intrépido Juanito, la pequeña Siona y su abuela materna doña Graciela. Por ayudas de mis gastos la ONG le paga a la señora Hortensia, 200.000 pesos colombianos (USD 70, aprox.) al mes. Acomodaron una cama en una de las habitaciones al fondo de la casa, donde dormiré yo solo.
Conocí a los integrantes de aquel hermoso hogar, en realidad sentí gran alegría al tener contacto con tan nobles personas. Su situación es bastante desfavorable. Espero en lo posible brindar la mejor ayuda a estas personas.