Una sombra a la distancia se acercó a mí a gran velocidad. Deseaba encontrarme lo antes posible para dar fin a mi existencia. Sentí que su macabra esencia me envolvió para corromper mi mente y corazón. Mi respiración aceleró, toda mi piel quedó fría al ver delante de mí, los cuerpos moribundos de dos mujeres yaciendo sobre el suelo, aguardando con gran suplicio y mendicidad el momento de su muerte.
Corrí presuroso a socorrerlas, resultando inútiles mis esfuerzos, sus cuerpos estaban malogrados, profanados, humillados y puestos bajo un manto de sangre por capricho de un alma homicida. Me di cuenta que una de las que yacía sobre el suelo era mi amada, corrí hasta ella para socorrerla. De las sombras salió una imagen escabrosa que posó su bota empantanada sobre el rostro de mi novia deteriorando su belleza. Levanté mi mirada para observar la maldad encarnada, no tenía puesto el pasamontañas permitiéndome ver la maldad y la arrogancia de su rostro.
Lo miré con temor, mis piernas flaquearon. El hedor de la putrefacción y el temor de la muerte me obligaron a correr más allá de mis propias limitaciones. Corrí tan rápido como pude, creyendo que había dejado aquella escoria asesina detrás de mí. Al frente de mí, había un espeso bosque en el cual me interné para perderme en lo profundo de su oscuridad.
A la distancia pude divisar un claro, de él nacía una fuerte luz naranja. Corrí con la esperanza que aquella luz fuese mi salvación. Al llegar allí, temí por mi vida al ver el acto que se estaba llevando a cabo. Aquel hombre siniestro cubría su torso con un viejo fillat militar, estaba emparamado con la sangre de una nueva víctima. Una joven mujer estaba colgada de los pies a un árbol por una soga, la cual la mantenía suspendida en el aire, la sangre estaba estancándose en su cabeza producto de la gravedad.
Su cuerpo se balanceaba frente a una hoguera, como si se tratase de una vil hechicera. Su cuerpo fue destajado con gran crueldad con un machete oxidado por este brutal criminal, erigiéndolo como si fuese una espada medieval. Las laceraciones eran certeras dando a la joven mujer una muerte rápida e infame. Su bello rostro quedó cubierto por su cabello ensangrentado. Quedé poseído de pavor al ver como entre espasmos se estaba desangrando.
Sus ojos blanquecidos dieron muestra de la muerte tortuosa que tuvo. Allí se encontraba el asesino, sosteniendo con su otra mano el pasamontañas con el que solía cubrir su rostro. Estaba excitado por la sangre que él estaba drenando para dársela como sacrificio a su diosa maligna. Detrás de él, surgió el rostro de mis mayores pesadillas, allí se encontraba el amo de este infame destajador.
Su vestido harapiento celebraba su oscuro funeral, ella se acercó al oído del homicida murmurando maleficios sosegados, él giró su mirada hacia su nueva víctima, me miraba a mí, empecé a temblar, tenía que huir de allí lo antes posible, me di vuelta para salir corriendo, al girar me estrellé contra aquel homicida. Quedé congelado al encontrarlo en frente de mí, ¿Cómo pudo llegar tan rápido hasta allí? Caí al suelo, me arrastré por el lodo tratando de escapar de aquel que poseía una sonrisa diabólica que auguraba mi muerte. Un machete viejo y oxidado sostenía en su mano, de él escurría sangre negra y viviente, como alimentando la severa mortalidad de esta arma de metal.
Aquel infame perpetrador se lanzó sobre mí y enterró su machete sobre mi pecho, empecé a retorcerme de dolor. Él me miró, puso su bota empantanada sobre mi rostro para tener apoyo de sacar el machete de mi interior. Tocí, y sentí como la vida empezó a abandonar mi cuerpo. Supliqué misericordia, sus oídos eran sordos a mis ruegos. Vi con terror, mientras el sujetó levantó el machete, dejándolo caer de nuevo sobre mi rostro. Desperté.
Estos sueños van a volverme loco.