Maricruz vio cómo se llevaron en el coche patrulla al novio de Lila y como Iñigo se encontraba hablando con uno de los policías.
— ¡Maricruz! — Dijo Lila, abrazando a su amiga.
Maricruz la tomó de los brazos y se soltó de ella mirándola a la cara.
— Lila… Lo siento mucho, pero tu novio te está robando. — Le habló Maricruz, dudosa por sí su amiga no la creía. — Además, él…
— Ese hombre dejó de ser mi novio hace mucho tiempo, así que no te preocupes por ello, Maricruz. Él solo es una basura de persona. — Contestó Lila, ella ya rompió con él por su abusivo comportamiento. — No debía de haber quedado con el asistente Pablo en un café y dejarte sola.
— ¿Qué? — Preguntó Maricruz sorprendida.
— Tengo que mirar por ti, ya que tú no lo haces. — Le regañó Lila.
Maricruz vio a Iñigo que se acercó a ellas, y observó sus manos dañadas.
— Tus manos. — Lamentó Maricruz, acercándose a él y dudando en tocar sus manos. — No era problema tuyo y no tenías que haberte metido.
— Tienes razón, no era mi problema. Pero no puedo quedarme quieto cuando te metes en problemas. — Le respondió Iñigo serio. — Es por ello que he tomado la decisión de llevarte conmigo.
Maricruz sonrió. ¿De qué estaba hablando? ¿Ir con él a donde? Estaba más que claro que Lila le habría contado su situación personal y económica al asistente Pablo.
— Gracias, pero prefiero estar en la calle que contigo. — Dijo Maricruz alejándose de él e Iñigo la tomó de una muñeca.
— No seas tonta, Maricruz.
Ambos se miraron a los ojos por un instante y sin pronunciarse ninguno de los dos, Iñigo cargó con ella en su hombro.
— ¡Iñigo, suéltame! — Chilló Maricruz impresionada, golpeando con sus puños la espalda de su ex novio.
El asistente Pablo se acercó hasta Lila y miraron en silencio la escena, como hicieron las personas que se aglomeraron cerca para ver lo que había ocurrido con la policía.
Iñigo sacó de su coche a Maricruz y ordenó a sus empleados que no los molestara si no querían ser despedidos.
Maricruz se quejó al ser arrojada a la cama de Iñigo y ser tomada de la muñeca por él.
— ¿Qué crees que estás haciendo? — Le preguntó Maricruz alterada. — No puedes tratarme así, entre nosotros no hay nada.
Una empleada de la mansión Espinosa abandonó la habitación tras dejar preparado un baño para la señorita que su señor trajo a casa.
— ¡Silencio! — Le gritó Iñigo serio. — Si no fueras un desastre no tendría que meterme en tu vida.
A Iñigo no le temblaron las manos cuando empezó a desvestirla pese a los gritos de ella.
— ¡Pervertido! — Lo insultó Maricruz estando medio desnuda e Iñigo la agarró de las muñecas.
— ¿De qué te preocupas? No es cómo si no nos hubiéramos visto alguna vez desnudos. — Le dijo Iñigo, inclinando su cuerpo hacia ella. — Conozco cada uno de tus lunares, el olor de tu cuerpo y lo que te gusta o no cuando estás intimando.
Maricruz se sonrojó avergonzada. ¿Cómo Iñigo podía pronunciar esas palabras sin tapujos?
— ¡Solo hablas del pasado! — Elevó Maricruz la voz.
Luego intentó quitarse a Iñigo de encima, buscando con sus ojos verdes su ropa tirada por el suelo. Pero la fuerza de cada uno era diferente e Iñigo acabó por tomar el borde de la ropa íntima inferior de Maricruz y quitárselas.
— Sí, hablo de nuestro pasado. Pero ahora un baño caliente te está esperando. — Le dijo Iñigo, la miraba sin apartar su mirada de ella, quien tenía el rostro ruborizado. — Deberías estar agradecida de que emplee mi tiempo en lavarte.
Iñigo la agarró entonces de los brazos y la levantó de la cama completamente desnuda, quedando a Maricruz paralizada.
Maricruz se cubría la cara con sus manos por vergüenza, mientras Iñigo se remangaba las mangas de su camisa.
— He podido averiguar que tu madre y hermana no se encuentran en el país. — Habló Iñigo, agarrando una esponja y sosteniendo una de las manos de Maricruz.
La chica descubrió su rostro por completo y metida en la bañera miró a Iñigo.
— Mi tío solo podía ocuparse de mi madre y de mi hermana. — Contestó Maricruz. — Cómo yo era mayor de edad debía ocuparme de mí.
Iñigo lavaba con la esponja el brazo de Maricruz, lo hacía con delicadeza, pese a la fuerza bruta que había empleado para quitarle la ropa y llevarla hasta allí.
Por un momento, sus ojos enfocaron la cicatriz que Maricruz tenía en el pecho.
— A debido de ser difícil para ti. — Comentó Iñigo.
— No tanto como tu traición. Cuando más te necesitaba me dejaste tirada, es más, me borraste por completo de tu vida. — Le reclamo Maricruz a la cara. — Y ahora apareces y actúas así, ¿para qué?
Iñigo le soltó la mano, para tomarla después de la otra mano y lavar también su otro brazo.
— Tenía mis razones. Tu padre era un corrupto que robaba y estafaba a muchas personas importantes. — Le dijo Iñigo con voz y expresión seria. — La reputación de mi familia era lo más importante por entonces. Si hubiera sido ahora, las cosas habrían sido distintas.
— De qué me sirve que digas eso. Rompiste nuestra relación como si yo hubiera sido la culpable de lo que mi padre hizo. — Maricruz se soltó de Iñigo molesta. — Y ahora apareces en mi vida y me metes en tu casa ¿para qué?
— Para cuidar de ti ya que no sabes hacerlo tú sola. — Respondió Iñigo, agachándose y estando en la misma altura que ella. — No te voy a mentir, te utilizaré.
Maricruz se quedó mirándolo, habían pasado años desde que cortaron su relación, pero Iñigo aún seguía siendo guapo… Se conocían desde que iban a primaria y su relación cambió con el tiempo, su amistad se convirtió en romance en el Instituto y se alargó hasta la Universidad.