Padres por sorpresa

6. Quiero estar contigo.

 

Maricruz arropó a Rachel y la beso en la cara. La pequeña sostenía en sus brazos la muñeca que la sirvienta le compró. 

 

— Buenas noches, mamá. — Le dijo Rachel. 

Maricruz le acarició el cabello dándole otro beso, pero en esa ocasión en la frente. 

 

— Buenas noches, cariño. — Le deseó Maricruz con una sonrisa. 

La pequeña Rachel abrazó a su muñeca y se echó de lado. Maricruz caminó hasta la puerta saliendo del dormitorio y encontrándose con Iñigo. 

 

— Veo que te estás ocupando de tus deberes. — Le dijo Iñigo acercándose a ella. — Gracias. 

 

— Solo me ciño a lo acordado, soy la madre y tú, papá, te encargarás de que no me falte de nada. — Habló Maricruz, sin apartar sus ojos verdes de él. — ¿Si hay algo más de lo que me pueda encargar? dímelo. Puede hacerlo. 

 

— De mí. Estaría bien que te encargarás de mí como si estuviéramos casados. — Respondió Iñigo. 

Maricruz no pudo evitar reírse. 

 

— ¿No hablarás en serio? Has sido abandonado por la madre y quieres hacerme pasar también por ella. 

 

— Nunca he sido abandonado por la madre de mis hijos. — Contestó Iñigo. — Para ser abandonado primero debía de haber tenido una relación con ella, cosa que nunca ha pasado. Solo hemos tenido encuentros sexuales. 

Al escuchar que solo había tenido encuentros sexuales con la madre de los mellizos, Maricruz se sintió aliviada. 

 

— ¿Y conmigo, qué es lo quieres? ¿Encuentros sexuales también? 

 

— Conmigo quiero lo que teníamos antes. — Fue Iñigo sincero, tomando una de las manos de Maricruz y enlazando sus dedos con los de ella. — ¿Me darías una oportunidad? 

Maricruz dudó, aunque seguía enamorada de él no quería ser dejada de nuevo. 

 

— Aún no puedo contestar a eso. Me duele lo que ocurrió entre nosotros. Éramos inseparables y de la noche a la mañana cortaste todo el contacto conmigo. — Le habló Maricruz sincera.

Iñigo acarició con su otra mano la mejilla de Maricruz y se miraron a los ojos, cuando Iñigo se inclinó para besarla en la boca… 

 

— ¿Qué estáis haciendo? — Les sorprendió Teo, que se frotaba los ojos en el pasillo. 

 

— El indio. — Soltó Iñigo, mostrando una sonrisa a su hijo de “aquí no pasa nada”.

Maricruz apartó a Iñigo de ella y se acercó al pequeño Teo. 

 

— ¿No puedes dormir? — Le preguntó Maricruz, agarrándolo de los brazos y agachándose con él. 

 

— Quería que mamá durmiera conmigo. — Titubeó el pequeño Teo. — No quiero que mañana no estés con nosotros. 

Maricruz sonrió al pequeño y le prometió que no se marcharía a ningún lado, que se quedaría con ellos hasta que no la necesitaran más. 

 

 

Iñigo revisaba unos documentos en su ordenador portátil, sentado en el sillón de su dormitorio. Se colocó bien sus gafas de contacto y escuchó la puerta del dormitorio abrirse. 

 

— ¿Se ha dormido Teo? — Preguntó Iñigo, sin apartar la mirada de la pantalla de su ordenador.

Maricruz que se acercó hasta otro de los sillones, se sentó asintiendo. 

 

— Pensé que me tocaría dormir con él. — Habló Maricruz, mirando a Iñigo y observando el parecido que había entre padre e hijo. — Es un niño muy guapo. Seguramente será como tú cuando vaya al Instituto. 

Maricruz apoyó sus brazos en el brazo del sillón, sin apartar sus ojos de él. 

 

— Eso no es beneficioso. Yo tuve a muchos colgados a mi espalda por ser el hijo del señor Bertho Espinosa. — Comentó Iñigo, tecleando las teclas de su ordenador portátil.

 

— No puedes negar que eso te gustaba. Tenías a todas las adolescentes detrás de ti. 

Iñigo sonrió, recordando ese tiempo y levantó por fin su mirada hasta Maricruz. 

 

— La que me gustaba estaba a mi lado. 

 

— Hasta que me pateaste como a un perro. — Le soltó Maricruz e Iñigo se incorporó dejando en la mesita el ordenador portátil. 

 

— Quisiera cambiar ese hecho. — Iñigo se levantó. — Fui un estúpido al pensar solo en el apellido de mi familia. 

Iñigo se acercó a ella y Maricruz no evitó su mirada. Odiándose por amarlo con la misma intensidad que en el pasado. 

 

— El pasado no se puede cambiar, Iñigo. — Le dijo seria. 

Iñigo colocó sus manos en los brazos del sillón, dejando a Maricruz prisionera entre él y el respaldo del sillón. 

 

— Pero puedo ser perdonado. — Susurró Iñigo inclinándose. — Quiero besarte. 

Maricruz lo tomó de la corbata y lo acercó aún más a ella, rozando sus labios con los de él. 

 

— Hazlo ahora, antes de que me arrepienta, Iñigo Espinosa. — Le ordenó Maricruz e Iñigo besó los carnosos labios de su ex. 

Se besaron apasionadamente durante más tiempo de lo que su respiración podía aguantar. Sus manos se deshicieron de las ropas, buscando sus cuerpos están entrelazados el uno con el otro… Hundiéndose los dos en una pasión que venía de lo más profundo de sus gargantas, llena de sentimiento y de desesperación por querer recuperar los años perdidos. 

 

 

El teléfono móvil de Maricruz empezó a sonar muy temprano en la mañana. Desde la cama, Maricruz extendió su brazo queriendo tomar el teléfono de la mesilla de noche, pero los brazos de Iñigo no querían soltarla. 

 

— ¿Puedes soltarme? — Le dijo Maricruz, agarrando una de las manos de Iñigo, sin conseguir librarse. 

 

— ¿Para qué? Aún está oscuro. — Bostezó Iñigo, hundiendo su rostro en la espalda de ella. 

Maricruz se giró con dificultad y observó la cara pacífica de Iñigo, realmente se encontraba durmiendo cómodamente agarrado a ella. 

 

— Tengo una llamada telefónica y quiero contestar. — Mencionó Maricruz, extendiendo nuevamente su brazo para conseguir alcanzar su teléfono móvil. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 29.11.2023

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