¿Por qué lo hice? ¿Por qué? – preguntaba el joven incesantemente. Lo hacía mientras miraba a la Luna pensando que esta le respondería, que las estrellas le darían alguna explicación del por qué había alejado a la persona que más quería.
Horas antes, Mateo y Diana, habían ido a un bar para celebrar el fin de ciclo. Estaban agotados, pero a la vez felices de poder festejar su libertad de la universidad. Se los veía riéndose como locos desquiciados, aunque no se encontraban alcoholizados. La verdad era que los dos compartían una química increíble o al menos eso aparentaban. Después de retirarse del bar decidieron comprar algo para comer y poder vagar. La meta era llegar al gran parque que se encontraba a pocas cuadras del lugar.
En el market compraron papas y gaseosas. Casi nunca lo hacían, pero Mateo insistió. Hay que salir de la rutina de vez en cuando le dijo a Diana con su clásica sonrisa cómplice que solo podía hacer cuando estaba con ella. Se pusieron en marcha hacia el parque. En el camino comenzaron a hablar de cosas triviales mientras agarraban algunas papas de una de las bolsas; acordaron dejar el resto para cuando estuvieran en el parque.
Al llegar buscaron un lugar donde sentarse. Había muchos árboles y el aire fresco de la noche movía las hojas ligeramente. Después de buscar con la mirada el sitio ideal, lo encontraron. Se dirigieron a un extremo del parque donde un gran árbol, robusto e imponente, estaba rodeado de pequeñas plantas. Se recostaron sobre el gran tronco con sus miradas fijas en el cielo, se pasaron un buen rato así, en silencio, mirándose el uno al otro de vez en cuando para luego soltar una pequeña sonrisa. La Luna se encontraba es su punto más luminoso, ellos la observaban y ella les devolvía la mirada; aún con todo su brillo y su luz esta no dejaba de transmitir calma y serenidad a los jóvenes. Mateo agarró una de las bolsas de papas y empezó a abrirla; Diana por su parte tomó una de las gaseosas. Ambos se mantenían en silencio. Mateo, con los ojos en la Luna, parecía estar en un estado de transe donde nada parecía alterarlo.
– ¿En qué piensas, Mati? – preguntó Diana, rompiendo el silencio.
– En nada. Solo estoy viendo el cielo, la Luna y...
– Y las estrellas. – lo interrumpió Diana – Sí, son lindas, pero sé que piensas en algo más. Dime.
Mateo se quedó observando el cielo unos momentos antes de exhalar un aliento de rendición. No podía mentirle ni esconderle nada a Diana. Se conocían desde niños, crecieron juntos, aprendieron juntos, estudiaron juntos y se enamoraron juntos, aunque no del mismo modo.
– ¿Qué harás en vacaciones? – preguntó Mateo.
– Pues... aún no lo sé. Supongo que vagar la mayor parte y lo que reste salir de paseo o algo similar. ¿Tú?
– Pues estaba planeando invitar a alguien a salir.
– ¡Uy! Eso suena interesante, ¿quién es la afortunada? ¿acaso la conozco?
– No lo creo. La conocí en el almuerzo, nos adelanta un ciclo así que dudo que siquiera la ubiques por el nombre. Se llama Diana, por cierto.
– Como yo, lindo nombre – lo dijo seriamente y mirando fijamente a Mateo. – ¿por qué no la habías mencionado antes?
– Porque tal chica no existe. – menciono Mateo con un rostro tan serio como el que había mostrado Diana segundos antes.
– ¿A qué te refieres? – pregunto conmocionada.
– Me refiero a la ti. Quería que tu salieras conmigo.
En la secundaria Mateo se confesó enamorado de Diana, mas esta lo convenció de que su relación no tendría futuro. Lo quería mucho, era cierto, pero no estaba segura de que tanto podría durar una relación con Mateo o que tanto se mantendría su amistad si la relación llegaba a fallar. Ya habían pasado casi tres años desde que esto ocurrió y aun con el pasar de los años Mateo seguía enamorado de Diana.
– Mati... – su voz se tornó compasiva, pero también firme – Ya hablamos de esto. No quiero darte esperanzas de algo que no pasara. Pensé que te habías olvidado de todo esto hace tiempo.
– Yo también pensé lo mismo. Todo este tiempo, estos tres años, pensé que lo que sentía por ti, era lo que sienten las personas que se conocen de años. Pensé que todo lo que pasó en la secundaria solo eran las ilusiones y fantasías de un joven imberbe que no sabía nada de la vida. Lo pensé hasta que no pude mentirme más. Estos últimos años solo he estado mintiéndome y mintiéndote al fingir que no siento nada por ti...
– Claro que sientes algo por mi y es lo mismo que yo siento por ti. – interrumpió Diana – Somos amigos Mati, los mejores, y nos queremos.
– Se que no quieres aceptarlo, ni quieres que yo lo diga. Te da miedo lo que vas a escuchar, lo sé. Y sé que no es porque se vaya a perder nuestra amistad, te da miedo porque no eres capaz de corresponder a los sentimientos de nadie. Sé porque me rechazaste en la secundaria, no fue por nuestra amistad, fue por tu egoísmo. – de los ojos de Mateo comenzaron a caer unas cuantas lagrimas – No te culpo, la vida no te trato de la mejor manera, pero...
Un silencio sepulcral se instauro en el ambiente. Ella lo observaba directamente con una mirada compasiva y preocupada. Él soltó un ligero sollozo y continuo.
– Cuando me rechazaste, ese día por mi cabeza pasaron muchas ideas. A pesar de que mantuviste nuestra amistad a salvo, sabía que algo había cambiado. Tú te mantuviste igual, tu comportamiento no se alteró, pero el mío sí. – su voz se fue tornando dura a medida que hablaba hasta casi comenzó a escupir las palabras. – Pensé que, con aquel discurso tuyo, del por qué tener una relación era una mala idea, querías salvar nuestra amistad, pero sé que no es así; solo te querías salvar a ti misma. No querías quedarte sola, solo me utilizaste Diana. Y yo me quede a pesar de conocer la verdad. Me quedé porque pensé que podías cambiar, que algún día me podrías querer de la misma forma que yo te quiero. Fui un estúpido lo sé. Cada día solo te contemplaba pensando que algún día tú podrías cambiar. Y si te lo digo ahora es porque ya no puedo seguir mintiéndome. Lo hice todos días, en cada hora, en cada minuto, en cada segundo. – grandes gotas de lagrimas resbalaban de sus ojos. – Solo quería quererte y a veces ni eso podía. Lo siento por malograrte el día, pero esto es lo que yo sentía todos los días cuando pasabas de mí como cualquier cosa. Estoy enamorado de ti Diana, pero ya no quiero sufrir por eso. Solo te iba a decir que quería estar contigo, pero ya me sé la respuesta y no creo poder soportar un rato más contigo. Eso es todo, Diana.