Mamita querida,
mamita anhelada,
recuerdo aquel día,
cuando ya no vi tu cara.
Era un buen amanecer,
me levantaste de la cama,
te veías de buen ver,
en tu cuerpo y tu alma.
Fuimos al centro comercial,
era un buen día, soleado,
había alegría especial,
más tu corazón se veía nublado.
Recuerdo todas esas tiendas,
frente a las que,
con gesto y buenas prendas,
me dijiste esas palabras.
Quédate aquí quietecito,
no te vayas a mover,
espera aquí mi volver,
no vayas a otro sitio.
Tú te alejaste mucho,
y sin mirar atrás,
te perdiste como un trucho,
entre los demás.
Caminaban y empujaban,
a mi alrededor al pasar,
mientras yo me preguntaba,
mamita querida,
donde puedes estar.
Las horas pasaban,
los días también,
y yo quietecito,
esperando tu volver.
Recuerdo que tardaste,
un día o dos.
Con tu cuerpo retiraste,
mas no, con tu corazón.
Recuerdo mucho tu regresar,
mi mamita adorada,
conmigo otra vez iba a estar.
Con una cara diferente,
voz y atuendo también,
más eras mi mamita adorada,
pues con tu corazón soleado,
mi mamita volvía muy bien.