En las profundidades del abismo
de tu corazón de hielo,
me hiciste tocar el cielo y el infierno.
Tu alma fue irrumpida por mí,
y el corazón mío se desgarró por ti.
Arreglé tus alas y tú en cenizas tornaste mis esperanzas.
Divina maldición,
me duraste un suspiro,
pero yo continuaré
escuchando tu nombre
entre cada uno de mis latidos.
Me has condenado a pensarte
en esta vida y en siguientes.
Tú arrebataste el resplandor que causabas en la mirada mía con tu sonrisa tentadora y tú locura cegadora, quedándotelo como presea.
Tente a la suerte contigo,
adicción vehemente.
La fortuna tocaste, una vez más,
al ganarle a la limerencia que
obtienes fácilmente por quién sea,
en esta ocasión por mí.
Yo sé que te consideras un triunfador,
descarado...
Descarado encantador.