Me dio por extrañar
las flores marchitas que
crecían en tu cabeza pero
también me ha llegado la necesidad
por podar las que crecían en la mía
por imitar la tuya.
Me ha dado
por querer abrazar tus espinas,
a la vez por alejarme
para que no se encajen y hagan jirones al corazón mío.
He querido hundirme
en el cielo de tus labios
y he querido volverme astronauta,
salir de tu mundo para explorar otros;
evitar tus meteoritos.
He ansiado ceñirme
a tu piel de veneno,
he pretendido volver la mía miel, contaminarnos y dejarnos sin efecto
o intoxicarnos y morir.
Ansío ser todo contigo
hasta el fin del mundo pero
también he contemplado
seamos nada por la eternidad.
Podría decirte no, hoy;
a lo mejor mañana
cambiaría de opinión
como tú lo sueles acostumbrar.
Seguramente te de un sí,
pasado mañana;
probablemente en una semana
necesite olvidar mi decisión
para decirte adiós
una vez más a pesar de
no querer hacerlo.