No lo hagas,
no te atrevas a dejarme
en la zozobra con tus promesas.
Ya sé cómo son: pálidas,
moribundas, efímeras...
De un día de vigencia.
Las regalas como caramelos.
Ya lo sé, que solo son placebos
con un toque de veneno,
me intoxican y rezuman por dentro,
muy lento.
Prefiero tu silencio.
El costal de palabrería lo detesto.
Lo ruego, no lo hagas.
Tus promesas dejan grietas,
iguales a las de una tierra desierta.
Frías como el antártico.
Inasequibles como deseo
que se le pide a una fuente.
No seas excéntrico.
Detente.
No ilumines esperanza eléctrica
con antorcha hecha de trapos viejos.
No prometas lo que no tienes,
lo que codicias
y no puedes ni quieres dar.
No me hagas chocar contra una pared de cruda realidad.
Deja ya en paz las promesas asintomáticas, insensibles, colosales...
Inservibles.