Quinto grado, la revelación.
Yo era una niña tímida y apocada, hija de padre obrero y madre ama de casa, ambos provincianos, criados en el campo y que solo habían podido cursar su escuela primaria hasta tercer grado; concurría a clases con un delantal Grafa de tela rustica, que luego de algunos lavados se volvía color blanco- amarillento, este delantal y algunos útiles escolares se lo regalaba el sindicato de tabacaleros, dado que mi padre trabajaba en la empresa de cigarrillos Particulares. Mi maestra de quinto grado, se llamaba Beba, en el aula había cuatro filas de pupitres en los que la Srta. Beba distribuía a los niños, según su color de piel, pelo y ocupación laboral de sus respectivos padres. Por supuesto, como esto transcurría en una escuela pública del Partido de la Matanza, esta discriminación la ejercía entre pobres y menos pobres; los pobres usábamos guardapolvos amarillentos Grafa y los otros chicos, inmaculados delantales blancos, marca Arciel, entonces en abierta actitud discriminatoria, destinaba dos filas a los “ negritos pirincho muy pobres” y dos filas, a los blanquitos rubiecitos con zapatos nuevos.
La Srta. Beba explicaba, se fijaba que copien bien la tarea y corregía los cuadernos de los niños, de las dos líneas de pupitres de alumnos predilectos, mientras que los niños de las otras dos filas, éramos ignorados en absoluto.
Un día, hacia finales del segundo trimestre, la directora en persona pasó aula por aula, comunicándoles a las maestras que tendrían la visita de la inspectora de la zona, para evaluar “ lectura”, eso causo alboroto entre las maestras y todas se abocaron a prepararse para tal evento. Entonces Beba sin perder tiempo, al otro día nos indico que abramos el manual Kapeluz en una página determinada y en acto ceremonioso, con el registro abierto y por lista, comenzó a hacer leer a uno por uno… realmente, un verdadero desastre, tanto sus blanquitos como sus negritos leían horrendamente, deletreando las palabras y sin puntos ni comas.
Mientras esto iba ocurriendo… yo me iba agrandando por dentro, esperando que llegara mi turno y Beba se iba achicando en su escritorio… aburrida, fastidiada y decepcionada de que sus alumnos leyeran tan mal.
Finalmente llego mi turno… Y la maestra , con bastante cara de asco y desesperanza, dijo – Vega, parece, es su turno.
Y me pare… me sentía segura, sentía que por primera vez tendría la oportunidad de revelar al mundo mi arma secreta, dado que contaba con una hermosa voz, potente y clara y una excelente lectura, que por supuesto nadie sabia, menos la maestra.
Comencé a leer y se escucho un ohhhhh … de mis compañeros y conforme avanzaba en los párrafos, los ojos de la maestra se habrían mas y mas, proporcionalmente a su boca.
Mi voz potente y clara, retumbaba y daba volteretas, por toda el aula, ante la mirada atónita de mis oyentes; llegue al punto final, sintiendo la gloria de una heroína, sabiendo que había sido la revelación del año, en lectura.
Silencio en el aula … hasta que Beba grito ¡ Excelente Vega ! y salió a buscar a la directora y me hizo leer nuevamente frente a ella, quien quedo encantada. Luego me pidió el cuaderno y me puso una nota de felicitación escrita y un EXCELENTE que ocupaba por lo menos media hoja, de mi pobre cuadernito ignorado.
Por este hecho me convertí en la candidata para leer ante la inspectora y por supuesto me gane el lugar entre los preferidos de la maestra, al punto que me ordeno que recoja mis útiles y me mude al sector de sus preferidos.
Este hecho cambio sustancialmente mi vida a los 10 años, realmente fue una bisagra, un antes y un después; descubrí que se “podía “, que no importaba mi guardapolvo berreta, ni mis zapatos viejos, ni que mis padres eran semi analfabetos, que vivía bajo techo de chapas… Que en definitiva, nadie es más ni menos que otro y que el conocimiento , la actitud y lo innato, son determinantes en el desarrollo de una persona.
… Por supuesto a mis 10 años… no me di cuenta, que aceptar que me cambien de banco, fue en algún punto contribuir con el segregacionismo de la maestra y traicionar a mis pares ignorados… o tal vez… a alguno de ellos, les genero esperanzas, al menos ese es mi consuelo, cuando recuerdo sus miradas…