Palabras sueltas

Bajo el ala

 

"Bajo el ala"

Con la fuerza de mis últimos pedazos, organice la mudanza del departamento de Barracas… Guarde cuidadosamente fragmentos de mi vida, en grandes bolsas de plástico y cajas de cartón, mientras la soledad y las lágrimas, me envolvían a mí. Esa puta soledad que solo conocen algunas mujeres… las independientes, las que se la bancan, las proveedoras y las que conocen los códigos de la calle a utilizar en las negociaciones machistas y las señas del “ truco” para ganar. Un tsunami había pasado por mi vida y había arrasado con todo… mi pareja… mi trabajo…la simetría de mi sonrisa…lo edificado durante años, todo había sido devorado por las aguas y solo quedaron algunos restos flotando a la deriva, que tuve que defender con mis últimas fuerzas, ahuyentando , a los buitres infaltables de las horas oscuras. Recuerdo las lágrimas amargas y la sensación de impotencia y desamparo de esos tristes días. - Listo señora, ya está todo arriba del camión, nos podemos ir. Subí a la cabina del camión y aprisionada junto a los peones de la mudanza, emprendí el camino a mi casa de provincia, ocupada por los refugiados del tsunami y los cachivaches naufragados. A tal punto que no quedaba lugar para mí. Un regreso no planificado, forzado por las circunstancias de quebranto… como si una última ola, me regresara a mis playas originarias… la última gran ola , llegaba agitando en su cresta mis pedazos, junto a bolsas y cajas, para escupir en las orillas de mi casa paterna a la mujer rota. Llegamos, se bajaron las cosas y se las acomodo como se pudo. Como consecuencia del tsunami y sus daños colaterales, mi casa estaba al tope de su capacidad , bendita situación que me obligo a optar por quedarme en la casa de mi madre, durmiendo en un colchón tirado en el piso, junto a su cama. Apenas unas horas después y con las cosas acomodadas lo mejor que el reducido espacio lo permitió, quede oficialmente instalada, así que corrí la silla y me senté a la mesa de mi madre; con ese sencillo acto inauguraba una nueva etapa en mi vida. No sé cuánto tiempo permanecí en posición de pensadora, lo que si recuerdo es que en el preciso instante en que en mis ojos se desbordaban las lágrimas, mi mama me hablo. - ¿ Queres un mate ? - Si, Ma. Deseaba que no me pregunte nada ,porque estaba cansada de que me hagan las mismas preguntas … ¿ y ahora que vas a hacer?... ¿ de qué vas a vivir ?............... - ¿ Viste que hermosa que esta mi azalea? Fíjate, se le caen las ramas de tantas flores… eso sí, no sabes lo que tuve que luchar para que no me la coman las hormigas … Muchas historias , adornaban los mates que me iba cebando con sus manos flacas, con dedos torcidos por la artrosis. Me entere sobre un ejército de hormigas que actuaba solo por las noches o las madrugadas y se iban sin dejar rastro después de podar íntegramente, alguna de sus plantas. También de un caracol, que tenía el mismo modus operandi, que las hormigas y que la perra de puro traviesa nomas, le había robado el único tomatito que había nacido de una planta misteriosa, que apareció de la nada en el macetero, entre la planta de geranios y la albahaca. Por primera vez en muchos meses, las diminutas historias de un diminuto ecosistema, lograba relajarme… después me invito a ver televisión y en un abrir y cerrar de ojos, me había servido la cena, milanesa y ensalada… Realmente sentí, la gratitud que puede sentir un perro callejero en una noche fría, al que alguien le abre una puerta para que duerma al lado de una estufa… Horas más tarde, llego el momento de ir a dormir…. Me arrodille en el colchón que estaba sobre el piso de la habitación de mi madre; la mujer adulta en mí, desde esa perspectiva, solo vio el piso y creyó vivir el final de una historia de aciertos y desaciertos, con el peor final… en el suelo y rota… entonces las lágrimas , avanzaron desde mi desesperación, mi dolor, mi derrota, desbordando mi corazón y luego mis ojos…. Me recosté a morir entre mis propios escombros, cuando la niña en mí, miro al costado y vio a su mama… y regreso a los 3 0 4 años, a esa época en que no existe mejor sensación de seguridad , que cuando estas durmiendo entre papa y mama y los ves gigantes, invencibles, todopoderosos… La niña expulso a la mujer adulta en mi e hizo prevalecer su convencimiento de protección absoluta de parte de mama, aunque ya no era joven ni fuerte, por el contrario estaba chiquita y débil como un pajarito, no tenía importancia, era mama y me cuidaba… me dormí tranquila y relajada, porque nada podía pasarme si mama estaba a mi lado. A la mañana siguiente desperté de una noche serena, placida como hacía mucho no disfrutaba; mama ya se había levantado mucho antes que yo, tenía las persianas levantadas con la luz invadiéndolo todo y el agua apunto para el desayuno . Mama me ayudo a restaurarme, sin abrazos ni besos, solo con actitudes que encerraban mil tequieros. Noventa días viví en su casita, escuchando con agrado, la problemática de sus plantas para desarrollarse ante la hostilidad de las hormigas, los caracoles y las babosas . Notaba su orgullo por tener las mejores flores y porque una pajarita, por tercer año consecutivo había elegido su árbol para anidar. Y emocionada me conto de que presencio el primer vuelo de los pichoncitos… Historias tiernas del mundo de una mama de 87 años, en el que los más crueles villanos son las hormigas y es un orgullo tener las flores más lindas o presenciar el primer vuelo de los pichones. Con su amor, logre pegar todos mis pedazos y me restaure…. ……………………………………………………………………………………………………………………………………………. Al tiempo, mama enfermo muy gravemente y fui yo quien estuvo en sus últimas horas . Minutos antes de partir, sonrió maravillosamente y dijo “ Ahora vamos a descansar”….. Partió pequeñita , como uno de esos gorriones de los que hablaba, pero dejo el vacío de un gigante. Y estoy segura que demoro su vuelo final… para hacerme un hueco entre sus alas…




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