Paladines Entre Ángeles y Demonios

Parte Cuatro: Sentimientos Cubiertos y Descubiertos.

El tiempo para utilizar poca ropa había acabado, la noche que tapaba al Reino Sagrado de Szent era fría. Las dos gigantes lunas plateadas transmitían un aire helado por el bosque, esto obligó a que los miembros del grupo 10 que iban en la carreta de regreso a la academia se pusieran ropa más abrigada.

Cuando el Pegaso los llevó hasta el granero del enorme edificio ellos se encontraron con un rostro familiar esperándolos, una Nacida del Sol rubia con grandes rulos esperaba apoyada en el marco de una puerta. –Que bueno que ya llegaron.

–¿Qué sucede? –preguntó Crwani siendo el primero en acercarse a ella. A diferencia de los demás Aneska no tenía puesta ropa muy abrigada, esto se debía a que detrás de ella emanaba un aire caliente resultado de las fogatas y lámparas encendidas dentro del castillo de estilo románico.

–Los médicos ya le dieron el visto bueno a Linka y dejaron que regrese a la habitación, Ozaka estaba con ella ahora.

Al escuchar esas palabras los seis miembros del grupo 10 que habían salido al pueblo intercambiaron miradas entre sí, al final todas cayeron hacia Edén el cual tenía consigo una espada envuelta en una tela marrón y amarrada. –Podemos dársela ahora como regalo –sugirió Kuna. Los demás movieron sus cabezas para expresar su afirmación.

De entre todos Aneska era la más sorprendida. –¡¿Le compraron una espada?! –No pudo contener su emoción, ya que ella no los había acompañado no sabía sobre eso.

El Elfo de cabello rubio dorado se le acercó con el regalo entre sus manos. –¿Crees que sirva como forma de disculpa?

Los ahora siete compañeros reunidos se movieron entre los calientes corredores del castillo, sus cuerpos empezaban a entrar en calor y la diferencia de temperatura con el exterior era tal que sudarían si no se sacaban los abrigos pronto. Aunque nada de eso les importó realmente, su único objetivo fue llegar rápido a la habitación del grupo.

Se detuvieron en frente de la puerta, todos menos Edén, estuvieron recuperando el aire por unos segundos antes de por fin girar el picaporte e ingresar al lugar. Sin embargo, cuando lo hicieron se llevaron una sorpresa que dejó a todos confundidos. En efecto, Linka se encontraba en su cama, pero no estaba sola; específicamente la cama diseñada para una sola persona estaba siendo ocupada por dos a la vez.

Al igual que la chica, Ozaka también se encontraba dentro de las sábanas y a su lado, ambos estaban sonrojados y riéndose hasta que sus cerebros reaccionaron por el rechinar de la puerta y después a la presencia de sus compañeros. Las risas se detuvieron de golpe y el ambiente extrañamente más caluroso que el pasillo se congeló en un segundo.

El Nacido del Sol de ojos rojos reaccionó sorprendido cayéndose de la cama con un duro golpe a los tablones de madera del suelo.

–Disculpen ¿Interrumpimos algo? –Jency fue la que rompió el hielo.

La situación era tal que incluso a la decidida Linka le tomó un momento reincorporarse, se tapó el rostro con las manos como si se limpiara el rubor de su cara y cuando observó a sus compañeros un segundo después ya estaba mejor. –Claro que no– contestó intentando disimular lo indisimulable.

A la par, Ozaka se levantó del suelo para apoyar su cabeza sobre las piernas de la chica, esta última le frotó el cabello.

–Al menos Ozaka tiene toda la ropa puesta –comentó Kuna hundiendo todavía más la situación. Ante el comentario el rostro de este se hizo aún más rojo que antes de que entraran a la habitación, de una tonalidad similar a sus ojos.

Intentando cambiar de tema Linka fingió toser. –Que bueno que ya regresaron ¿Qué tal la tarde? ¿Qué hicieron en el pueblo? –Para su suerte sí logró desviar el tema de la conversación.

Todos se quedaron en silencio y sus miradas se posaron sobre el alumno nuevo, hijo de la casa noble Diwedd. Algo inseguro Edén se acercó a la cama de la chica con algo entre sus manos, el objeto estaba tan envuelto que a ella le costaba hacerse una idea de que se trataba, pero al final obtuvo la respuesta correcta; de todas formas el Serafín se lo dijo:

–Es una espada…

–La mejor que había en todo el pueblo –acotó Kuna por detrás.

–…Con esto no es que quiera comprar tu perdón, pero si quiero que sea un símbolo de disculpas ante lo que hice. Me excedí y eso estuvo mal, lo lamento Linka. –Obvio que realmente Edén no sentía eso, todo era parte de su actuación para no levantar sospechas.

Si al Vigilante de Área del Jardín de las Hespérides realmente le preocupara ella o quisiera remedir su error habría ido al Castillo Ydalir para pedir ayuda: Auron podría darle una muy efectiva posición de restauración, Lola podría prepárale una comida que regenerara su salud, hasta él mismo podría sacar un Fruto de la Discordia para dárselo y que se recuperara al instante.

De todas formas, su gesto funcionó ya que los ojos de la chica se volvieron brillosos, con sus brazos un poco temblorosos ella tomó el arma que se le entregaba. La analizó un momento antes de regresar sus ojos a su compañero. –No te preocupes, no te sientas mal por eso –contestó.

Lo que le llamó la atención a Edén fue que ella no abrió el regalo, él sabía que ella sabía que dentro se encontraba una espada, pero, aun así, no lo abrió. Como si importara más el gesto que el objeto. –Parece ser una realmente muy buena –comentó Ozaka de pie al otro lado de la cama.

–Bueno, ya dejémonos de cursilerías –habló Crwani con una gran sonrisa–. Ya se acerca la hora de la cena y tengo hambre.

Kuna no dudó en golpearle la cabeza. –Gracias por romper el momento –dijo irónicamente.

Los ojos de todos volvieron a centrarse en Ozaka ya que este tocó el hombro de Linka con una mano y preguntó con una voz gentil. –¿Puedes pararte para ir al comedor? ¿Quieres que te ayude o prefieres que te traiga la comida?

Otro pequeño silencio incomodó se generó entre los demás miembros del grupo 10, todos se dieron media vuelta para volver a salir de la habitación y cerrar la puerta por detrás. –Solo le costó un año, pero parece que por fin dieron el paso, ahora solo les falta encontrar a un tercero –habló Uliseo.




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