Capítulo único; Paloma

Era una hermosa tarde de primavera, él había salido a recorrer los campos florales que cubrían el suelo de aquella pequeña villa escondida entre las montañas. 

Traía puesto sus pantalones color caqui con ligas sosteniendolos desde los hombros, formando una cruz en su espalda, una camisa blanca con sus mangas remangadas hasta los codos y un par de botones desprendidos en el pecho, y, como siempre, su sombrero marrón característico de ese muchacho. 

Caminaba descalzo, ya que le gustaba sentir la naturaleza rozando sus pies, se agachó y recogió una flor violeta que se situaba a un par de centímetros de donde se encontraba. Al alzarla, pudo descubrir que se había topado con lo mas hermoso que había en ese lugar. Desenfocó la vista de la flor para posarla en una hermosa jovencita que se ubicaba a unos metros de distancia. Estaba sentada con las piernas estiradas y los brazos hacia atrás, apoyaba el cuerpo en sus manos y disfrutaba de la brisa primaveral que acariciaba su cuerpo, su piel era tan clara y desde la distancia se notaba suave al tacto, casi como una porcelana, delicada y hermosa. Traía un vestido blanco hasta por debajo de las rodillas, con las mangas hacia los costados, dejando unos punteagudos y delicados hombros a la vista, y, al igual que él, sus pies se encontraban descalzos. Su melena larga y cobriza revoloteaba con el viento en su dirección, y junto con éste, su aroma a vainilla lo cubrió y embriagó al instante. Traía los ojos cerrados y en su rostro podía notarse la paz que sentía, con sus facciones relajadas y sus respiraciones profundas. La contempló en la distancia por unos minutos que se le hicieron eternos, observando cómo se erguía y recogía flores para aproximarlas a su rostro y así poder sentir su aroma. Se imaginó a su lado, rodeando su brazo por sus hombros y obsequiandole las flores más hermosas del lugar. Siguió estancado en el mismo lugar, reuniendo el valor para cortejarla, invitarla a tomar un helado y, tal vez, con la suerte de su lado, ella aceptaría

En el momento justo que sus pies se despegaron del suelo, la jovencita vuelve la cabeza en su dirección y extendió una amplia sonrisa, dejandolo congelado en el lugar nuevamente, si antes le pareció hermosa, ahora se habia convencido de que lo era. Sus blancos dientes contrastaban con sus carnosos labios color rojo, haciendo juego con su cabello, unos oyuelos asomaban por las comisuras de sus labios, y sus ojos, oh esos ojos, parecía que podías contemplar el cielo en ellos. La muchacha se levantó de su posición y se dirigió a paso decidido hacia él, dejándolo atónito, asustado y emocionado, él extendio una enorme sonrisa al verla aproximarse y justo en el momento que creyó que se desmayaría de la emoción, ella pasó por su lado, casi rozandolo, y se fué mas allá, dejándolo confundido y con un brazo a medio extender.

Cuando logró salir de su letargo, pudo girar su cabeza, encontrandose con que otro jóven la estaba cortejando. Ella sonreía y pudo ver en sus ojos el amor que sentía por el muchacho, al igual que vió cómo él extraía unas cuantas flores del suelo para ponerselas en la cabeza, formandole una pequeña corona. Se quedó ahí, observandolos por un buen rato, viendo cómo sutilmente se acariciaban y demostraban su amor discretamente ante los ojos de la sociedad, entre risas, conversas y caricias. En un momento, el jóven le ofreció su brazo y la llevó lejos de su vista.

Con las ilusiones por los suelos, arrastró sus pies por el pasto, aplastando las flores a su paso, de vuelta a su triste y vacía casa.

En la noche, soñó con un aroma de vainilla, unos ojos color cielo, una melena cobriza y una sonrisa perfecta, y la mejor parte era que ella era toda de él. No existía nadie más, solo ellos dos en un campo floral entre las montañas, envueltos en una refrescante brisa de primavera. Entre risas y bailes bajo las estrellas, ella, con su dulce voz, le dijo su nombre, el cual le quedó grabado a fuego en su alma para siempre: 

-Paloma.