Capítulo 5
Situación hasta el momento del primer día oficial de verano: estaba en París, con un espía británico ardiente, en una misión para el MI6, buscando lo que mi hermano desaparecido ocultó y podría poner en riesgo la seguridad nacional e internacional. ¿Quién dijo que este verano podría ser aburrido? Lamentablemente, esto debía ser algo que no podría escribir en el clásico reporte sobre las vacaciones a la vuelta de clases.
Al momento de bajar del auto tan solo podía pensar en que Cam me mataría por nunca poder contarle sobre esto. Mamá… Bueno, ella no notaría mi ausencia ni aunque no tuviera un doble.
—Recuerda, la cubierta es lo más importante que tenemos, no hagas ni digas nada fuera de lugar. Déjame todo a mí —dijo Klaus.
Asentí en silencio. El hombre del auto me dedicó una última mirada de absoluto desprecio y desconfianza antes de que siguiera a Klaus dentro de la pequeña hostelería. La recepción estaba dulcemente decorada con alfombras y delicados muebles de madera y la mujer detrás del mostrador nos dedicó una amable sonrisa. Sabía que de aquí en adelante solo escucharía y hablaría francés.
—¿Buenos días, en qué puedo ayudarles? —preguntó ella.
—Mi nombre es Klaus Nicolson, y esta es mi novia, Emma Stonem. Tenemos una reservación —dijo él.
—Por supuesto, tan solo necesitaré un documento.
Klaus dejó un pasaporte sobre el mostrador y la mujer lo comprobó antes de devolverlo y sonreírnos. ¿Qué? ¿Novia? ¿Cuándo había acordado eso en nuestro trato? Apenas ella dejó el mostrador y estuvimos fuera de su vista tomé a Klaus por el brazo y lo miré queriendo una explicación cuanto antes, pero él simplemente se encogió de hombros.
—¿Estás loco? Pudiste al menos advertirme —dije entre dientes en inglés.
—Quizás olvidé mencionarlo y si no quieres que algo malo te pase entonces harás lo que digo —dijo él en un susurro.
—¿Pasa algo? —preguntó la mujer.
Ella se dio vuelta para vernos y le dediqué la mejor sonrisa falsa que pude antes de agarrarme al brazo de Klaus y encogerme contra él como si realmente fuera mi novio. Internamente deseaba matarlo pero esto era lo bueno de ser una actriz, podía odiar a mi co-protagonista pero mi personaje no lo hacía y yo ahora mismo era mi personaje. Una chica normal de dieciséis años, en París, con su novio. ¡Y esta mujer pretendía darnos un cuarto! ¿Qué mentira le habrían dicho al momento de hacer la reservación?
—No, por supuesto que no —dije, mi francés era fluido y tenía un perfecto acento.
—Estamos bien —dijo Klaus y me rodeó con un brazo—. ¿Verdad, cariño?
Asentí aunque le dediqué una mirada asesina apenas la mujer dejó de mirarnos. Seguimos en silencio a la mujer hasta una habitación en el segundo piso. Todo era pequeño y sencillo, desde la recepción hasta el pasillo y el mismo cuarto. Había una cama grande, y un baño, pero nada más.
Apenas la mujer nos dejó solos para que nos acomodásemos, y le entregó las llaves a Klaus antes de partir, me liberé de su agarre y lo empujé lejos. Él me ignoró y se alejó. Dejó caer su bolso sobre la cama y enseguida me acerqué para quitarlo.
—No pienso dormir contigo —dije.
—Yo tampoco —dijo él y tiró una almohada al suelo—. Tienes todo el piso para ti, decide dónde te gusta más.
—Soy una chica. Si fueras un caballero me dejarías la cama a mí —protesté y él se acercó hasta estar frente a frente.
—Las mujeres llevan años reclamando igualdad. Respeto tus reclamos, te trato como trataría a un hombre en esta ocasión —dijo y se alejó—. El piso es todo tuyo. Tienes más que yo, deberías estar agradecida.
—¿Me vas a dejar dormir en el suelo mientras tú duermes en la cama? —pregunté indignada.
—Reclámale a tu hermano cuando aparezca por haber pedido esta habitación y no otra —dijo Klaus.
Tomé un profundo respiro para calmarme y me lamenté por no haber traído mis guantes de box. Ya había estado en peleas antes, sin contar la última pelea con los intrusos en mi casa, y realmente pensé lo bien que se sentiría golpearlo en el rostro. Pero no era posible. En vez de eso, me senté en el suelo junto a mi valija y me crucé de brazos mientras observaba al espía-nada-caballeroso correr las cortinas y abrir la ventana.
Era increíble como las ciudades siempre estaban iguales, totalmente ajenas a los problemas y situaciones de cada uno. París seguía tan brillante y alegre como recordaba. Las calles guardaban su encanto, el clima era cálido, todo parecía perfecto y feliz.
Klaus abrió uno de los cierres de su bolso y sacó una bolsa de plástico conteniendo pequeños botones negros, o al menos eso parecían. Se paró sobre la ventana y se aseguró de pegar uno sobre el marco de esa de modo que era imperceptible. Hizo lo mismo en la puerta y debió repetir la acción en el baño cuando se dirigió a allí.
—¿Qué se supone que haces? —pregunté.
—Microcámaras, no estaremos siempre aquí.
—Entonces ya no podré envenenarte mientras duermes o revisar tus cosas —dije fingiendo decepción.
—No te lo recomiendo, si aprecias tu vida ni lo intentarías.
—He tratado con Ethan toda mi vida, algo me dice que tú no serías muy diferente.
—Tu hermano y yo no somos parecidos. No fuimos al mismo instituto ni recibimos el mismo entrenamiento.
—¿Hay un instituto? Eso explica muchas cosas. Déjame adivinar, mi hermano no se graduó de una escuela normal y acaba de terminar su segundo año en la universidad de tecnología.
—Brillante Bright —dijo él y lo miré molesta—. Ahora haz algo útil y fíjate si tu hermano dejó algo aquí.
—Desapareció hace cinco días, existe el servicio de habitación —dije.
—Nos encargamos de todo eso ya, este es el último lugar del que se tuvo constancia que estuvo y nos ocupamos de que nadie tocara nada.
—¿Y crees que los tipos malos no sabrían que este sería el primer lugar al que vendríamos a buscarlo? —pregunté y él sonrió.