Pandora

Capítulo 2: La huida

Miro al horizonte en busca de alguna actividad que indique demonios. Tengo muchas ganas de matar alguno, pero no tengo ni la más remota idea de dónde se esconden, así que subo aquí arriba todos los días con el anhelo de encontrar información que me señale su ubicación.

Sé que no es la forma más rápida, pero si salgo en busca de aventuras sin un rumbo fijo me arriesgo a no llegar a ninguna parte e incluso a morir.

La vista debe de estar fallándome a causa del cansancio, pues un enorme borrón negro aparece en el cielo y eso no es posible, si fuera de cualquier otro color podría plantearme que se tratara de un monstruo, pero negro no, no hay monstruos negros, no aquí, y no quiero pensar que sea el caso.

La mancha empieza a ser cada vez más nítida, mi cuerpo se paraliza completamente y mi cerebro no es capaz de procesar lo que estoy viendo. Solo tengo una cosa clara, hoy no es mi día. De todos los monstruos que moran en la Tierra, ¿por qué tiene que ser uno de los primigenios? ¿Por qué? A juzgar por la dirección en la que vuela se dirige hacia aquí. Un año entero viviendo entre estas ruinas, a las que consideraba mi hogar y ahora voy a tener que dejarlo todo si quiero seguir viviendo. Negro, el color de la muerte, y en los monstruos no es para tomárselo a broma, solo hay unos pocos en el mundo y son muy superiores al resto, tanto en fuerza como en ferocidad. No importa lo bueno que seas, no creo que haya ser vivo en el mundo capaz de matar a un primigenio. Lugar al que van, lugar que desaparece del mapa, solo quedan polvo, cenizas y martirio. Había oído hablar de ellos durante los primeros días de la invasión, cuando todavía funcionaban las televisiones y las radios, pero nunca imaginé que vería a uno con mis propios ojos, y mucho menos que tendría que hacerle frente.

Recupero el control de mi cuerpo, paralizado por el miedo, y me dirijo a mi casa a una velocidad digna de mención, nunca había corrido tanto, ni siquiera cuando me persiguió un grupo de Paguears.

Voy tan concentrada en llegar que ni me percato de los monstruos que hay en las calles, en comparación no son más que unos animalillos inofensivos. Estoy tan agobiada que ni me molesto en abrir bien la puerta y prácticamente la echo abajo, cojo la mochila más grande que encuentro y empiezo a meter cosas a toda prisa: mis blocs de notas, fotos familiares, un par de mudas, el botiquín de primeros auxilios, agua, latas de conservas, mi 9mm, las pocas balas que me quedan y un par de cosas que considero importantes. Lleno tanto la mochila que no me sorprendería que en cualquier momento las costuras cedieran.

Lo suyo sería dedicarle un último vistazo a mi refugio, recordando los buenos momentos que he pasado y todo ese rollo emotivo, pero el tiempo vuela y esa bestia no tardará en llegar.

He tomado la decisión de dirigirme al ayuntamiento y tomar prestada la pick up, en el caso de que no se hayan marchado todavía. Tampoco tengo muchas más opciones: es o el coche o salir de aquí a pie. Para dirigirme a la plaza con la mayor brevedad posible no me queda más remedio que pasar por las calles principales infestadas de monstruos, pero no puedo perder el tiempo con ellos; tengo prisa, mucha prisa, una prisa agobiante y angustiosa, lo cual quiere decir que tengo que evitar el enfrentamiento sí o sí.

Corro, esquivo, sigo corriendo, y así hasta que llego a mi destino y me encuentro con ese maravilloso artefacto motorizado color verde oscuro, que será mi salvación.

Lanzo la mochila a la caja de la camioneta y me subo en el asiento del conductor, no han dejado las llaves puestas y no sé hacer puentes, así que tendré que ir a buscarlos y confiar en que me saquen de aquí; es lo mínimo que pueden hacer por mí.

Ahora me toca jugar a las adivinanzas y recorrer la plaza en tiempo récord. Vale, céntrate, tampoco hay muchos lugares donde puedan estar en busca de recursos, eso si es que aún siguen con vida. Para aumentar mis posibilidades de búsqueda me pongo a gritar a pleno pulmón, arriesgándome a que vengan monstruos, sí, pero no puede ser peor que lo que se nos viene encima. Lo de los gritos acaba dando resultado, pues uno de los soldados sale corriendo de la antigua farmacia, que ahora son dos paredes y muchos escombros.

- ¿Qué pasa? – pregunta asustado el pelirrojo canijo

- Tenemos que irnos de esta ciudad, ¡ahora!, así que ve en busca de tus queridos compañeros, ¡rápido!

Creo que capta que se trata de algo grave pues no tarda en ir a por sus amigos y volver.

Al verme se quedan perplejos, supongo que no esperaban encontrarse de nuevo conmigo, y mucho menos que fuera yo la que viniese a buscarlos.

- ¿Ahora qué? ¿Te habías dejado algo por decir o es que vas a echarnos personalmente? – Dice la animadora con un tono bastante desagradable para mis oídos.

Os juro como que hay Dios que si no estuviera en la situación en la que estoy la mataría yo misma, pero esta vez lo dejo pasar y me dirijo al líder narizón.

- Este lugar ya no es seguro, hay que salir de aquí ya, no hay tiempo para explicaciones, así que poned esa camioneta en marcha y vámonos.

- Pero, ¿por qué...? – Le interrumpo antes de que diga nada más y parece que le ha molestado un poco.




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