Después de dormir una hora aproximadamente, me levanto para ver cómo amanece a través de la ventana. Me aseo y me preparo para afrontar el día. Lo primero que me encuentro al salir de la habitación es a Fred, dispuesto a ejercer su labor de vigía. Hoy lo noto más Fred y menos temeroso.
- Buenos días – Le digo con una especie de sonrisa amistosa, es como un cervatillo, hay que ir con cuidado.
- Buenos días – Contesta él como si lo de ayer no fuese más que un mal sueño, algo que nunca sucedió.
Llegamos a la cafetería, donde ya soy famosa por mis acciones de loca, y cogemos la bandeja con el desayuno. Leche, cereales, pan tostado y un zumo. No está mal para empezar el día.
Nos sentamos en la mesa donde Amber ya ha comenzado a engullir sus cereales mezclados con leche.
- Buenos días Amber – Dice Fred al tiempo en que se sienta junto a ella.
- Enoz iaz – Dice con toda la boca llena, hija mía come primero y habla después.
Yo la saludo con la cabeza y me tomo el desayuno con calma, intentando no recordar los sucesos de ayer. Terminamos y nos despedimos de Amber, me pregunto a qué se dedicará esta mujer, la veo tan...rara, que no me la imagino haciendo nada.
Fred me guía hasta el sótano o garaje o lo que sea y me informa de que hoy deberé colaborar con la preparación para la misión. La idea de tener que ver a Kai otra vez no me agrada, pero en mi cabeza solo puedo escuchar: "Un día más y todo habrá terminado". Por suerte no se encuentra allí, cosa que me hace sentir una extraña felicidad interna. En su lugar hay un hombre de aspecto hostil, que nos manda a buscar las raciones a la ciudad. Bueno en realidad me manda a mí, pero como Fred es mi niñera y alguien tiene que guiarme hasta el almacén, pues pringa conmigo.
Me sorprende que confíen en mí para semejante tarea, vale que voy con Fred, pero ¿y si decidiera robar las raciones y darme a la fuga? No creo que lo hayan pensado, y supongo que era la tarea más fácil.
La ciudad está muy lograda, la última vez que la vi fue desde la caja de la pick up y tampoco me fijé mucho. Me sorprende la cantidad de gente que merodea las calles, hacía mucho tiempo que no veía algo así. Es como si nada hubiera ocurrido, aunque en el fondo todos estamos marcados por el odio y el sufrimiento provocado por las pérdidas de aquellos a quienes amábamos. Fred me cuenta que hay casi unas mil trecientas personas en la ciudad y que cada uno tiene un rol, que hay escuelas, mercados, bibliotecas, etc. Si mi familia hubiera visto esto, si hubiesen tenido la oportunidad de salvarse y venir a vivir aquí. Me quito esos pensamientos de la cabeza, están muertos y nada va a cambiarlo, pensar en lo que pudo haber sido no servirá de nada.
El almacén es tal y como su nombre indica, un almacén. Nos lleva una media hora llegar, y su interior está repleto de comida enlatada y botes de conserva. Fred habla con un hombre mientras yo inspecciono el lugar, ¿tendrán armas también? porque no me vendría mal otro fusil. Me paseo por toda la nave, que debe medir unos mil metros cuadrados, no está mal. Dentro hay unas veinte personas trabajando, de aquí para allá, están tan concentrados en lo que sea que estén haciendo que ni se percatan de mi presencia. Sería tan sencillo robar algo. Pese a la tentación no robo nada, y una vez que Fred tiene las provisiones, nos disponemos a volver a la base. Nos repartimos el peso, yo llevo dos cajas y él una, quién lo diría. Las cajas dificultan mi visión así que Fred tiene que guiarme cual perro lazarillo. A mitad de camino tropiezo con algo y caigo en lo que parece ser un charco de barro. Sólo sé que ni es un charco, ni es barro.
- Cuidado – Dice cuando ya me encuentro llena de mierda, literalmente es excremento de algo, de algo grande y podrido a juzgar por el olor. Yo lo mato.
- Gracias – Le contesto mientras trato de limpiarme todo lo que puedo.
Comienza a reírse y yo le devuelvo ese tierno gesto tirándolo al motón de abono.
- Ahora estamos en paz – Saco una sonrisa burlona y recojo las cajas para seguir con el paseo.
Fred se levanta poniendo mala cara. Olemos fatal, enserio, es como "puaj" hacía mi misma, en cuanto llegue me ducho. Dejamos las cajas en su sitio y vamos a ducharnos, por nuestra salud y la del resto. Antes de irnos veo cómo la encantadora Liz se acerca.
- ¿Lo tenéis todo? – Le pregunta al señor que nos mandó a por las provisiones, y no me gusta lo que eso significa.
- Sí, acaban de traer los últimos suministros – Dice mientras nos señala, cosa que es de mala educación.
- Oh, así que ese repugnante olor venía de – Hace un extraño movimiento con la mano para señalar nuestros cuerpos, parece que le ha dado un TIC – Vosotros – Y pone cara de asco, es gracioso porque ella me lo da a mí.
- Si, hemos tenido un pequeño percance – Dice Fred avergonzado.
No digo nada, porque sé que la puedo liar en cualquier momento, y la amenaza de Kai aún ronda mi cabeza. Sólo quiero darme una ducha y quitarme este tufo de encima.
Disfruto del baño, probablemente sea el último que me dé en mucho tiempo, tengo que ponerme toneladas de gel para tapar el olor. Después de comer junto a Fred y Amber, decido pasar el resto de la tarde en el gimnasio, es bueno entrenarse el día anterior a una cacería. Intento llegar con las indicaciones de Fred, el cual no ha podido acompañarme por otros menesteres. Llega un punto en que no sé dónde estoy, y decido que tal vez preguntar no sea tan mala idea. Avanzo por el pasillo en busca de alguien que pueda orientarme, pero acabo cruzándome con una víbora.